Foto tomada de internet sin ánimo de lucro
Alimentos
Tras la celebración de una fiesta a la que inexcusablemente
estábamos invitados, había llegado la hora de la despedida. Como muchos de los
asistentes, yo seguía sus movimientos mientras ella caminaba hacia el coche que
iba a distanciarla de mí. Eran movimientos elegantes, como corresponde a una
mujer tremendamente hermosa que, además
de ir de largo, vestía con esmero y con gusto. El vestido era de miel, como sus
ojos. Al abrir la portezuela del vehículo, giró de golpe su cuello y me miró. Lo hizo con tanta honestidad, que yo
no tuve duda ninguna de las cosas que quiso transmitirme: unas cosas que,
desligadas de toda vanidad, he tratado de resumir en estas breves palabras: Agradezco y comparto tus sentimientos, me
reconozco en tu admiración, lo que no es ni será, bien pudo haber sido. (De
la contracubierta de Amores colaterales)