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miércoles, 30 de octubre de 2019

Palabras de José Carlos Gil en la presentación de los libros JIRONES DE LA VIDA y LA MIRADA DE MARTINA, de Mariano Estrada

José Carlos Gil, filólogo y profesor de literatura en el IES La Malladeta

Palabras de José Carlos Gil en la presentación de los libros
JIRONES DE LA VIDA y LA MIRADA DE MARTINA, de Mariano Estrada
El acto de celebró el 20-09-2019 en el Centro Social de Villajoyosa

Bona a vesprada a totes i a tots.
     Hablar de la obra literaria de Mariano creo que ya no es ajeno a ninguno de los que le conocemos,  tampoco nada extraño para los que solo se han acercado a él  a través de los más de veinte títulos que lleva a sus espaldas, que si no se asemejan por su dimensión física a las del aizkolari sí lo hacen por la capacidad de trabajo que han sido y son capaces de aguantar.

     Aunque Mariano y yo habíamos establecido un orden previo en la presentación de sus dos libros, yo me he tomado cierta licencia, que entiendo no le molestará, pues después de darle alguna vuelta al asunto creí que era mejor empezar por el final, es decir, por Jirones de la vida, y acabar por el principio, es decir, por La mirada de Martina. Si lo he decidido así, la causa no ha sido otra que la de dejar la guinda del pastel para el fin de fiesta, pues creo que a todos nos pasa que cuando nos ponen delante de las narices una comida de esas que nos hace  salivar en abundancia, el instinto nos dice que la parte mejor la guardemos para dejarla reposar no solo en la molicie de las papilas gustativas, sino también en el fondo de la memoria.
     Y por eso y aunque contravenga el consenso al que habíamos llegado, hablaré primero de Jirones de la vida. Un vocablo, jirón, que la RAE define así:
Pedazo desgarrado del vestido o de otra ropa
     La metáfora es muy del gusto de nuestro autor y aunque el término proceda del francés, esa jota tan castellana da al conjunto de reflexiones y sentencias toda la fuerza y robustez con que Mariano se enfrenta al mundo que habita y que lo habita.
     El amor, lo humano, lo divino,  la política y, como no podía ser de otro modo, el pensamiento y la poesía son objeto aquí de vívido análisis y aguda disección, por alguien a quien nada de este mundo le es ajeno. A lo largo y ancho del libro va descubriendo los entresijos de una vida vivida desde la honestidad y el compromiso con uno mismo que es un camino seguro y cierto para, sino poseer la verdad y la justeza por entero, al menos acariciar sus orillas, cosa nada desdeñable en estos tiempos que corren.
Al hablarnos de la crisis nos descubre la miseria, la hediondez  y la decrepitud moral de quienes  no solamente jugaron con el dinero de otros, sino también con sus vidas:
     Creíamos que el bienestar era poco menos que eterno. Pero el virus de la codicia se ha llevado por delante les certezas y ha teñido de oscuridad los horizontes. Allí donde había luz hay sombra, allí donde había calma hay desasosiego, allí donde había seguridad hay incertidumbre y angustia. Y peor aún: allí donde había despilfarro hay hambre.”
     La corrupción aparece al desnudo, sin tapujos, sin paños calientes. La degeneración política abarca todas sus formas y manifestaciones  a través de quienes han comido de la sopa boba años y años y se han creído que los únicos bobos eran aquellos que se la ofrecían, porque para el autor:
     Los políticos no solo no persiguen la corrupción, sino que se la pasan por el forro y se van con ella de juerga. Lo que si hacen es guardar determinados expedientes comprometedores bajo llave, a la espera de poder utilizarlos contra el adversario para restarle votos, quitárselo de encima o arrebatarle el poder. Mientras la Sociedad Civil no tome conciencia de ello y la denucie con absoluta seriedad, la corrupción gozará de muy buena salud. Y los políticos, detrás de una cara engañosamente consternada, dramática, circunspecta, se mearán llanamente de risa.”
     Políticos como Felipe González, José María Aznar, Zapatero, Arzalluz o Artur Mas son objeto de la mirada acerada  e incisiva de un  Mariano Estrada que no se deja seducir ni por tirios ni por troyanos. Y es que, como tantas veces me ha dicho, tiene la funesta manía de opinar sobre lo humano y lo divino, con la libertad que se deriva de no estar adscrito a ningún credo, salvo el credo poético que practica religiosamente y, por lo que hemos podido comprobar, hasta en exceso.
     Con poetas y escritores como Pessoa, Whitman, Borges, Miró, Unamuno, nuestro autor construye puentes que cruzan el tiempo y el espacio para establecer diálogos de una reciedumbre que es la prueba más evidente de la profundidad y dimensión de las múltiples lecturas que a lo largo de los años han ido llenando el zurrón de este poeta de tierras zamoranas que se ha dejado  ablandar por la brisa salobre del mediterráneo.
     Leer estos jirones, estos pedazos de vida que el poeta  ha ido reuniendo a lo largo de los años es una forma de adentrarnos en su pensamiento, de conocerlo a través de la palabra, de ir descubriendo quién es este escritor que se ha pasado más de media vida entre los versos y las escuadras, entre hojas en blanco y cartabones y rotuladores. Este hombre singular que decidió ser un día arquitecto técnico porque eso de la literatura era más bien cosa de bohemios, y poco o nada productivo, pero como él mismo se ha demostrado y nos ha demostrado a nosotros, la cabra tira al monte  y es difícil no ser lo que uno quiere y siente, porque como muy bien refleja en uno de esos jirones:
     ”No se puede vivir con una losa de piedra comprimiéndote el aliento. No se puede vivir con un martillo de hierro golpeándote el corazón. No se puede vivir sin airear las oscuras cavernas del espíritu.”
     Y ahora sí, por fin la guinda del pastel: LA MIRADA DE MARTINA.
     En este libro  Mariano se ha dejado la piel, se ha vaciado, como dicen en el mundo del deporte, porque eso de escribir poesía para niños, que algunos creen que es la forma más accesible y de menor dificultad para quienes escriben poemas, es justamente todo lo contrario, pues debes estar a la diminuta altura de tus interlocutores, debes estar preparado para arremangarte y chapotear en el fango, para recibir algún coscorrón y salir de la brega con algún chichón de más y algún diente de menos, debes  escarbar en los rincones olvidados de la memoria para poder llegar a entender aquello  que tú también fuiste.
     A Mariano se le cae literalmente la baba con su nieta y, si las cosas no mejoran, el que deberá llevar babi de aquí en adelante será él y no Martina. Pensad que incluso ha tenido que guardar en un cajón las reservas que tenía con respecto a la utilidad y necesidad de los smartphones y está convirtiéndose  -gracias a los sabios consejos de su nieta- en un habilidoso usuario de la tecnología 4G.
     Y es que los abuelos son los padres que todos querríamos tener: consentidores, permisivos, manirrotos y con un punto travieso y pícaro, que nos siempre se aviene con el criterio rígido y afectadamente circunspecto de las figuras paternas.
     Como os decía no es fácil escribir para los niños y por eso decía que aquí el poeta ha estado a la escasa altura de su interlocutora, pero seguro que más de uno os preguntaréis por qué decidió dar el paso, pues  la verdad es que Mariano tiene la puñetera manía de escribir, de escribir a troche y moche, de escribir en la ducha y fuera de ella, junto a las barcas que se mecen somnolientas en el puerto o bajo los almendros en flor, vamos que glosando al poeta Quevedo, con los pequeños cambios de rigor, “Érase era un hombre pegado a un bolígrafo-bolígrafo o teclado…..”
     Pues eso, que un día decidió que tenía que escribirle una carta a su nieta para celebrar su cumpleaños y empezó con la primera, siguió con la segunda y así hasta que la cosa se le fue de las manos y las musas, que como dice el autor en el prólogo “siempre andan enredando”, empezaron a meter cizaña y la carta cambió de vestido y  adoptó la forma más alegre y festiva del verso y sus cabellos fueron creciendo hasta transformarse en una exuberante melena de rimas juguetonas y redondeadas estrofas.
     El ritmo da los poemas, su aire de canción infantil, de juego de niños, cuando los niños jugaban hace ya mucho, mucho tiempo, de inocencia y de pureza y los diálogos, agilizan la historia, nos la acercan, nos la hacen más viva y presente, pues no deja esta de ser una historia de amor escrita en verso.
     Y es por eso que el autor, para que el lector supiera quién estaba al otro lado del libro tuvo el acierto de dar un pasa atrás en algunos momentos, o hacer mutis por el foro, y darle voz a la protagonista de esta historia de amor que no es otra que Martina y esos ojos inocentemente escrutadores con los que mira el mundo y nos lo descubre.
     A lo largo y ancho del libro van saliéndonos al paso poemas que desatan alguna sonrisa y nos hacen imaginarnos la escena de manera bien viva:

Mi abuelo está un poco loco
y tiene algunas manías.
Cuando rompe alguna cosa,
todas las culpas son mías.
     Pero también hay otros que nos dejan en la retina un relente húmedo y nos hacen cerrar los ojos por un instante para que esa incipiente humedad que nos entela la vista no pueda desbordarse y derramarse párpados abajo:
En la casa queda
un enorme hueco,
lleno de nostalgias,
lleno de recuerdos.
Y se te hace un nudo
al pensar en ello.
Las paredes hablan
con su voz sin eco.
 La familia muestra
pena y sufrimiento,
que ante ti se vuelven
corazón y besos.
Te queremos todos
con amor inmenso:
los primos y tíos,
los yayos y abuelos.
Cada uno tiene
su modo de hacerlo.
Unos con palabras,
otros en silencio.
Y estarán contigo
con amor sereno
tu mamá en la tierra,
tu papá en el cielo.
No habrá un solo día
sin que te amen ellos.
Ellos son el ancla,
tú eres el velero.
     Pero también vemos al abuelo orgulloso, como en el poema Los ojos de Martina:
Los ojos de Martina
son del color del caramelo.
Y además de melosos son hermosos.
¿Queréis saber por qué?
Porque lo digo yo, su abuelo.
     Y, como no podía ser de otra manera, el adulto se torna niño que corretea por las calles y callejuelas empedradas o de humilde tierra de su Muelas natal y se pierde por entre las sombras de rumorosos robles centenarios o trepa a las ramas próvidas de añosos castaños, mientras el agua canta saltarina entre las piedras que a su paso acaricia y pacen las vacas de grandes cuernos y rosadas ubres y cacarean nerviosas las gallinas y…
     Martina descubre al fin que aquellos cuentos de su abuelo no eran tales y que todavía existen los bosques encantados y los burros de redondos ojos tiernos y el silencio y el canto de los grillos y…la felicidad.
      Y aunque el tiempo quiere huir de los ojos del poeta, él se empecina en atraparlo en los de Martina y es que no somos ni más menos que recuerdos y vivencias, condensados aquí en poesía.
     José Carlos Gil
     Villajoyosa 20-09-2019

2 comentarios:

  1. Magnífico" Presentador". Ha hecho un buen trabajo José Carlos. Enhorabuena.

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  2. Pues estamos de acuerdo: José Carlos hizo una magnífica presentación. Todos los que participaron en el acto hicieron un magnífico trabajo. Cada uno en la parte que le correspondía. Gracias

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