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martes, 28 de diciembre de 2021

La luna que nació de un sueño

 


Foto tomada de internet sin ánimo de lucro
 
 

La luna que nació de un sueño


Es la enésima vez que cuelgo este poema, cuyos versos -de forma natural e involuntaria-se han convertido en una suerte de señas identidad, como si fuera yo un alter ego de Juan Goytisolo y no un epígono lunero de Federico García Lorca.
     Extravagancias aparte, lo cierto es que el poema es insistente, persistente, arrollador…Y todo desde aquella noche lejana de 1985, en la que un sueño bajó la luna a la tierra.
     He aquí su pequeña historia:

     Fue en Baeza, por navidades. Habíamos recorrido juntos las callejuelas de la Iglesia-Catedral y caía sobre ellas una espléndida luna. Regresamos al hotel y nos metimos en la cama. “La luna ya no es de nadie” –escribí en un cuaderno-. Pero mentí, porque la luna era tuya. Así que la trajimos a Villajoyosa, donde acabé de componer el poema. Y si La luna era mía –me reprocharás-, ¿por qué se la dedicaste entonces a Lorca? He ahí un reproche con fundamento. (Del libro Rosa entre las rosas: cuarenta años de amor).
     Hoy lo cuelgo aquí para que siga haciendo camino por el espacio. Y para que Mar se encuentre con su apellido.

sábado, 25 de diciembre de 2021

Quiero volver a ese mar

 

El Charco, Villajoyosa

Quiero volver a ese mar

Yo tengo toda mi pena
en esta playa de arena,
en este mar de color.

jueves, 23 de diciembre de 2021

Reflexiones de un cordero blanco y la cena de Nochebuena

 

Un lugar de La Carballeda zamorana. Fotografía de Fernando Medrano

 

Reflexiones de un cordero blanco y la cena de Nochebuena

Queridos amigos: quiero que caiga sobre mí vuestra ternura, pero no esa sombra de compasión que adivino en el fondo de vuestros ojos. Miradme, pero no con pena. No erréis el tiro de modo tan certero, ya que vuestra congoja es totalmente injustificada. Mi soledad en este hermoso rincón es tan solo aparente. He sido yo el que he elegido el lugar y la postura para estar un rato a solas y resguardarme de los vientos y del frío. Dentro de un momento me meteré en los enfaldos lanudos de mi madre, que es la oveja más buena de este mundo, y allí tendré el cariño que os parece que me falta, además de unas ubres repletas y obsequiosas, de las que brota un alimento que es más blanco que yo y que recibe el nombre de vida. Luego correré con mis hermanos y amigos por las praderas circundantes hasta alcanzar el cansancio y completar un día entero de gozo.

martes, 21 de diciembre de 2021

Se me pone el alma, poema de Mariano Estrada recitado por Paco Llorca

 

M. Estrada. Foto de Fernando Medrano

Clicar en el enlace para oír el poema Se me pone el alma recitado por Paco Llorca:

Se me pone el alma…

A Paco Llorca

Se me pone el alma
solitaria y triste,
descreída y vieja,
porque nadie admira,
porque nadie escucha,
porque nadie sueña.

domingo, 19 de diciembre de 2021

Luna de Nochebuena

 

Tomada de internet sin ánimo de lucro


Luna de Nochebuena

Por el hueco estrecho
de la chimenea,
se coló la luna
de la Nochebuena.

jueves, 16 de diciembre de 2021

Trozos de cazuela compartida

 

Tomada de internet sin ánimo de lucro

 

Trozos de cazuela compartida

A mi madre,
que hizo posible la cazuela.


Quien haya estado al fuego de un madero
hilando corazón, ceniza y brasa,
¿adónde mirará sino a la casa
que vive en los vapores de un puchero?

¿Adónde mirará sino al caldero
que cuelga de la noche por un asa?
¿Y qué recordará si no traspasa
los muros, los balcones, el alero?

Yo vuelvo a la niñez por el sendero
del gato, del vasar, de la tenaza...,
testigos del amor y de la vida.

Y vuelvo a ser feliz junto al leñero,
hilando humanidad con pan de hogaza
y trozos de cazuela compartida.

Mariano Estrada
Del libro Trozos de cazuela compartida (1991)

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Luna de papel

 

Foto tomada de internet sin ánimo de lucro

Luna de papel

Se sabe que la luna se ha formado
con trozos de papel enamorado.

A veces tosco, a veces arrugado,
a veces ricamente perfumado.

Pero lleno de lágrimas espesas,
de súplicas, de besos, de promesas.

O sea que la luna, amigos míos,
es un campo de tinta y desvaríos.

Un monte de papel y de ilusión
con letras del color del corazón.

Mariano Estrada
Del libro Poeminos de amor (2013)

martes, 14 de diciembre de 2021

El recuerdo

 

Foto de Antoni Arissa (1900-1980)

El recuerdo

Los hombres, aunque provistos de elementales memorias, a veces evocamos el pasado con una intensidad meridiana. Por ejemplo, encontramos a un amigo de la universidad y durante unos instantes rememoramos nuestra antigua, numerosa y azacaneada aventura. Hablamos con irrefrenable emoción y nos reímos con auténtico gozo. Luego solemos decir, casi inevitablemente:
           -Parece que fue ayer, ¿eh?
           -¿Ayer? Parece que fuera ahora mismo.
           -Sí, se diría que aún lo estoy viendo.
          Uno de esos fuertes recuerdos, que en principio no parece perturbador ni comprometido, desde hace algún tiempo me viene a visitar a menudo. Y lo hace con tanta intensidad que, sin apenas complicidad de mi parte, me ocupa la cabeza como si esta fuera enteramente su casa. El recuerdo es este:
          Es de noche. Camino lentamente por la soledad de una calle conocida. Llevo un abrigo de paño que hace tiempo no uso, pero que reconozco. Hace un poco de frío. De esta forma, sin prisa en el andar, saboreando la noche, llego al generoso escaparate de una librería, que está perfectamente iluminado. Durante breves instantes, repaso los títulos expuestos que, lógicamente, gozan del carácter de novedad, cuando no de la condición de best sellers. No me atraen. O, para mejor expresarlo, me atraen en la medida en que lo hacen genéricamente los libros: con amor y respeto. No obstante, ninguno me induce a la lectura, acaso por escepticismo, acaso por un cierto desdén hacia la pléyade inmensa de autores contemporáneos. Pero hay otros, cuyo lugar en los anaqueles conozco de memoria, que ejercen sobre mí la fuerza de un imán; más aún: de un destino. Son muchos y de muy diversas índoles y autores, también de muchas edades.
          Incitado ávidamente por ellos, me encamino hacia la entrada de la librería, meto la mano en el bolsillo del abrigo, saco con naturalidad la llave de la puerta, la abro sin vacilación, entro, me dirijo a los estantes ocupados por mis libros favoritos, tomo uno de ellos, irrumpo en un pequeño despacho y allí, consciente de un halo a eternidad, me dejo caer en un sillón para que mis ojos se sacien en la lectura.
          Después de unas horas, invirtiendo religiosamente el camino, vuelvo a casa entre los flecos soñados del alba y la luz evanescente de las bombillas. Llego al portal, subo los peldaños de una fatigosa escalera, abro la puerta que me separa habitualmente del mundo y, en tanto tomo un respiro, me hundo en las espumas de un sillón con verdadero deleite. No recuerdo más, pues, al llegar a este extremo, los ojos se me cargan y me quedo indefectiblemente dormido.
          Cuando vuelvo a la realidad, tengo en la cabeza el sabor inconfundible de los sueños. ¿He soñado? No sé, aún me pesan mucho los párpados. Así que me incorporo para desperezarme y, trabajosamente, me dirijo a la cocina con la idea de preparar un café. De camino, con movimiento mecánico y rutinario, introduzco las manos en los bolsillos donde, sorprendentemente, mis dedos contactan con el frío metálico de una llave. “Vaya, ¿qué es esto? Mucho tiempo llevas ahí, hermana, porque hace muchos años que no me pongo este abrigo. Por cierto, ¿qué hace aquí este abrigo? ¿Por qué lo llevo encima? ¿Quién ha abierto el baúl para profanar tan viejas reliquias? Y ahora que caigo, ¿por qué he dormido en el sillón si ello va en contra de mi inveterada costumbre?”.
          Devuelto de este modo a la más clara vigilia, corro hacia el salón, temeroso y consciente del libro con el que voy a encontrarme. Allí está, en efecto, abierto sobre la alfombra. Al levantarlo, los ojos se me escapan hacia un determinado lugar, en el que puedo leer esta cita: “La vida y los sueños son hojas de un mismo libro; leerlas en orden es vivir; hojearlas, soñar”.Pero nada dice de los recuerdos que, sin embargo, pueden ser tan intensos como el sueño y la vida.
         Hace ya doce años que abandoné la gerencia de la librería; y otros doce, por tanto, que cesaron mis gozosas visitas nocturnas; pero si esta llave olvidada en mi bolsillo aún abriera la puerta, ¿quién podría deslindar la realidad del recuerdo? Más aún, abra o no abra esa llave, ¿quién deslinda ahora el recuerdo del sueño? ¿En qué momento exacto se funden, se confunden, se relevan? ¿Cuándo asalto el baúl para enfundarme el abrigo?
          Desde la más pura consciencia de la realidad (ignoro si esta afirmación es temeraria), yo confieso mis dudas. Tanto es así que a veces estoy tentado de acercarme a la librería y comprobar si, efectivamente, la llave aún tiene vigencia. A ojo de buen cubero, parece que la cerradura sigue siendo la misma.

Mariano Estrada
Del libro Vindicación de JLBorges, recogido en Los territorios de la inocencia (2014)

viernes, 10 de diciembre de 2021

El amor, el sueño, la fe



 Foto tomada de internet sin ánimo de lucro.
 
 
El amor, el sueño, la fe
 
-¿Cuál es el secreto de tus ojos claros?
-El amor.
-¿Cuál es el secreto de tu amor?
-La fe.
-¿Cuál es el secreto de tu fe?

miércoles, 8 de diciembre de 2021

Artículos sobre la Navidad: respuestas a determinados comentarios.

 

Alumbrado navideño de Vigo. Foto tomada de internet sin ánimo de lucro

 

Artículos sobre la Navidad: respuestas a determinados comentarios.

No los transcribo, pero quedan sobreentendidos en las contestaciones.

Recuerdos de la niñez
Hola, AM: en una bolsita junto a la ingle o en un recoveco del cerebro, lo cierto es que los recuerdos de la niñez, que son los recuerdos de la felicidad, no solo constituyen un valladar contra las adversidades, sino que son un racimo de verdades consolidadas en las que se alimenta continuamente el espíritu. En los primeros años ochenta, reflexionando sobre este tema, dejé escrita esta frase: “Es un hecho notorio que la ilusión se agota en el decurso del tiempo, a medida que avanzamos hacia la muerte. Por eso volvemos siempre al pasado, a recrear las ilusiones perdidas. Pero el pasado es recuerdo y el recuerdo es infancia, sobre todo; es decir, aquello que el descrédito no se ha atrevido a tocar”.

Estampa hogareña

 

Sagrada Familia, Gaudí, Barcelona. Foto tomada de internet sin ánimo de lucro

 

Estampa hogareña

Ahora que la religión católica-apostólica-romana está de capa caída en España, donde tiene apóstoles para su acoso y derribo, levantamos un templo católico-apostólico-romano en la ciudad española de Barcelona. Y, ahora que la familia tradicional está siendo desgarrada por el virus del nihilismo, y también por algunos políticos de convicciones superficiales, ligeras y evanescentes, la declaramos oficialmente Sagrada y le erigimos un templo en la ciudad española de Barcelona.

domingo, 5 de diciembre de 2021

Lobos y cacofondios en el bosque encantado, del libro "Tierra de robles. La novela de Martina"

 

Martina-Mariano. Presentación "Tierra de robles. La novela de Martina". Foto: Vicente Ibáñez

 

Lobos y cacofondios en el bosque encantado (Fragmento)

En todos los lugares que visitamos en Muelas de los Caballeros y sus entornos, que fueron muchos, nos hicimos las fotos de rigor, que es lo que suele hacer todo el mundo a estas alturas de la tecnología. En nuestro caso, además, las fotos son necesarias para que nadie pueda acusarnos en el futuro, ni siquiera como insinuación, de que todo lo que estamos contando en estas páginas es pura mentira

viernes, 3 de diciembre de 2021

Otoño en la fragua. Fragmento

 Cañón del Tera, Sanabria. Foto JMPiña
 
Otoño en la fragua (Fragmento)

Jacinto y Tiburcio pasaron la adolescencia y gran parte de la juventud encerrados en un seminario, donde estudiaron religión, música, latín, filosofía y otras muchas cosas.  No se hicieron curas porque, llegado el momento, se percataron de que realmente no tenían vocación sacerdotal, aunque estuvieron muy a punto. Así que regresaron al pueblo, donde sólo había casas y campo: pocas casas y mucho campo. En una de esas casas, de planta baja, su padre había puesto una fragua que luego abandonó por enfermedad. Ellos la heredaron y la convirtieron en una forma de vida. No es que fuera muy buena, pero el trabajo tampoco les mataba. Además, estaban siempre juntos y, entre martillazo y martillazo, tenían mucho tiempo para filosofar, porque, eso sí, los dos se consideraban filósofos, tal vez un poco poetas. Y puede ser que lo fueran porque en el pueblo nadie les acababa de entender...