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lunes, 10 de diciembre de 2012

Aleccionamiento materno




Foto tomada de internet sin ánimo de lucro


Aleccionamiento materno

Este poema no solo registra el posicionamiento particular de una madre y de una hija en relación con el matrimonio en un determinado momento de nuestra historia reciente, sino que refleja el importante cambio generacional que se estaba fraguando en la sociedad respecto a la formas de convivencia. Quedaría mucho tiempo aún para alcanzar los niveles a los que ha llegado después, pero el germen ya estaba introducido en el pensamiento de la hija, mucho más liberal que el de la madre y mucho más acorde con el transcurrir de los tiempos. Es obvio que el acceso masivo de la mujer al mercado del trabajo, ya había empezado a marcar el camino hacia su independencia vital.

Otra cosa es si el proceso se ha desarrollado todo lo bien que cabía esperar. El hecho de que exista un porcentaje tan alto de separaciones tal vez indique que algo ha fallado. Téngase en cuenta que detrás de cada separación, en la que suelen estar por medio los hijos, puede haber un auténtico drama.

Aleccionamiento materno

La madre:

No te ciñas el pullover,
no lleves corta la falda,
que hay harturas en el mundo
que solo son de miradas.

No permitas que los hombres
se te arrimen cuando bailan,
que los arrimos son dulces
y las dulzuras se calan.

No te quedes tras el baile
junto al fuego de la plaza,
que a esas horas de la noche
las calenturas son malas.

Vuelve pronto, no te embriagues
en el alcohol de la hombrada,
que los hombres se encandilan
y, encandilados, abrasan.

Y si vuelves con un mozo
por volver acompañada,
vuelve pisando las luces
porque las sombras son falsas.

No te quedes a la puerta
desenhebrando la parla,
pues hay lenguas que, por serlo,
ya no son lenguas, son trampas.

Dile adiós y que se marche,
dale si quieres las gracias,
pero no le des un beso
que le abrirás la ventana.

Sin embargo, no seas brusca,
dale a entender que… mañana.
Y mañana es el futuro,
el matrimonio, la casa…

Que si digo que reprimas
los deseos y las ansias,
no es para verte soltera,
es para hacerte casada.

La hija:

Bien te he oído y ¡cuántas veces!
que el recato es el que casa.
Pero la sed que yo tengo
¿no he de poder apagarla?

El amor, querida madre,
es como el pozo del agua.
Si la tiene y está limpia,
la ha de tener para darla.

La que doy es la que sobra,
pues, si sobra, no hace falta.
Pero es mucha la que guardo
y, además de mucha, clara.

El matrimonio, si llega,
ha de valer lo que valga.
Pero medido en amores,
no en artificios y salvas.

Del libro Mitad de amor, dos cuartos de querencias

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios

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