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viernes, 20 de mayo de 2011

¿De qué se sorprenden?

Foto tomada de internet sin ánimo de lucro

¿De qué se sorprenden?

Harán mal nuestros sorprendidos políticos si, tras las elecciones del próximo domingo, día 22 de mayo, pretenden seguir montados en el mismo burro dócil que les ha traído hasta aquí, ignorando la indignación de los miles de personas que están saliendo a la calle y sobre las que, por cierto, tantas tonterías dicen y tantas maldades insinúan ¿De qué se sorprenden? Hace mucho tiempo que aparecieron los primeros nubarrones en el ahora encapotado cielo social, hace mucho tiempo que la gente está perdiendo el trabajo, hace mucho tiempo que los menos favorecidos no tienen nada que llevarse a la boca, salvo la caridad ¿O creen los políticos y mandamases que es posible vivir de la caridad y no acabar generando amarguras, cabreos, indignaciones e incluso una sonada revolución?

miércoles, 11 de mayo de 2011

Recordando a Cela

Foto tomada de internet sin ánimo de lucro


Recordando a Cela

Un día como hoy, 11 de mayo, pero de 1916, desembarcaba en Galicia un niño del que nadie sabía la guerra que iba a dar en el mundo, que ha sido mucha. Sin embargo, se diría que sus padres algo intuyeron, ya que le dotaron de esta gavilla de nombres: Camilo José Manuel Juan Ramón Francisco de Gerónimo Cela Trulock. Lo de Cela Trulock parece un chiste, después de esa sucesión nominal, tan larga como una reata de mulas. Sin llegar a igualarla, me recuerda la de un compañero de residencia de Madrid cuyo padre tenía una fijación patológica con los romanos. Tanta que dejó en el futuro de su hijo una fuente de la que manaban borbotones de risa:

-¿Cómo has dicho que te llamas, Chaval?
-Me llamo Quinto Septimio Florente Tertuliano García Vega.
-¿Y dices que a tu padre le gustan los romanos?
-Eso digo, sí.
-¿Y no será tu padre una reencarnación de alguno de ellos?

Los nombres son exactamente gloriosos, pero el remate de los apellidos es sencillamente genial. ¿No quieres caldo? Dos tazas. García Vega. Dos hermosas tazas.

Cela fue un escritor celebérrimo, prolífico y controvertido que no dejaba a nadie indiferente. Digamos que nació en Padrón y que salió picante. Le dio esplendor a la lengua, de la que fue un ilustre académico, a pesar de que la suya, en ocasiones, era un vendaval escatológico.

Dejo aquí un artículo con algunos datos informativos y algunas opiniones personales. También dejo uno de los poemas que le dediqué en su día en mi primer libro. Por cierto, ayer llegó el último a mis manos. Se llama “Gotas de hielo” y pronto estará en las librerías.

Un abrazo


Recordando a Cela

La primera vez que yo oí hablar de Cela fue en el curso 61-62, si no me traiciona la memoria. Yo estaba entonces estudiando en un internado de dominicos llamado Fundación Virgen del Camino, de León. A Cela lo nombró un compañero como al desgaire. Creo que era asturiano (aunque no descarto que fuera gallego), y el profesor, el padre Eduardo, se vio tan sorprendido que aquello concitó mi interés.
-¿Y de qué conoces tú a Cela? –le preguntó al guaje.
-Pues no sé, de oírselo a mi padre, me parece.
El padre Eduardo, que nos leía en clase “El puente sobre el río Kwai”, entre otros tochos, nos ponderó tanto a don Camilo José Cela que a mí no me sorprendió en absoluto su posterior popularidad en España. Si lo había dicho un fraile, iba a misa. Tampoco me sorprendió mucho cuando en 1989 le dieron el Nóbel, lo que obligó, por cierto, a que unos años después (1995) le dieran también el Cervantes, que políticamente se le resistía, como es notorio y sabido. El Príncipe de Asturias lo había recibido ya en el 87.

Lógicamente, a Cela lo leí en cuanto pude. O, mejor dicho, en cuanto quise, pues lo mismo que un tiempo me dio por leer a borbotones y leí hasta “El Criterio” de Balmes o “El Contrato Social” de Rousseau, hubo un tiempo anterior durante el cual no solía leer ni Mafalda. Por el contrario, me dedicaba a vivir. Madre de Dios, ¡y qué hermosa era la vida!

Lo primero que leí de don Camilo no fue La Colmena, ni la Familia de Pascual Duarte, ni Viaje a la Alcarria. Creo recordar –aunque tampoco estoy muy seguro- que fue un libro menor, con el que me desternillaba de risa y cuyo título ahora no recuerdo. Tampoco era “Garito de hospicianos”, ni “Timoteo el incomprendido y otros apuntes carpetovetónicos” ¿Sería, tal vez, “Historias de España. Los ciegos. Los tontos”? Tal vez, pero no puedo jurarlo. ¿Y por qué lo vas a jurar, hombre de Dios, si nadie te lo pide y, como bien dijo Borges, todo juramento es un énfasis? No jures. Continúa.

En fin, luego leería esos libros y otros, como “Mazurca para dos muertos”, que me gustó bastante bastante, incluso mucho mucho. O como “Cristo versus Arizona”, con el que acabé al borde del ahogo. O como “La Cruz de San Andrés”, que es la mayor cagada que he tenido el gusto de abandonar a media lectura. Se trata de un libro malo de solemnidad por el que, no obstante, en 1994 le dieron el Planeta. Menos mal que era un plagio, o pudo serlo, que no sé yo aún si han dictado sentencia los jueces.

Lo último que leí de este gallego universal y genio de las letras, tan venerado como criticado y odiado –odiado por su oficio de Censor en determinada época del franquismo- fue “Madera de Boj”, un libro con el que Cela, sin dejar de ser quién era y manteniéndose fiel a su estilo, se aproximó por momentos a la lírica. Y ello a pesar de que el tema tiene un fondo luctuoso, además de un fondo marino. En realidad es un recuento de muertos en la procelosa y mágica y nunca bien ponderada Costa de la muerte.

Durante los primeros años de la Transición, Cela se significó mucho en determinados medios de Comunicación, como la Revista Interviu, en los que levantó encendidas polémicas con ciertos artículos que algunos tildaban de groserías. También se significó en el Parlamento, donde era senador por designación real. Dicen las malas lenguas que allí se calcó un cuesco de arte mayor, vamos, así como arrastrado y morrocotudo. Y debe de ser verdad porque yo le dediqué un poema titulado “El pedo”, le mandé el libro en el que estaba publicado y él tuvo la amabilidad de contestarme dándome las gracias. Y añadiendo: “Uno, en su humildad, con la boca, las manos, el culo y los cojones va haciendo lo que puede” (Cito de memoria, pero tengo por ahí la tarjeta que Cela me envió).
Y, en efecto, con el culo hacía maravillas, o al menos se jactaba de hacerlas. Por ejemplo, succionar litro y medio de agua, tal como quiso hacer en un programa de televisión presentado por Mercedes Milá. La que no se atrevió fue ella, a quien le recularon las gónadas y no le sacó la palangana que le pedía. ¿Se hubiera bajado Cela los pantalones en público y nos hubiera enseñado su despampanante y carnal culo, que puede imaginarse muy poco literario? La respuesta después de la publicidad.

Posdata: os dejo aquí un soneto del mismo libro y con la misma dedicatoria que el aludido en el texto.


Argumentos, razones y disquisiciones

A Camilo José Cela

Ocurre que este pueblo de pasiones,
quijotes, greguerías y esperpentos,
carente en las disputas de argumentos,
invoca por razón a los cojones.

Lo afirmo yo, que tengo de españoles
la lengua, la razón, el pensamiento.
Y abundo en español pronunciamiento
que no hay en esta ley contemplaciones.

Así que no vengáis con excepciones,
vosotros, estudiosos de talento,
sabiendo que no alteran el recuento.

Si bien podéis hacer aditamento,
saber que es en la forma. De intenciones,
lo mismo da pelotas que balones.

Mariano Estrada, del libro “Mitad de amor, dos cuartos de querencias” (1984)

Página web http://www.mestrada.net/ Paisajes Literarios

lunes, 9 de mayo de 2011

De vacas y de víboras


Foto tomada de internet sin ánimo de lucro


De vacas y de víboras


Queridos amigos:

Hace unos días colgué en este Blog un post titulado “La víbora”. Se trata de un texto en el que se abordan desenfadadamente ciertos aspectos de estos reptiles sobre los que conviene estar informados, ya que su mordedura es venenosa y, si no se remedia a tiempo, puede ser mortal.

Dicho texto lleva un pequeño preámbulo y, en éste, aparecía una chica a la que, a pesar de tener novio, sólo había dos cosas en el mundo que le causaban respeto: las víboras y las vacas.

Pero he aquí que a un amigo de Valencia, llamado Agustín, las víboras no le llamaron la atención, y sí la chica y las vacas. Lo cual me sorprendió sobremanera, porque el motivo del relato no eran ni la chica ni las vacas, sino las víboras. Total, que me vi en la necesidad de escribir unas líneas sobre las vacas, que he recuperado para exponerlas aquí:

Con un abrazo


De vacas y de víboras

¿La chica? Mal puse el ejemplo, compañero, si, queriendo yo atraer la atención sobre las víboras, tu te has fijado en la chica y en las vacas... Y de ahí, por no sé qué vericuetos de la imaginación, has llegado a la maldad de la primera, conectando así con la víbora, y a la bondad de las segundas, concretándola en el queso y en la leche y olvidándote por completo del arado y de la carne Y digo yo: ¿es que no has oído hablar nunca del estofado de vaca?

Pues bien, el miedo es libre, querido Agustín, y hay vacas y vacas. En Muelas de los Caballeros ha habido algunas torcidas y éstas han infundido siempre cierto respeto. La de Severiana, a la que yo he tenido el gusto de conocer personalmente (“el gusto es mío”, mugía ella sin disimulos), es una digna representante de estas últimas. Lo sé de buena ley, pues amén de ser su vecino ocasional, fui sufridor indirecto de una de sus embestidas. Las víctimas, Rosa y Charo, que son respectivamente mi mujer y mi hermana. Eran vacaciones de Navidad, estábamos en días de matanza, hacía frío, había nieve en las calles… Por encargo de mi madre, Rosa y Charo habían ido a buscar a una casa vecina la máquina de picar los chorizos, que va sobre una tabla como las leyes de Moisés, aunque ésta era más larga y más estrecha y su propietaria era Bea, la tendera del barrio.

Y ahí vino el problema porque la vaca, que las guipó desde lejos, al acercarse las embistió como un toro despendolado. Instintivamente, ellas soltaron el armatoste, se pusieron a correr y, por fortuna, llegaron salvas a casa. Eso sí, llegaron con angustias, con pálpitos, con histerias, con sofocos... Y también llegaron descalzas, como carmelitas, ya que los zapatos, al correr, se les habían perdido en la nieve.

Dicho lo cual, podríamos llegar a la siguiente conclusión: con vacas como ésta ¿para qué temer a los toros y a las víboras? Pero no, lo que decimos es que, al lado de los toros y las víboras, las vacas son postes de la luz, incluidas las de peor catadura. Por no decir mansedumbres, que en realidad es lo que son, sin necesidad de ir a la India a sacralizarlas. En efecto, las vacas son nobles y buenas. Y dan leches y carnes y alegrías. Además, son trabajadoras infatigables y tienen un aspecto de bondadosa pesadez ¿Cómo van a dar miedo con esa pinta, a pesar de su cornamenta descomunal y más o menos desparramada?

No, miedo exactamente no dan. Dan coces. Acaso a veces dan risa... De hecho, yo me he reído mucho con la historia de mi mujer y de mi hermana. Me reí sobre el terreno, cuando vimos que todo había quedado en un susto. Y, desde entonces, me río cada vez que se la recuerdo a Charo y a Rosa. A decir verdad, ellas son las primeras que se desternillan, olvidándose de que pudieron ser corneadas, arrojadas por los aires, machucadas contra el suelo y finalmente “esmurniadas” (*) (Este localismo lo decía mucho mi madre, pero ella no le ponía comillas)

En cuanto a los toros, siempre me he admirado de que un solo macho pudiera cubrir a tantas hembras. ¿Doscientas, trescientas? Con días por delante, claro. El apareamiento es interesante de ver, especialmente cuando la vaca se encorva, porque ello quiere decir que ha llegado al orgasmo. Los toros son hermosos y fuertes. Eso sí, hay que mirarlos de lejos. Las víboras no me han hecho nunca reír...

¿Y la chica? La chica era buena, muy buena, casi óptima, casi pluscuamperfecta. Lo que pasa es que la declaración de sus miedos está un tanto sacada de contexto. De todos modos, hay que estar delante de una vaca en un callejón estrecho y con una difícil salida ¿Te sitúas, Agustín? La inmensa mole que crece, los cuernos que se agigantan, las aguas que empiezan a fluir por los fondales...

(*) magulladas.

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios
Blog: http://paisajes.blogcindario.com

sábado, 7 de mayo de 2011

Elecciones al filo del descrédito y recuerdos de la Transición

Foto tomada de internet sin ánimo de lucro


Elecciones al filo del descrédito y recuerdos de la Transición

Hay una crisis de caballo y el caballo es percherón y se ha desbocado. Ahora estamos al borde de un precipicio de hondura incalculable ¿Acabaremos por caer? No sé, las elecciones se presentan a cara de perro, pero el perro es desnaturalizado, flaco, triste y con pulgas. La convivencia está en una fase de descomposición repugnante que empieza a ser olorosa. La situación política es inhóspita, repelente, esperpéntica y chunga ¿Qué ha pasado en estos treinta y tantos años de democracia? No sé, el caso es que todo es banalidad y egoísmo, todo son aspavientos y maldades, todo son insultos y zancadillas, todo son mentiras y corrupciones. Los políticos, que un día fueron vistos como servidores públicos y admirados por ello, ahora son una preocupación ciudadana… ¿Por qué será? No sé, los que vivimos la Transición con alegría y tenemos de aquellas elecciones unos recuerdos magníficos, ahora pasamos la moviola y se nos pone en la cara la tristeza, en los ojos el asombro y la añoranza en el corazón.

Dejo aquí un apunte de aquellas elecciones alegres y coloristas de 1977.

jueves, 5 de mayo de 2011

Dos momentos en dos poemas



Rosa, 1975


Dos momentos en dos poemas


Ayer te dije:


Me conmuevo en tu risa,
que es de corazón luminiscente.
En tus ojos espléndidos,
de luz transfigurada y expresiva.
En tu pecho de alcurnia,
que rebosa emoción y precipicio...

En ti, en tu gozoso vientre,
que sabe a turbación y es de manzana.


Pero hoy te digo:


Es verdad que tus ojos
me dan seguridad,
tus besos corazón, tu vientre calma.

Pero eso no es bastante.

Yo quiero un absoluto
de garantía,
un compromiso firme
de que la muerte
no podrá nunca separarnos.

Del libro “Amores colaterales”, poemas “Conmoción” y “El compromiso”

Mariano Estrada http://www.mestrada.net/ Paisajes Literarios
http://paisajes.blogcindario.com/

lunes, 2 de mayo de 2011

La ventana

Ventana ciega, casa familiar, Muelas de los Caballeros. Foto M. Estrada

La ventana

Esta que veis ahí no es una de las ventanas que mandó cegar Alberti con insistencia en el poema “El ángel envidioso”. Esta es una ventana cegada de la casa familiar, donde yo amé y fui amado de niño. Está situada en Muelas de los Caballeros, Zamora, y ha sido sometida a rehabilitación por parte de mi hermana, que también amó y fue amada de niña. Todos. En esa casa, todos nos quisimos con locura, incluidos los gatos y los perros.