Rosas blancas, La Caleta-Eurotenis, Villajoyosa
Estas preciosas rosas blancas están (o estaban, porque ya
sabéis que las rosas son extremadamente efímeras, aunque la Rosa sea eterna) en
el margen del camino que lleva a la playa de La Caleta. Estaban allí, ofrecidas
a los eventuales usuarios del camino, pocos o muchos. Muy erguidas
ellas, muy firmes, muy conscientes de su contribución a la causa del amor, de
la bondad, de la belleza… Aquellos que se paran a contemplar una rosa, lo hacen
con devoción y con ternura. La ternura es, tal vez, el sentimiento más hondo
que puede inspirar una rosa.
Te diría
Te diría que templaras el acero
refundiendo el corazón
en una artesa antigua de sangre,
que ocuparas el dosel de la caricia añeja,
que fueras el temblor de lo vital, de lo sagrado,
levadura del pan, perfume bueno.
Te diría que templaras el acero
refundiendo el corazón
en una artesa antigua de sangre,
que ocuparas el dosel de la caricia añeja,
que fueras el temblor de lo vital, de lo sagrado,
levadura del pan, perfume bueno.
Te hablaría de palomas mutiladas,
de gérmenes truncados por la mala yerba,
corazones desangrados por las aves de rapiña y
dejados gravitar hacia una muerte en sombra.
Te hablaría del desierto, del vacío,
del tren que no es un tren
si no lo espera nadie,
del escaso dios que deja
la batahola gremial de los narcóticos.
Te hablaría del infierno, si supiera.
Pero yo, constante humo,
me he esparcido en el aire y...
ya ves, ya ves...
Sólo se hablar de la rosa.
corazones desangrados por las aves de rapiña y
dejados gravitar hacia una muerte en sombra.
Te hablaría del desierto, del vacío,
del tren que no es un tren
si no lo espera nadie,
del escaso dios que deja
la batahola gremial de los narcóticos.
Te hablaría del infierno, si supiera.
Pero yo, constante humo,
me he esparcido en el aire y...
ya ves, ya ves...
Sólo se hablar de la rosa.
Del libro Azumbres de la noche (1993)
Mariano Estrada, 27-08-2016
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