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jueves, 1 de diciembre de 2022

Ausencia... O dolor

 

Rosa, en Chamonix


Ausencia… o dolor

Echada casi la suerte
miré hacia atrás y entendí
que ausencia vale por muerte
cuando la ausencia es de ti…
                    Del poema Mi vida contigo

Amanecí boca arriba. Abrí unos ojos helados y redondos, que tropezaron con el cielo raso del techo. Una lágrima íntima resbaló por las grietas de la realidad, que era cruda y dolorosa. Te busqué desesperadamente, pero la habitación, aún oscura, ya había sido ocupada por tu

Ausencia

Despertar y no verte
es sentir el horror de que te has ido.

Acostumbrar los ojos
a tanta claridad, a tanto espacio,
percibir la tristeza en el espejo,
¿no es acaso sufrir
tu ausencia insoportable
en el lado desnudo de la cama?

Al incorporarme del sueño prendí la luz del día. Miré por la ventana y todo estaba en su sitio: el mar, los árboles, la algarabía amontonada de las gaviotas… Entonces comprendí que había tenido un momento de debilidad, pero la luz me devolvía a la fe y, cuando llegara la noche, yo podría volver a cantar con esperanza, que es precisamente

Lo esencial

Hoy te quiero decir que ni el rocío
fugaz de la mañana, ni la sombra
del tilo al mediodía,
ni el reflejo del mar
bajo la luna blanca de la noche,
se han interpuesto en el camino
que me lleva hacia ti.

Nada me ha distraído de tus ojos
luminiscentes, de tus labios
mojados y entreabiertos,
de tu pecho agitado por las altas
turbulencias del corazón.

Esta es la hora, esto lo esencial.
Hoy discurre mi sangre
por arterias que van hacia tus besos.

Bajé las escaleras de la fe y me dirigí a los territorios de la cocina, que está tres metros más baja. Tomé un café con galletas y con dudas. Salí al jardín, el sol se estaba ocultando bajo una actualidad de nubarrones, de cielos encapotados, de tormentas. Hasta que un rayo gritó dentro de mí:

Me dueles

Nada le quito a mis rotundas
declaraciones amorosas
si de pronto te digo que me dueles.

Me duele la certeza
de que tus ojos no podrán ser míos,
de que tus labios
no dejarán jamás
de ser mi tentación de cada día.

Quererte tanto
es la razón insoportable
de mi dolor sin fin y sin remedio.

La noche llegó con una calma oscura. Sentí la soledad en la conciencia y tuve miedo. Miedo de acostarme nuevamente porque sabía que estar solo era el preludio de un amanecer con llanto.

Mariano Estrada
Los poemas pertenecen al libro Amores colaterales (2006)

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