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jueves, 18 de septiembre de 2025

De una nariz superlativa a una boca descomunal


Foto tomada de internet sin ánimo de lucro

 

De una nariz superlativa a una boca descomunal

A Quevedo

Normalizar una boca grande requiere de algo más que de un manojo de gestos estudiados y voluntariosos. Requiere la aceptación de quien la lleva en la cara todos los días, como una parte de sí. Hay personas que no solo la han aceptado, sino que incluso le han sacado un extraordinario partido: Ana Belén, Maribel Verdú, Julia Roberts… Pero aún hay más: Francisco García Lozano, el feo de los hermanos Calatrava, le ha sacado incluso un notable rendimiento profesional y probablemente económico.
     Por otra parte, Quevedo escribió el conocido poema “A una nariz”, que a mí me llenó de regocijo al leerlo por primera vez. Estaba en el colegio, tendría unos 15 años y no pude evitar escribir estos versos:  

Cuando sales del mercado
de la ciudad de Madrid,
siempre sale por la puerta
antes que tú, la nariz.

     Curiosamente, desde entonces no volvió a apetecerme seguir hurgando en semejante protuberancia y, ya de mayor, me incliné más por las honduras. Tanto fue así que, en un momento dado, no tuve reparos en escribirle un soneto a una boca. 

 

A una boca

He pasado una mano por la cara
y he encontrado una boca sin frontera.
¡Unas fauces! –me dije-, no pensaba
que la boca era propia, no extranjera.

Bien mirado –argüí-, no es demasiada.
Y emprendí con la mano otra carrera
hacia el ente facial, que no encontraba,
pues se había arrugado en la ladera.

Sin embargo, una mueca mal tragada
me produjo una leve carraspera
y saltaron los muelles hacia fuera.

Yo me dije: normal, está forzada.
Con el brusco tirón de la tosera
se le corren las tintas a cualquiera.

Del libro Huellas de admiración (2022)

domingo, 7 de septiembre de 2025

El uno con el tres, trece. Si te parece. Cumpleaños de Martina

 

 
Martina. Foto de Patricia Estrada
 

 El uno con el tres, trece. Si te parece

Hola, Martina:
Tengo ante mis ojos un libro que se titula “12 cartas a los 12 años de Martina”. Con él quise cerrar el ciclo de tu niñez porque me había percatado de que la vida, de pronto, te había aproximado a los territorios insondables de la adolescencia. Pero las cosas son como son y no como uno las imagina, de manera que en el año transcurrido ha habido un poco de todo: ratos con tintes de adolescencia, ratos con tintes de niñez y ratos incluso con tintes de “mayor”. La proporción no la sé, ni creo que eso sea fácil de deslindar.