El Charco, Villajoyosa. Foto M Estrada
Sustancia de un
paisaje
El Charco, Villajoyosa
El Charco, Villajoyosa
Miro la imagen que tengo ante los ojos y la veo más o menos
bonita, pero no reproduce las sensaciones que tuve mientras contemplaba directamente
el paisaje: los árboles, los arbustos, las hierbas, la orografía, el cielo, los
colores, el mar. ¿Qué hay de aquella realidad en esta fotografía? Un tenue
reflejo. Es como si se le hubiera ido la densidad, el pulso, la esencia, la
sustancia.
Miro nuevamente la fotografía. Y es hermosa. Pero tiene una
cierta planitud en los relieves, no se mueven las hierbas, no impregnan el aire
los olores, no se oyen los cantos de los pájaros ni el crujido de las ramas, al
pisarlas. No se percibe la evidencia de que las cosas te miran, te sienten, te
tocan, te comprenden, como tú las comprendes a ellas y las miras y las oyes y
las escuchas. Y sientes que las penetras como ellas te penetran a ti.
Hay una corriente osmótica de savia, de sangre, de vida; una
comunión de espiritualidad y de carne, una compenetración de espíritus
disímiles y complementarios. ¿Tienen espíritu los árboles y las plantas? ¿Tiene
espíritu el aire? ¿Tiene espíritu el mar? Todo esto no lo veo en la imagen,
aunque es verdad que lo recuerdo muy bien y, si cierro los ojos, lo revivo.
Soy consciente, no obstante, de que la fotografía es tan solo
un reflejo de aquella realidad que contemplaron mis ojos, que oyeron mis oídos,
que sintieron mis manos y mi corazón y que admiró apasionadamente mi alma.
Quisiera que, al mirar la fotografía, mis pies se hundieran
en los socavones del suelo y tropezaran con los matojos de hierba. Quisiera
revolcarme entre esa hierba hasta saciar la necesidad de acariciarla. Y luego
andar hacia el mar para lavar en él las cicatrices de mis heridas.
Mariano Estrada, 03-08-2016 www.mestrada.net
Paisajes Literarios
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