Mariano Estrada, en la plaza de san Marcos, Venecia, sep. 1975
Palomas
desprendidas de un alero de barro
Iban a
volar incontenibles.
Para
eso nacieron.
En
vano las codiciaba la muerte.
Una de las cosas que quisiera conservar de por vida es la
capacidad de sentir: condición que creo suficiente para andar por este mundo con
el pecho descubierto, evitando no sólo las abulias e hipocondrías, sino también
los estímulos bastardos o artificiales.