de enredadera
que va trepando
por la pared.
que trepa y trepa
por empinados
que hay en la piel.
Soy artesano
de fino cuero,
talabartero
de tu querer.
Del libro El cielo se hizo de amor (1986)
Mariano Estrada
Página de literatura, en poesía o en prosa
Morir de noche oscura
Para Rosa
Tú
eres el alma de un poema
que está atado a mi vida,
la estela luminosa
que marca el horizonte de mis pasos.
Sin
ti,
el universo de mis días
y de mis noches
sería solamente
una estrella apagada.
Y
yo no quiero
que me quites la luz
para morir de noche oscura.
Alúmbrame,
envíame tus rayos
de plenilunio
y no dejes de ser mi lamparilla
de irradiación incandescente
y duradera.
Mariano Estrada
En Benasque, Pirineo aragonés, 1990
La Renclusa y el Forau de Aigualluts
Las aguas que se ven en la foto, provenientes del graciar del Aneto, van a parar al Forau de Aigualluts, al que caen precipitadamente y se las traga la tierra por espacio de 5 km. Vuelven a aparecer al otro lado las montañas que separan España de Francia, uniéndose a las aguas del Garona, un río que nace en el Valle de Arán, Lérida, y que en España tiene un recorrido de 47 km, frente a los 521 que tiene en Francia.
Almendros en Relleu
A Paco y Maruja
A mi modo de ver, el libro Años y
leguas es el mayor prodigio literario de Gabriel Miró. Se trata de un canto
generoso y totalmente entregado a las excelencias de nuestra comarca, la Marina
Baixa. Es cierto que desde que él escribió ese libro han pasado muchos años y
muchas cosas. Por ejemplo, la masía de la que él se enamoró, y en la que acabó
residiendo temporalmente, ya no existe: en su lugar hay un bloque de viviendas.
Estaba en Polop, como sabéis, donde solía pasar los veranos con artistas de la
talla de Oscar Esplá o Emilio Varela. En fin, que el progreso no ha pasado en
balde.
Una de las cosas que me llamó la
atención al leer por primera vez Años y leguas, y de esto hace ya muchos
años, fue la descripción de los paisajes, y, de una manera especial, las
referencias a esos árboles prodigiosos que se visten de luz anticipando la
primavera. Dejo aquí una cita suya que recogí en mi libro “Desde la flor del
almendro”. Dice así:
Caía una lumbre mojada en las
copas de los almendros.
Pues bien, esa lumbre la he visto yo
en muchos sitios, especialmente en Benimantell, en Benifato o en Tárbena, pero
también en Finestrat, en Relleu y en otros muchos lugares. Los ejemplares que
dejo aquí son de Relleu, donde nuestros amigos Paco y Maruja tienen una pequeña
casita para poder aislarse de vez en cuando del mundo y conectarse con los
árboles y los pájaros. Algunas veces los acompañamos en tan gozoso y bucólico
empeño.
Mariano Estrada
Ayer, 16 de febrero de 2023, falleció en Villajoyosa, el poeta José Payá Nicolau. Hoy, día 17, yo quiero despedirle con uno de mis poemas predilectos: Ser árbol. Además de poeta, fue bibliotecario de Villajoyosa y, en los últimos años, su cronista oficial. Que la tierra le sea leve y le acompañen siempre los libros. Un abrazo.
Día de los enamorados
El día 14 de febrero del año 270 d. C., el Emperador romano Claudio II -que
había prohibido los casamientos entre jóvenes- mandó matar a un cura llamado
Valentín, que luego sería santo y patrono.
-¡Qué horror! ¿Por qué?
-Porque haciendo caso omiso, casaba y omitía.
-Digo que por qué el Emperador había prohibido los casamientos.
Era solo un almendro
A Lidia,
que estuvo en el origen del poema
Era sólo un almendro,
junto al camino,
pero yo me topé
de frente con la dicha.
Era sólo un puñado
frágil de flores luminosas,
sin embargo, la sangre
se me puso de golpe alborozada.
Y yo cerré los ojos
para atrapar la miel,
para guardar en la retina
la imagen del instante,
que ya era también de las abejas.
Cuando florece el almendro, ¿florece también la poesía?
-No sé.
Siempre he pensado que escribir poesía es un acto de la voluntad antes
que un regalo de la inspiración, razón por la que he podido afirmar que,
para enfrentarme a ese toro, " yo no entiendo de ritos, como no sea el
de ponerse delante de un papel y de mirar hacia adentro para extraer una
vivencia sedimentada, una rosa incorrupta, una paisaje añorado, un
dolor, un gozo, una sombra vieja que ha medrado en el vértigo y la
noche". Eso es justamente lo que he hecho en este libro, mirar hacia
adentro donde, día a día, se ha ido sedimentando el afuera: ése al que
sin duda pertenezco y en parte ya me define.
Y de esa honda mirada, que surge de una libre apetencia, han nacido
estos versos. ¿Qué es, por tanto, la inspiración, sino una dama
obsecuente y generosa, abocada a la eclosión y al abrazo?
-Querido subterfugio:
Si como almendro
te vistes
no tan sólo de flor,
sino de alondras
que vuelan con la luz
hacia una artesa
de gozos.
Si como mar
deslindas
los ciclos de la luna
o redimes al pez
en un naufragio
de jarcias.
¿En qué te invertirás,
amor, como aire?
-Pues, mira, debo decirte que
No persigo la flor perecedera,
sino el flujo de polen, el origen
sucesivo del sueño y de la vida.
-¿El origen sucesivo?
-Sí, esa vida que emerge y fluye sin cesar, constante y tercamente. De manera que voy a
Apacentar la luz
en los inciensos del almendro
o en la mirra salobre que rezuma el mar.
Quiero
Mirar la lontananza como un
pacto de fe, un haz de lirios,
y ser con el paisaje la unidad,
no el centro.
Y, por último,
Cuando me tiemble el corazón
en las cenizas de la tarde,
mi luz será un cayado
de mareas en
constante mar.
Sobre ellas andaré,
por cuérnagos de luna,
oliendo a intimidad y a epifanía,
gozando en el jazmín
los atributos de la sombra
o el espeso decurso de la noche
hacia un amanecer
claro de almendros.
Porque debo decirte que
He soñado la flor
en las arenas de la noche
y en su polen desnudo
he templado la fe...
Mariano Estrada
Fragmentos del libro Desde la flor del almendro (1995)
Mi vida contigo
De niño ya me gustaba
tu forma de sonreír,
de adolescente te amaba,
después te he amado sin fin.
El barón rampante, de Italo Calvino
Un escritor con el que volví a subirme a los árboles.
Hace mucho tiempo, un amigo me recomendó que leyera un libro titulado El Barón rampante, de un escritor italiano llamado Italo Calvino. De manera que me fui a una librería, localicé el libro y, conocido el argumento, me lo llevé a casa y lo deposité en una mesa del salón con la idea de empezar a leerlo en cuanto me lo permitieran las ocupaciones. Debo decir, no obstante, que durante el resto del día no dejó de picarme la curiosidad. ¿Cómo era posible que a un escritor se le hubiera ocurrido una idea tan sublime y a la vez tan estrambótica y rimbombante? Y lo que es más: ¿quién tenía el ingenio necesario para poder desarrollarla de modo que el resultado fuera convincente, tanto para él como para los lectores? Fue del propio autor del que me llegó la respuesta. ¿Cómo? Leyendo su libro, naturalmente, cosa que hice de un tirón aquella misma noche. Llegué con él al alba, pero quedé tan satisfecho que no me costó nada entender el éxito rotundo de la novela.