Foto tomada de internet sin ánimo de lucro
Violencias, un artículo de 1997
Si se acepta
la coexistencia del bien y del mal en la radical esencia del hombre, por
decirlo en un lenguaje orteguiano, también hay que aceptar que ésta no puede
eliminarse de su comportamiento mediante un simple acto de voluntarismo. Es
cierto que la cultura, asimilada con verdad y con tiempo, va dulcificando el
componente meramente instintivo en beneficio de una progresiva racionalidad, de
la que suele derivarse una disposición intelectual hacia el bien
(comportamiento ético), pero no es menos verdad que un gato acorralado pierde
en un instante su más civilizada mansedumbre. Con menor justificación, a veces
sin ninguna, un futbolista puede plantar los tacos de sus botas en la cara de
un contrincante o un profesor de ética liarse a bofetadas, ya que no a tiros,
en la tensa desesperación de un semáforo.