Versión de don Juan
¿Puede decirse que todo hombre lleva dentro un don Juan? Tal vez, pero la materialización de don Juan, por fortuna, no está al alcance de todos. Hacen falta dotes y determinación. Por ejemplo, un hombre repelente hasta la náusea, aún mirado con misericordia y benevolencia, está más cerca de la virginidad que del donjuanismo. Un hombre serio... bueno, un hombre serio es aquel que se toma a don Juan a chirigota. Un tímido tendría que ser guapo de película para ser un sucedáneo de don Juan, cosa que sería a pesar suyo porque, como sabemos, la pasividad está reñida con el personaje. ¿Y un pícaro? Ése sí, ése es potencialmente un don Juan, siempre que sea redomado e impertérrito, porque puede suceder que su apariencia de conquistador y caradura se diluya de pronto en un corazón sensible y quebradizo.
Por lo
que al soneto se refiere, no sé, su protagonista, hoy, no me parece una versión más o menos
afortunada de don Juan, sino el mismísimo don Juan en persona. Eso sí, con un
remate cómodo, pero frívolo, que le
somete a una eternidad sin condena ni
arrepentimiento. Es decir, se trata de un don Juan sin acabar, ya que ni
siquiera está insinuado el conflicto al que, inevitablemente, ha de abocarle su vida. Por lo demás, no me resulta cercano ni atrayente ni mucho
menos recomendable, sino que lo veo tan extraño e incomprensible como digno de
conmiseración y de lástima. En realidad
es un golfo de pacotilla que,
pica más o menos, sólo puede acabar como
los bueyes de don Arturo.
-¿Y
cómo acabaron esos bueyes, señor sabio?
-A paja
seca, hijo, a paja seca.
En
resumen: aproximándonos a la realidad literaria, es decir, llevando el
personaje al enfrentamiento con su crimen y su dilema, bien podría decirse que lo
único que le falta a este don Juan de chichinabo para encajar exactamente en el
mito es una de estas dos cosas: o mantenerse en sus trece saltando teologías, matamientos y
recomendaciones, o declarar públicamente su arrepentimiento, más o menos así: Señora
mía: has golpeado con fuerza en mi corazón encallecido y has abierto el cauce
de estas lágrimas hondas que llenarán de
humedad tu sepultura. Heme, pues, aquí, contrito, genuflexo, “tumbijunto”... Y hete, sombra amada, hete
que el amor me ahoga.
Pues bien, eso no puede arreglarlo
un estrambote.
Versión de don Juan
Escasa era la edad, la sangre loca,
un potro el corazón con sus temblores;
me daba el sol de frente, había flores
y mieles para el cielo de la boca.
Con esa herencia anduve de oca en oca,
al pairo de una nube de colores,
sin otra pretensión ni otros rigores
que el hecho de tirar “porque me toca”.
Y sigo en esa jerga del tablero,
tirando a troche moche, siempre y cuando,
y ya con mucha edad para ir tirando.
Mas soy quien soy, mi caso es ser soltero,
pasar por las florestas cabalgando
y amar, amar, amar... seguir amando.
De El limón hespérico
Mariano Estrada www.mestrada.net
Paisajes Literarios
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