Rosa, 2015. Tomándose un helado en El Campello
Cuarenta años de amor en tres momentos
El paraíso
Me alegran esos ratos de calma,
esas interrupciones de la actividad, esos momentos en los que la vida deja de
ser un exigente problema y el corazón, el cuerpo y la cabeza se tumban sobre una hamaca en el
entorno verdioscuro de la piscina. Me
alegran las gozosas evanescencias que los arácnidos del sueño van tejiendo
lentamente en tus ojos. Me alegra ese sosiego íntimo del que emana una profunda
serenidad y que solo ocasionalmente interrumpen los cantos de los pájaros. Me
alegra ese apagón momentáneo de la conciencia que se traduce después en
placidez, en vitalidad, en energía. Y me alegran esos rayos de sol que veo caer
sobre tu cuerpo en la plenitud de la tarde y del verano. Mirándote con estos
ojos de satisfacción y contemplándote con estos sentimientos de alegría,
comprendo muy bien tus repetidas advertencias preliminares: me voy al paraíso,
Mariano, espero que me respeten las serpientes.
La erosión
Es verdad que los años han
erosionado nuestra carne, nuestra piel, nuestra memoria… Pero la convivencia no
ha sufrido erosión y el espíritu no se ha visto abatido. Nos sigue quedando la
voluntad, la inocencia, el amor, la risa, la palabra… Esas cosas sencillas que
nos han mantenido siempre de pie y que no permitirán que nada ni nadie nos
separe. Si de mí dependiera, no nos separaría ni la muerte.
Más que ternura
A veces, al mirarte, tengo una sensación extremadamente
dulce, serena, placentera. La lógica me dice que es porque te miro con una
enorme ternura. Pero es más que ternura. Es un poso de amor que, terca y
lentamente, los años han ido depositando en mi conciencia. Porque en esos
breves momentos percibo claramente que no es tan solo mi corazón el que te ama,
sino la extensa totalidad de mi persona. Lástima que este sentimiento, que
conmueve las estructuras interiores y las vivifica, no pueda recogerse en unas
simples palabras. Decirte que te amo o que te quiero, siendo mucho, me parece
muy poco. Tendría que aflorar a mi semblante y a mis labios una fuente de
tiempo y de memoria para que, al decirlo, pudieras percibir la densidad amorosa
de mi sangre, mi olor a eternidad, mi sabor a tierra.
Del libro Rosa entre las rosas: cuarenta años de amor (2014)
Mariano Estrada www.mestrada.net
Paisajes Literarios
es precioso este relato de 40 años,me gusto muchísimo....Mar
ResponderEliminarHola, Mar: me alegra que te gusten estos fragmentos del libro "Rosa entre las rosas", en los que puede percibirse claramente cómo se transforma el amor en 40 años. Estoy seguro que tú lo ves en una bonita secuencia de imágenes y música.
EliminarGracias y un fuerte abrazo