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Aleccionamiento
materno
Este
poema no solo registra el posicionamiento particular de una madre y de una hija
en relación con el matrimonio en un determinado momento de nuestra historia
reciente, sino que refleja el importante cambio generacional que se estaba
fraguando en la sociedad respecto a la formas de convivencia. Quedaría mucho
tiempo aún para alcanzar los niveles a los que ha llegado después, pero el
germen ya estaba introducido en el pensamiento de la hija, mucho más liberal
que el de la madre y mucho más acorde con el transcurrir de los tiempos. Es
obvio que el acceso masivo de la mujer al mercado del trabajo, ya había
empezado a marcar el camino hacia su independencia vital.
Otra
cosa es si el proceso se ha desarrollado todo lo bien que cabía esperar. El
hecho de que exista un porcentaje tan alto de separaciones tal vez indique que
algo ha fallado. Téngase en cuenta que detrás de cada separación, en la que
suelen estar por medio los hijos, puede haber un auténtico drama.
Aleccionamiento
materno
La
madre:
No
te ciñas el pullover,
no
lleves corta la falda,
que
hay harturas en el mundo
que
solo son de miradas.
No
permitas que los hombres
se
te arrimen cuando bailan,
que
los arrimos son dulces
y
las dulzuras se calan.
No
te quedes tras el baile
junto
al fuego de la plaza,
que
a esas horas de la noche
las
calenturas son malas.
Vuelve
pronto, no te embriagues
en
el alcohol de la hombrada,
que
los hombres se encandilan
y,
encandilados, abrasan.
Y
si vuelves con un mozo
por
volver acompañada,
vuelve
pisando las luces
porque
las sombras son falsas.
No
te quedes a la puerta
desenhebrando
la parla,
pues
hay lenguas que, por serlo,
ya
no son lenguas, son trampas.
Dile
adiós y que se marche,
dale
si quieres las gracias,
pero
no le des un beso
que
le abrirás la ventana.
Sin
embargo, no seas brusca,
dale
a entender que… mañana.
Y
mañana es el futuro,
el
matrimonio, la casa…
Que
si digo que reprimas
los
deseos y las ansias,
no
es para verte soltera,
es
para hacerte casada.
La
hija:
Bien
te he oído y ¡cuántas veces!
que
el recato es el que casa.
Pero
la sed que yo tengo
¿no
he de poder apagarla?
El
amor, querida madre,
es
como el pozo del agua.
Si
la tiene y está limpia,
la
ha de tener para darla.
La
que doy es la que sobra,
pues,
si sobra, no hace falta.
Pero
es mucha la que guardo
y,
además de mucha, clara.
El
matrimonio, si llega,
ha
de valer lo que valga.
Pero
medido en amores,
no
en artificios y salvas.
Del
libro Mitad de amor, dos cuartos de
querencias
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