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viernes, 29 de junio de 2012

Tú te vas



Rosa, bajando escalera casa. Es verdad que se iba. Es verdad que nos íbamos


Un vino lento transcurre
por la tierra en que nací,
como si fuera la mar, con la que sueño.
¿No eres tú la mar, no eres la vida?
¿No hay en tu vestido un oropel de lujo
que una mano nictálope sustrajo a una panoplia?


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Tú te vas

Tú te vas, amor, voluta o aire,
y a mí me dejas el tiempo…

¿Habrá un pasillo más largo
que el túnel sucesivo de los días?
¿Habrá una sombra más negra
que la del árbol caído?

Tú te vas, te vas…
Y a mí me dejas el tiempo, la memoria,
el hambre proyectada en su irredento mordisco
o el nimbo recurrente de una fruta obsesiva.

Del libro “Azumbres de la noche”

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios

jueves, 28 de junio de 2012

Doladuras



Montiboli, Villajoyosa (Alicante) Foto M. Estrada


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Doladuras

Teñido del dolor de las espinas,
estoy en el ramblizo de una ausencia larga.

Me calcina la luz, la sed
me inunda y el destino
se extiende frente a mí
como un pasto de abrojo.

Gotean las azudas de la sangre.

Aliagas, cambroneras, pitas…
me pinchan el recuerdo con su
                                 espesa doladura.

Pestañas de la noche, sombras,
tormos o vértigos cimeros,
erizos vegetales, fimbrias
de cacto y de chumbera,
cardizales, gatuñas, árgomas, ortigas…

¿Por qué me das, amor, estas carlancas,
estos garfios de espino
que irrumpen con dolor
                      en las caceras del diluvio?

Si me ha secado el muérdago, el acíbar,
las sémolas del opio
                     y las espitas del ajenjo;
si ya la lluvia es cárcava
                     de ahogos y de olvidos…

¿Por qué este barrizal, este terrazgo
de cazcarria, rastrojo y bardomera?

Del libro “Desde la flor del almendro”

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios

lunes, 25 de junio de 2012

La ciudad íntima



Foto tomada de internet sin ánimo de lucro


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La ciudad íntima

Para Mar,
con mi gratitud y mi reconocimiento

No es necesario esforzar demasiado la memoria para volver a una ciudad en la que se ha amado por primera vez en la vida. Y mucho menos aún para situarse en una calle concreta: la que dejaba en la rotonda de la universidad sus aceras anchas, sus árboles frondosos. Una calle que, para mí, además de estar ocupada por tu figura, será siempre la cuna de un amor que aún no había sido.

Dicho lo cual, y casi sin quererlo, vuelvo a oír el ruido de los coches sobre el asfalto y, a la vez que te persigo con la mirada, vuelvo a sentir las mismas cosas de entonces, lo que quiere decir que vuelvo a estar radicalmente enajenado por el amor y visceralmente celoso.

Celoso de los pájaros que, muy extrañamente y al contrario que a mí, te permitían acercamientos que resultaban inconcebibles. Celoso de las farolas en el instante justo en que la luz se hacía en ellas con el único propósito de acariciarte. Celoso de las hojas del otoño, que se volvían alfombras a tu paso y que a veces el viento alborotaba para acercarlas a los enfaldos de tu vestido. Y aun del viento mismo que, odiosamente incorpóreo y mucho más osado que los otros elementos del orbe, alentaba sus potros liberales y se perdía en parajes que la pureza de mi amor no se atrevía a pretender, tal vez ni siquiera a imaginar. Celoso de aquellos ojos innúmeros y anónimos, que luego se cruzaban contigo y te lanzaban mensajes descodificados, ingenuos y transparentes, pero que a mí se me hacían libidinosos e insoportables. Celoso de las formas en que te miraban los altaneros estudiantes de arquitectura, de las palabras obsecuentes que te dirigían los futuros lingüistas, filósofos, poetas y literatos.

Celoso de todos los compañeros cuyos labios, al hablarte, se llenaban de corazones encendidos y de sonrisas afables e insufribles. Celoso incluso de las manos que tomaban las tuyas para ofrecerte un inocente y, sin embargo, sospechoso e inacabable saludo. Celoso, en fin,  del mundo que, con tu consentimiento o sin él, te rodeaba y te envolvía  y del que yo era sólo una levísima parte, porque ni tú  habías intuido mi desaforada fiebre amorosa, ni yo  -anulado por la intensidad de tu belleza-, me había atrevido aún a declararte mi amor.

Finalmente lo hice, lo hice, porque mi corazón ya no podía con las esperas ni los ardores ni los latidos, porque ya no había linderos entre la luz y la sombra, porque en realidad estaba andando todo el santo día sobre un río íntimo de fuego.

Un abrazo

La ciudad íntima

Para Mar,
con mi gratitud y mi reconocimiento

Me gusta esta ciudad de aceras anchas
que se cubren con hojas en otoño,
porque la ocupas tú, con tu soberbio
vaivén y tu agitado
tacón de primavera.

Me gusta esta ciudad cuyas farolas
-ojos que miran desde arriba-,
se fijan mucho en ti
y su larga mirada las enciende.

Más humildes, las hojas
te miran desde abajo y
a veces se levantan y se enredan
en la grácil sinuosidad
de tu vestido.

Algo menos sutil,
y mucho más directo,
yo te clavo los ojos en los ojos
para verte desnudo el corazón.

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios

domingo, 24 de junio de 2012

La letra estremecida



Villajoyosa, L'Esparrelló. Foto M Estrada


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 La letra estremecida

Qué lenta va la tarde hacia el sagrado
lugar de los deseos.
Qué lento el sol, con cuánta luz
nos desespera todavía.

Y, sin embargo,
faltan sólo unas horas
para que el beso de la noche caiga
ciegamente sobre nosotros
y, en un barco de sombra,
nos lleve al horizonte de la dicha.

La intimidad me urge y me supura:
Son las tres de la tarde y
voy a verte a las diez, si nada
ocurre en este lapso eterno.

Pero si el mundo lo impidiera,
desdobla, por favor,
este escueto papel en el que
-con letra estremecida-
comprometo mi amor,
mi sangre y mi futuro:

“Querida Ausentia: hoy
me tiro al mar con la esperanza
de que las aguas me devoren.
Y solamente tú -el ser
en quien yo vivo y por quien muero-,
puedes lograr que esto suceda.

Pero si todo, de repente,
se convierte en naufragio
y no llego al milagro de la noche,
te seguiré esperando en los umbrales
dolientes del anhelo.

Los años de una vida
no bastarán para impedirlo”.

Del libro “Las orillas del mar”

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios

viernes, 22 de junio de 2012

Todos los fuegos son el fuego



Foto tomada de internet sin ánimo de lucro


El texto que dejo a continuación, nació como respuesta a un día sofocante de un caluroso verano. En él se puede ver que no hay calor en el mundo que logre liberarnos del fuego cuando éste es de un orden amoroso. Muy por el contrario, para esos menesteres, el calor suele servirnos de acicate. De suyo, si bueno es arder en el amor, será mejor hacerlo doblemente abrasados. Primero, por el fuego. Después, por sus metáforas.

Todos los fuegos son el fuego

Es verano, hace un calor asfixiante, los fuegos se multiplican por doquier, arde París, arde Troya, arde el horno de leña de la pizzería Vulcano, cuya dueña es italiana y fogosa. ¿Y qué se me ocurre a mí para sofocar tanto incendio?
-Darte una ducha con la manguera del jardín.
-No, no es eso.
-Tirarte en calzoncillos a la piscina.
-Tampoco.
-Ponerte un ventilador en el culo.
-Frío, frío...
-Irte a una terraza climatizada.
-Que no, amor, que no es mío mi corazón esta tarde...
-Vaya, parece que el pipiolo ha sido tocado por el rayo.
-Sí, el que no cesa.
-Y has fijado una cita con la manzana.
-Puede.
-Y te gusta.
-Con locura.
-Y es hermosa.
-Hasta el insulto, casi con avaricia
-¿Y cómo sabes que no tiene gusano?
-Porque lleva marca de origen y garantía de calidad
-¿Y cómo piensas quemarte, al fuego lento de un tronco o a la intensidad flamígera de unas pajas?
-Nintendo.
-En tal caso, me explico: ¿es un potro de amor o sólo empuja el deseo?
-¿Y si empujan los dos, Roma de una parte y de la otra Santiago?
-De ser así, amigo, estaríamos hablando de la inclinación a la domesticidad, que es un estado del hombre, tal vez el único, en el que está realmente dispuesto a posponer el yo en beneficio del otro, y al que solemos ir de cabeza. Normal, es lo más cerca que podremos estar nunca del cielo.

Relato de lo inefable

Mis ojos te recorren
con lentitud, con regocijo
de noche interminable.

Mientras tu piel se enciende,
te cubro de caricias
que son en realidad inundaciones.

Anticipos de eternidad que
nos arrastran y nos aíslan
hasta que un choque vehemente
provoca una eclosión y nos libera.

Del libro Amores colaterales (2006)

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios

jueves, 21 de junio de 2012

España



Foto tomada de internet sin ánimo de lucro

España

España es una idea fragmentada,
un sueño alrededor de una bandera,
un guirigay profuso, una quimera,
una conciencia siempre mutilada.

España es una cruz y es una espada,
un árbol florecido en primavera,
una razón de estado, una caldera
de sangre inútilmente derramada.

España es un deseo insatisfecho,
un campo de batallas permanente,
un círculo con forma de cuadrado.

Un nudo de amarguras en el pecho,
un haz de fantasías en la frente,
una perpetua herida en el costado.

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios