Á. Valdivieso y M. Palazón arropando a M. Estrada, Benidorm, Foto de Vicente Ibáñez
Palabras de Mariano Estrada en la presentación de
su libro Antología poética
Benidorm,
9-5-2025
Buenas tardes
Como Ángeles Valdivieso ya ha hablado de la Antología, yo voy a hablar ahora de los fundamentos sobre los que, de un modo o de otro, se ha venido apoyando mi poesía hasta la publicación de mi primer libro y los lugares en los que esto ocurrió:
1.- Muelas de los Caballeros, hasta 1960. La poesía inconsciente
Paradójicamente, yo nací en un lugar donde no había un solo libro que fuese exclusivamente de poesía. Claro que la poesía, la auténtica, estaba allí con nosotros, en el humo de las chimeneas, en el vaivén de las mieses bajo la brisa, en el nido amoroso de los pájaros, en las bardas de los corrales, en las flores cárdenas del brezo... Y en la amorosa y variada vida de la familia, los animales y los vecinos. Sin saberlo, allí se impregnó mi espíritu de ese aluvión de poesía natural que luego, con los años, terminaría plasmando en el papel. No era consciente de que la estaba viviendo, pero allí nació en mí el concepto que muchos años después he llamado “La poesía que se vive”.
2.- Colegio Virgen Camino (1960-1965). La poesía que se escribe
Muy
por el contrario, la poesía que se escribe, la de los libros, la descubrí en el
colegio Virgen del Camino, León, un internado de dominicos donde se daba una
enseñanza humanista que incluía el latín, el griego, la música, la poesía y el
deporte. Allí descubrí a algunos grandes poetas, de los que apenas sabía su
nombre: Espronceda, Azorín, Calderón, Pemán, Garcilaso, Quevedo, Juan de la
Cruz, Teresa de Jesús… Y allí nacieron, como jugando, mis primeros poemas, si
pueden llamarse así.
Por ejemplo: de La
canción del pirata, de Espronceda, hice una parodia de la que solo recuerdo
estos versos:
Con dos vestidos de gala,
sebo y grasa en las caderas
y un par de medias mojadas
en las patas delanteras…
Así mismo, hice una parodia de la Oda al dos de mayo del poeta Bernardo López García, cuyo patriotismo es difícil de superar. Un patriotismo que yo remedé de esta forma:
Oigo, Patria, tu aflicción
y escucho el triste cencerro
que suena al correr el perro
tras el gato maullador.
Sobre tu invicto pendón
veo arrogantes leones
que usan los tirabuzones
que en las bombas, de entremeses,
arrojaron los franceses
contra nuestros batallones.
3.- Madrid (1965-1973) La poesía supeditada. ¿A qué? A cosas más apremiantes:
vivir, reír, estudiar, leer, disfrutar…
En Madrid me planté por la brava, sin tener un
horizonte claro ni despejado. Tras rodar por varias pensiones, me instalé en
una Residencia universitaria gracias a una generosa beca que me cubría todas
las necesidades, incluida la comida, los libros y las 500 pts que me daban para
transportes, la mitad de las cuales acababan en el estanco.
Dicha Residencia, llamada san
Fernando, se situaba en la calle Arturo Soria en su cruce con la autopista de
Barajas. A nivel de esta última había un recinto con una gasolinera y una
cafetería llamada Santa Marta, a la que solíamos ir los residentes más de una
vez al día.
Pues bien, en esta cafetería quedé yo
una tarde con una amiga. Llevaba en el bolsillo un poema titulado Vocación,
que acababa de escribir. Se lo dí a leer. O sea que la sometí a una tortura
implacable, ya que se trataba de un poema rimado de 45 versos endecasílabos
divididos en 9 estrofas. Pero ella aceptó el reto con gusto y lo leyó con
serenidad hasta llegar a la última estrofa, en la que tuvo un pequeño sobresalto:
-Mariano -me espetó-: ¿Pero qué has
hecho? Has estropeado el poema, te lo has cargado en los últimos versos. Y ha
sido a propósito.
Así era, le había clavado un puñal al
poema, emulando a aquellos pintores que, para protestar por la proliferación de
bodegones, se propusieron pintar un bodegón y clavarle un puñal, un puñal que
quería decir lo siguiente: hasta aquí hemos llegado. ¡Bodegones fuera! Pues
bien, yo solía hacer lo mismo con los poemas que escribía, que no eran
demasiados, pero las razones por las que lo hacía no eran las mismas. Creo que
lo hacía por diversión.
Mi amiga me hizo prometer que acabaría
en serio el poema. Y así lo hice. Es más, lo presenté al concurso de poesía que
casualmente había convocado la Residencia en la que me alojaba. ¿Y qué pasó?
Que ganó el concurso. Sin embargo, cuando abrieron la plica descubrieron que el
autor era yo, Mariano Estrada, al que todos conocían porque estudiaba
aparejadores y jugaba al fútbol. No podía ser que, habiendo allí tantos
estudiantes de letras, ganara el concurso un estudiante de aparejadores.
Y, como no podía ser, le llevaron el
poema a un filólogo de la Universidad. Y este, para echar más leña al fuego,
les dijo que podía tratarse de un poema perdido de Calderón de la Barca o de
Garcilaso de la Vega.
Ante semejante declaración, los
jurados se quedaron patidifusos, naturalmente, pero yo sentí que había ganado
un gran premio: el que acababa de regalarme el filólogo.
Me citaron en la cafetería Santa
Marta, donde mi amiga me había hecho prometer que acabaría en serio el poema. Y
me cosieron a preguntas: “¿Desde cuándo escribes, Estrada?” “¿Has escrito otras
cosas?” “¿Las podemos leer, Estrada?” Y así hasta a uno de los jurados se le
acabó la paciencia y me dijo directamente que me quería:
-Vamos a ver, Estrada: nosotros nos
vemos todos los días, jugamos juntos al fútbol, desayunamos, comemos y cenamos
juntos. Tú estudias aparejadores, ¿de quién es el poema?
Pero yo me mantenía en mis 13, ya
que no había 12 ni 14. De modo que les dije bien claro:
-Ya podéis darle vueltas. El poema seguirá
siendo mío. Y las influencias también.
Me dieron
el premio, que consistía en la Obra completa de Vicente Aleixandre, poeta que entonces
estaba muy de moda. Y, en amoroso agradecimiento, yo le regalé el premio a mi
amiga. Os puedo asegurar que dormí muy tranquilo aquella noche.
Unos años después (1977), a este gran poeta le
concedieron el Nóbel de Literatura. Y yo, modestamente, le escribí un artículo titulado "El hiperrealismo de Vicente Aleixandre".
Para entender mejor algunas cosas referidas al poema, especialmente la pronunciación del filólogo, voy
a leer la primera estrofa del mismo:
Atalaya anhelada y perseguida,
blanco matiz de la negra espesura,
luz de la sombra y claridad oscura,
que asumes mi pensar tan escondida,
trocando mi sentir en amargura.
Pero en mi etapa de Madrid, además del poema Vocación, escribí algunos otros, como La aldea. Y a este, por fortuna, no hubo puñal que lo atravesara. Leo un fragmento:
Se fueron los hombres
dejaron la aldea,
y queda un anciano
que vaga
las calles desiertas.
Se fueron los niños,
quedó la tristeza.
La sufre un anciano
que tiene
cariño a la tierra.
…
Se fueron los hombres,
quizás ya no vuelvan.
Las casas se cubren,
vacías,
de cielo y estrellas.
Tal como puede apreciarse, el poema habla de la emigración, que empezó sobre el año 1960 y fue el preludio de lo que ahora llamamos la España vaciada.
4.- Villajoyosa, de 1973 en adelante. La poesía que progresa
A Villajoyosa llegué en un seiscientos descapotable de
color blanco. Era el año 1973, un poco antes de Semana Santa. Traía conmigo,
además de un hatillo de ilusiones, una provisión liviana de dinero y una
pequeña maleta no mejor proveída: un poco de ropa, los documentos
imprescindibles para ser una persona de bien y unos cuantos libros con los que
siempre me ha gustado viajar, casi todos autorizados por la censura.
No os voy a contar todas las
vicisitudes literarias ocurridas en Villajoyosa. Lo que sí os puedo decir es
que a principios de 1974 conocí a la que luego sería mi mujer, Rosa Corrales
García, y a partir de entonces empecé a sentar la cabeza. La lectura, que nunca
había abandonado, se convirtió en una aliada imprescindible e inseparable
(hasta el punto de que una librera joven, al ver que compraba tantos libros, me
dijo con la mejor de sus sonrisas: ¡cómo se nota que te aburres, Mariano!) y la
poesía empezó a adquirir un carácter más serio, con independencia de que en
algunos casos fuera incluso de humor.
Diversifiqué los temas y las formas,
utilicé más el verso libre y la prosa: relatos, cuentos, artículos, incluso
escribí una novela que acabé perdiendo en un traslado de domicilio.
En los inicios de la Transición, año
1977, le dediqué un poema a Miguel Hernández, titulado Versos. Digamos
que en aquellos momentos, Miguel Hernández tenía una importancia capital para los
que, como yo, estábamos ilusionados con un inminente futuro que se llamaba
Democracia. Voy a leer un fragmento:
Trozos de cárcel y pueblo,
filos de reja y espada.
¡Cuánto es el luto del hierro
tras las paredes de España!
Uno es el santo: lo negro;
una es la seña: la patria.
Dos es la sangre del pueblo,
tres es el pueblo que sangra.
¡Qué vas a hacer, compañero,
sino llorar por España!
Para terminar, quiero a leeros un poema que, poco después de conocernos, le
dediqué a Rosa. Se titula Tus ojos y fue el primero que le escribí:
Tus ojos silencian la noche,
tan llenos de calma,
tan quietos.
Tus ojos acallan las ramas,
juguetes que bailan
al viento.
Tus ojos envuelven la niebla
que llena la alcoba
de sueños.
Parecen dos leños que arden
quemando las noches
de invierno.
El cielo se agolpa en tus ojos,
tejiendo la noche
de negro.
Tejiendo las horas nocturnas
de cosas que quitan
el sueño.
Tus ojos, mujer, amontonan
calor de mis años
enteros.
Los años que fueron perdidos
de noches gastadas
sin ellos.
Bien, aquí acaba mi intervención. Os dejo en buenas manos: Miguel
Escrig, Manuel Palazón y Nicolás Pardo, tres hombres curtidos en muy anchas
batallas literarias y teatrales. Nos van a leer varios poemas de la Antología
y, como guinda del pastel, nos van a ofrecer la lectura dramatizada de una
pequeña pieza de teatro, Tragedia de un avaro, que tiene tres personajes: el avaro, el esclavo y el
narrador. Tres personas distintas y una sola intención verdadera: la de agradar
al público, al que desde aquí damos las gracias por asistir a este acto.
También le doy las gracias a Ángeles
Valdivieso, que ha hecho una magnífica presentación del libro. Y, cómo no, a la
Concejalía de Cultura, al bibliotecario Fernando y al Ayuntamiento de Benidorm,
por habernos facilitado esta sala.
Mariano Estrada, 9-5-2025
Una larga trayectoria poética iniciada en el río Fontirin y que a dìa de hoy perdura y se amplía en la orilla del mar Mediterrano en la Vila Joiosa...
ResponderEliminarOrquídeas marianas permanentemente floridas en forma de poemas.
Joan Piera
Hola, Joan: me pareció interesante contar el proceso por el que ha tenido que pasar "mi poesía" antes de salir a flote, cosa que hizo con la publicación de mi primer libro, "Mitad de amor, dos cuartos de querencias" (1984). A partir de ahí, empezaron a florecer esas orquídeas marianas con forma de poemas. Lo de las orquídeas marianas me ha hecho gracia. Yo creía que las orquídeas eran todas juanescas. Gracias y un abrazo
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