Fotografía tomada en el Paraíso de Villajoyosa
Una flor en el
Paraíso… de Villajoyosa
En uno de mis paseos nocturnos por el Paraíso de
Villajoyosa, me encontré con esta flor que, en medio de la noche, exhibía una
belleza rotunda y solitaria. Es una flor abundante, pero ella estaba sola en la
penumbra. Por lo menos en un radio de 20 centímetros.
-¿Qué haces ahí, flor de terciopelo? –le dije.
-¿De terciopelo? –me contestó-. ¡Qué cursi y qué ñoño! Yo soy una flor, no una cortina o un vestido.
-Pero hermana…-¿De terciopelo? –me contestó-. ¡Qué cursi y qué ñoño! Yo soy una flor, no una cortina o un vestido.
-¿Ahora me llamas hermana? Tú eres tonto de capirote.
-Es que me trastocas las hormonas, me debilitas el pensamiento y la inteligencia, me reblandeces los sesos.
-Ya, y se te hacen agüilla los almohadones.
-Exactamente, y se me descodifica el cerebelo.
-Ya veo, ya veo… ¿Vas a seguir desbarrando?
-Todo lo que pueda.
-¿Por qué?
-Porque mi alma está llena de erizamientos impulsivos. ¿No
ves que soy un puro temblor y que levito contemplando tu belleza?
-Serás capullo…
-Sí, un capullo que está a punto de abrirse.
-Ya… ¿Por qué no sigues andando y me dejas en paz?
-¿Y no temes quedarte sola?
-¿Es que crees que van a violarme?
-No sé, puede que te pise un caminante de la noche.
-¿Aquí, en la alambrada?
-Bueno, a lo mejor viene una ardilla y te toca los
pétalos.
-Una ardilla no, pero hay un perro que se acerca todas
las noches a mear en este punto. A mear y a otras cosas más gordas. Creo que
las tienes bajo los pies…
-¡No me digas que he pisado una mierda!
-No se dice mierda, se dice caquita…
-¿Caquita? Eres una flor estúpida.
-No me insultes, recuerda que soy tu hermana.
-Vete a freír espárragos a la Robella.
-Los espárragos son ásperos, ¿no decías que yo era de
terciopelo?
-Sí, pero estás meada.
-¿Meada? Un hermoso perro me rocía cada noche con su agua
bendita. Ella me sirve para lavarme. También depone sus heces junto a mí, y
ellas me sirven para alimentarme y crecer. ¿No ves lo hermosa que estoy? ¿Por
qué reniegas ahora de mí, si decías que se te erizaban los pelos con mi
belleza? ¿Dónde ha quedado tu materia sensible? ¿Dónde tu galanura y tu
elegancia? Eres un pedo de lobo. ¿Por
qué huyes de una simple caca de perro?
Esas cosas me gritaba la flor, pero yo ya había cruzado
la carretera y me había metido en el mar para que la sal me quitara el insoportable
olor que desprendía mi alma.
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