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miércoles, 25 de septiembre de 2019

Curso 98-99: 25 aniversario del Instituto de Altea.



Patricia Estrada, Fdo. Medrano, José Luis Ferris y M. Estrada

Celebración del 25 aniversario del Instito Bellaguarda de Altea, del que Alberti era padrino. Curso 1998-1999. Invitados por Joan Piera, hicimos varios actos. A uno de ellos corresponde la foto de la portada. El texto que dejo a continuación fue leído en el acto principal, en la Casa de la Cultura de Altea, organizado por el propio Instituto.

SOBRE LOS ÁNGELES: UN PUNTO DE ENCUENTRO CON ALBERTI

Gentes de las esquinas, de pueblos y naciones que no están en el mapa, comentaban: Ese hombre está muerto y no lo sabe.

Querido Alberti:

Hace mucho tiempo, cuando mi cuerpo era intrincado laberinto de un ángel jovial y revoltoso, fui tocado en el alma por el pico de una grulla poética. Yo era fuente de risa sin desmayo que, acaso por azar, tropezó con este críptico verso: A un niño, a un solo niño que iba para piedra nocturna. ¿Quiso la casualidad acercarme de este modo a la muerte, si bien una muerte enigmática y lejana como era para mí la que el Poeta dedicaba a su amigo Gerardo Diego? No, ése fue, sin duda, el descubrimiento conceptual de la belleza. Yo habitaba las calles, las brisas, los paisajes... Yo habitaba la luz, las flores... Yo habitaba la vida. Pero, hasta ese mismo instante, no había sido consciente de estar habitando la belleza. Después, y ya conscientemente, la he habitado a menudo, incluso en los momentos de dolores más hondos y cercanos, en los que la muerte es: No aliento de farol moribundo ni jadeada amarillez de noche agonizante, sino dos fósforos fijos de pesadilla eléctrica.

Hasta entonces, digo, mi frente no había destripado terrones de belleza, porque Aún los valses del cielo no habían desposado al jazmín y a la nieve. Cosa que ocurrió un tiempo después, en los ávidos años de la fecundación, y, más concretamente, en una noche íntima, no sé si de luna 24, portadora dichosa de Tres Recuerdos del Cielo que, dedicados a Bécquer, hoy recreo así: Como una araña atrapada en su artilugio, Paseaba con un dejo de azucena que piensa, casi de pájaro que sabe ha de nacer. Y a pesar de que No habían cumplido años ni la rosa ni el arcángel y de que al hombro de un ave no había flor que apoyara la cabeza, yo ya había entrado de lleno en el imán envenenado de los símbolos, en la magia de las alegorías, en el íntimo misterio de las metáforas.
Más tarde, cuando la noche era Un sueño sin faroles y una humedad de olvidos, mi alma peregrina Ya llevaba una ciudad dentro. Y El mar fue y le dio un nombre, porque ya mi vida iba a ser, ya lo era, litoral desprendido. Y perdí la gravidez, sencillamente. Y no ascendí a la luz porque mi frente, prisionera del vértigo, se despeñó por cantiles de flaqueza, pero aún admiro las alas de ese ángel tonto, ése que niega el limbo de su fotografía y hace pájaro muerto su mano.

Luego vino una diáspora de inquietudes espirituales y ansiedades líricas que llevó mi pensamiento por otros mares y tierras; conocí la infinitud de los paisajes literarios: clásicos, modernos, hiperrealistas, novísimos, contraculturales, y me pobló con largueza la significación multiplicada de las palabras y la profundidad inabarcable de los conceptos. Hasta que detrás de una Arboleda Perdida, cerca ya del olvido angelical, las almas que me habitaban tropezaron con el ángel de una luminosa persona, y dijeron: ...Ángel de luz, ardiendo. ¿Quién eres tú, dinos, que no te recordamos? No, no te conocieron las almas conocidas. Sí la mía que, por conocerte, te desempolva y te ama.

Mas ¡ay!, con un quebranto en la voz porque, de pronto... Párpados desvelados vienen a tierra. Te han buscado en la ola. ¿Qué voz difunta los manda? Te buscan vivo. Y no te encuentran. Te buscan muerto. No muerto, dormido. Y sí... Dormido para siempre, como un ángel de luz deshabitado, como un pulso de sangre en las afueras de la vida.

Querido amigo: Tú, que siendo Marinero en tierra sufriste las tribulaciones de toda forma de ángel: mudo, cruel, envidioso, vengativo, ceniciento, como Esa alma en pena, sola, esa alma en pena siempre perseguida, hoy habitas los Ecos de alma hundida en un sueño moribundo, de alma que ya no tiene que perder tierras ni mares.

Que el mar, la mar, de quien no supiste nunca si era niño o niña y fue tu cuna en la tierra, te acune eternamente en el cielo. Mariano Estrada Vázquez, desde esta Villajoyosa de luz, en cabotaje luctuoso, al marinero Puerto de Santa María, Cádiz. Hoy, 28 de Octubre de 1999, el más triste de España.

(Este texto, del que lógicamente se ha modificado el final, fue leído en el curso 98-99, con motivo de los Actos de celebración del 25 aniversario del Instituto de Altea, del que Alberti era padrino. Los párrafos en negrita son de Alberti)

Mariano Estrada. Paisajes Literarios

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