El Barón rampante es Daniel Estrada Corrales, sobre el río Sil
Belleza, un poema sencillo con un preámbulo tonto
Reconozco que se llega a una edad en la que todas las cosas
que cuentas tienen idéntico principio: “un lejano día…”. Pues bien, dejemos que
las aguas discurran por sus cauces y digamos una vez más:
Hace mucho
tiempo, estando entre amigos de los que ya no esperas grandes sorpresas, una
mujer muy querida hizo la siguiente declaración:
-Mariano, tú le
pegas a todo.
-Mujer, dicho
así…Pero no creas: porros no fumo, alcohol no bebo, coca no esnifo… -respondí
yo, un tanto socarronamente, añadiendo-. No le pego a las damas ni al parchís,
no le pego a los hijos, no le pego al balón (en esa época no, sí antes y
después)… Por no pegar, ya no pego carteles en las paredes ni sellos a las
cartas.
-Si llegas a ser más ganso, no naces, hijo mío, parece mentira
lo tonto que puedes llegar a ser.
- Y eso que no
sabes que estuve muy cerca de ser fraile y que antes fui monaguillo, que jugué
un partido de fútbol con los juveniles del Rayo Vallecano, que canté folklore
ruso en una coral de Madrid, con José Luis Zamanillo; que hice de “contable” en un mesón sin tener
ni pajolera idea de contabilidad, que fui profesor de gitanos en las chabolas madrileñas
de Nazaret; que he manejado una
guillotina real, por más que fuera en la imprenta de un conocido falangista
llamado Rodrigo Royo; que he currado de delineante para un famoso arquitecto
dominico cuyo nombre es Francisco Coello de Portugal, que obtuve una magnífica
beca de estudios a la que no tenía derecho… ¿A qué te refieres concretamente?
-¿De verdad has
hecho todas esas cosas? Pues nadie lo diría, hijo mío, mirándote… Hasta da la
impresión de que no te fijas en nada y que te da lo mismo ocho que ochenta.
Pero yo me refiero a la literatura, y digo que le pegas lo mismo a la poesía
que a la prosa. Y dentro de la poesía, tanto te da un soneto como una soleá,
por no hablar del romance o del verso libre… Eso sí, la pega que yo te pongo es
que te sometes mucho a la estética. Todo muy pulidín, todo muy lírico. Y digo
yo, ¿no puedes ser un poco más verbenero, más prosaico, más funcional, no sé,
acercarte más al lenguaje de uso que al académico, más a la impureza de la
gente que a la perfección de las estatuas, más al tronco del árbol que a las
flores? Es que, hijo mío, a veces te andas un tanto por las ramas.
-Como el Barón rampante que soy, querida mía. ¿No
sabes que yo he corrido por las ramas de un roble?
-No, pero no me
extraña nada, con lo peludo que eres…
-Y lo que es
peor, a veces he dado con los huesos en el suelo. Claro que hay árboles de los
que no te puedes fiar, por ejemplo: las higueras. Recordarás muy bien que la
higuera es un árbol maldito…Y yo añado: y de madera frágil, muy frágil.
-Ya estamos.
También le pegas mucho a las tonterías… No se puede contigo, ¿por qué no hablas
en serio alguna vez? Te has ido completamente del tema.
-O sea, que he
caído en las garras de Ana Coluto.
-¿Qué?
-Que a esa figura
se le llama anacoluto, pero da igual como la llames porque no atiende a
razones…
-¿Ves? Contigo es
imposible, hijo mío… No, ahora no me hagas carantoñas ni ñoñerías. Te lo digo
completamente en serio, ¿sabes? Eres un petardo.
-Eso es cierto,
ya ves, pero tengo la pólvora mojada. ¿Cómo la tienes tú, piedra pequeña? Lo
que no sé es por qué te empeñas en llamarme hijo tuyo, yo creía que estabas
enamorada de mí, pero si eres mi madre… Claro que quien hace incesto hace
ciento…
De aquella conversación, que no fue exactamente la que acabáis de leer ahora mismo, sino otra que pudo ser algo distinta, nació el poema que voy a dejar aquí “colgao”, que es como decían en otros tiempos que los gitanos querían ver a la Guardia Civil. No hay ni que decir que el poema es un tanto superficial, que es donde suelen encontrarse a veces las honduras.
De aquella conversación, que no fue exactamente la que acabáis de leer ahora mismo, sino otra que pudo ser algo distinta, nació el poema que voy a dejar aquí “colgao”, que es como decían en otros tiempos que los gitanos querían ver a la Guardia Civil. No hay ni que decir que el poema es un tanto superficial, que es donde suelen encontrarse a veces las honduras.
Coda:
A propósito del
último párrafo, en un poema llamado “También probé el amor” del libro “Desde la
flor del almendro”, yo llamé “perigonio verde” a la pareja de la Guardia Civil.
Lo insólito es que el editor se percatara, como efectivamente lo hizo.
Transcribo el
pasaje, que tal vez ayude a entender lo que quería transmitir mi interlocutora,
matando así dos pájaros de un tiro (nada más fácil para quien anda mucho en las
ramas):
“…Amado en el amor y
consentido amante,
entre salvias,
genistas y torviscos,
rociado por espumas de
vilano y
ausente en realidad
de otra estadía que la
gloria,
ni siquiera advertí
que me espiaban
-impunes y morbosos-, los ojos de
dos cuervos
disfrazados de Civiles.
De pronto se hizo
verbo el perigonio verde,
mas ya volvía yo de
los hortales
fecundos de la gleba”
Y ahora sí, el poema de marras:
Belleza
Hurtar belleza a la vida
en nombre de un cacareo
funcional,
si acaso no es criminal,
no es justamente una honra.
Es una herida
bien honda,
una eclosión, una bomba,
un jarro de agua, un baldeo.
El bienestar a la sombra
de lo feo,
ni es bienestar
ni se nombra,
creo.
Es pernicioso y nefando.
Quien ha firmado ese bando
con no poca ligereza,
le ha quitado al corazón
la sutileza,
el ritmo a la pulsación,
la altura al monte,
la utopía al horizonte
y la esperanza al que reza.
Hurtar belleza a la vida
no puede dar más comida
ni justeza.
Sí puede dar ocasión
para que medre el ramplón
y el que bosteza.
Mariano Estrada www.mestrada.net
Paisajes Literarios
Me gusta esto ...gracias Mariano !
ResponderEliminarGracias, amigo Jose: me alegra que te guste. Te mando un abrazo y te deseo unas felices fiestas de Navidad.
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