De una nariz superlativa a una boca descomunal
A Quevedo
Normalizar
una boca grande requiere de algo más que de un manojo de gestos estudiados y
voluntariosos. Requiere la aceptación de quien la lleva en la cara todos los
días, como una parte de sí. Hay personas que no solo la han aceptado, sino que
incluso le han sacado un extraordinario partido: Ana Belén, Maribel Verdú,
Julia Roberts… Pero aún hay más: Francisco García Lozano, el feo de los
hermanos Calatrava, le ha sacado incluso un notable rendimiento profesional y
probablemente económico.
Por otra parte, Quevedo escribió el
conocido poema “A una nariz”, que a mí me llenó de regocijo al leerlo por
primera vez. Estaba en el colegio, tendría unos 15 años y no pude evitar
escribir estos versos:
Cuando sales
del mercado
de la ciudad de Madrid,
siempre sale
por la puerta
antes que
tú, la nariz.
Curiosamente, desde entonces no volvió a apetecerme seguir hurgando en semejante protuberancia y, ya de mayor, me incliné más por las honduras. Tanto fue así que, en un momento dado, no tuve reparos en escribirle un soneto a una boca.
A una boca
He pasado
una mano por la cara
y he
encontrado una boca sin frontera.
¡Unas
fauces! –me dije-, no pensaba
que la boca
era propia, no extranjera.
Bien mirado
–argüí-, no es demasiada.
Y emprendí
con la mano otra carrera
hacia el
ente facial, que no encontraba,
pues se
había arrugado en la ladera.
Sin embargo,
una mueca mal tragada
me produjo
una leve carraspera
y saltaron
los muelles hacia fuera.
Yo me dije:
normal, está forzada.
Con el
brusco tirón de la tosera
se le corren
las tintas a cualquiera.
Del libro Huellas de admiración (2022)
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