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sábado, 17 de octubre de 2020

Presentación del libro LA SONRISA DE LOS ERIZOS. Discurso de Manuel Palazón

                                                                     Manuel Palazón Martí. Foto de Miguel Llopis

Presentación del libro  LA SONRISA DE LOS ERIZOS, de Mariano Estrada.  
Discurso de Manuel Palazón Martí


Señor concejal de Educación, Vicente José Sebastià López, Mariano Estrada y familia, colegas de profesión, amigos… ¡Buenas tardes a todos y bienvenidos!

     “La sonrisa de los erizos” es un libro serio, pero divertido; un libro refrescante, de verano (al menos yo lo he leído durante el mes de agosto, en Bélgica, en las playas del mar del Norte); también se puede leer al lado de la chimenea, en las frías noches de invierno.

     Podría ser un libro para todos los públicos; pero muchos artículos y poemas no son fácilmente entendidos por menores, ni por personas jóvenes que no sepan situarse en el contexto preciso. Y es que hay múltiples citas, referencias a políticos, a cantantes, a escritores, al fútbol, a problemas económicos… de hace quince, veinte, treinta años o más. Así como referencias continuas al cine, a la literatura (su admirado Borges, Kafka, G. Miró, Cela, Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez, Lorca, Machado, Alberti, Calderón…), a la música, a la mitología y a textos bíblicos de siempre, lo que demuestra la cultura del autor, cosa que nunca hemos puesto en duda.

     Conforme iba leyendo el libro, me estaba imaginando historias y artículos para una próxima entrega: las noticias del rey emérito, la pandemia del coronavirus, el agobiante cambio climático, el separatismo en auge, los controvertidos presupuestos… Todo llegará. Los temas nunca se acaban. Tengo curiosidad por ver cómo el ingenio de Mariano hincará el diente en esos temas y otros de rabiosa actualidad.

     “La sonrisa de los erizos” es una miscelánea: las historias, los artículos, los poemas están dispuestos sin orden cronológico, sin estructuración temática… Lo mismo aparece algo escrito en los años ochenta como en nuestros días. Predomina la heterogeneidad, el desorden voluntario. Pero el autor lo ha querido así. Pienso que es un libro que motiva a su lectura, que está ideado de una forma particular (como el patio de mi casa; le acabo de copiar un chiste a Mariano).

     Siempre hay alguien que podría reprochar al autor algo claramente perceptible: algunos artículos, algunos poemas ya los habíamos leído en libros anteriores o en el blog del poeta. Pero no importa: personalmente, yo me he recreado leyendo algo que me sonaba o lo he visto mejorado por un comentario que lo dota de actualidad.

     Algunos artículos no tienen nada que envidiar a los profesionales, a los que se ganan la vida con la pluma, como un Pérez Reverte, un Francisco Umbral, una Rosa Montero, una Maruja Torres… De hecho, alguna vez que otra, Mariano ha publicado en diarios de gran tirada, como Información y El País. Pero a todos los periodistas citados gana Mariano en una cosa: en guasa. Y lo mismo podríamos decir del éxito de sus poemarios, merecedores en tantas ocasiones de premios y accésits.

     Al igual que en su comportamiento diario -todos lo conocemos bien- Mariano tiene facilidad para jugar con las palabras, para darles doble sentido, para concatenar ideas o frases, para inventar metáforas. Y, dicho sea de paso, posee una memoria prodigiosa para recordar todo lo que cuenta; ah, y un vocabulario envidiable. A ver, ¿quién sabe lo que significa ramblizo, túrmido, renvalso, baraño, quásares, cratícula, galladura, cárcava, perigonio, esmurniar (este último vocablo es un localismo)? ¿Y los inventos de palabras, los neologismos, los vocablos que no están en el diccionario? Como decía Cela: “Ya los pondrán”. (“Soltar el rollo manollo”, “cornuperio”, “transpuertinos”, “putangueros”). Mariano es ingenioso; eso sí, pienso que se le da mejor plasmar su ingenio en el papel que narrarlo de viva voz (que también tiene su gracia). Mariano derrocha humor, manifiesta continuamente una ironía sutil y burlona, pero en el fondo, como reza en el subtítulo del libro: “Ironía y humor en una obra seria”. Porque, de vez en cuando, se pone serio y critica de tal forma que es preciso agacharse para esquivar sus mortíferos dardos (¿o las púas del erizo?).

     Para presentar el libro de Mariano no habría hecho falta ningún presentador. ¿Por qué? Lo van a ver cuando lo tengan en sus manos. El prólogo que ha redactado Eugenio Gascón es tan completo, a la par que breve, que, leyéndolo, comprendemos la temática, el estilo y la intención del autor.

     Yo tuve la satisfacción, en el año 86 del pasado siglo, de presentar otro libro de Mariano: “El cielo se hizo de amor”, que muchos recordarán, en la desaparecida Fundación CAM, de Benidorm. Y lo hice como tengo costumbre: no como un avezado conferenciante, sino como un modesto profesor de literatura que procura que los alumnos comprendan el contenido y aprecien la forma.

     El primer enigma que se nos presenta es columbrar el significado último, o primero, del título: “La sonrisa de los erizos”; es posible que en la página 77 se nos aclare algo, cuando habla del amor bajo los castaños; en todo caso, parece una metáfora que tiene que ver con la mirada crítica del autor; no en vano ha dicho alguna vez, hablando de los insultos que se intercambian los políticos: “a mí me gusta zaherir de una manera más fina”. Lo dejo a la interpretación de cada uno. O después se lo preguntamos a Mariano. Por cierto, el autor es pródigo en inventar títulos llamativos para sus libros; algunos ejemplos: “Mitad de amor, dos cuartos de querencias”, “Trozos de cazuela compartida”, “Azumbres de la noche”, “El limón hespérico”, “Poeminos”…

     El libro que nos ocupa se estructura en tres partes:

     La primera, la más extensa, es una parte prosística, compuesta por recuerdos del pasado, anécdotas reales, diálogos, cartas, sueños, cosas inventadas, críticas de la historia reciente de España, inventos y recreaciones sin orden cronológico alguno. Lo mismo habla del fútbol que del referéndum vasco, que de problemas personales con la Telefónica o con la SGAE. Y siempre con humor, con ironía, con guasa, con crítica, sonriendo por debajo de las púas…

     Pero eso sí: dos ejes temáticos descubrimos durante todo el tiempo -yo diría que en este libro y en toda su producción-: su amor por su tierra de origen (Muela de los Caballeros, Zamora) y su infancia, en clara simbiosis con otro amor, ya en plena madurez: Villajoyosa y el mar Mediterráneo. Quizá cabe un tercer amor, que se manifiesta en casi todos sus libros: el amor espiritual, el amor físico, el amor entre las personas, el AMOR con mayúsculas… ¿Cabe decir más? Como escribe en un artículo, “hay amor de madre, de esposa, de hijo, de cuñado, de Consuegra (Toledo)”... Y a continuación nos extenúa con una taxonomía, que es más bien suya (ya le he robado otro chiste al poeta).

     La segunda parte contiene prosa y poemas anteriores, unos publicados y otros inéditos. La prosa, muchas veces, se refiere al poema que viene a continuación: es como el comentario o la interpretación posteriores de unos versos escritos años atrás. Es curioso cómo él mismo se recrea, mejora y explica vivencias experimentadas en un tiempo pasado. Y lo mismo habla de la mili, como del tonto de Liborio, como se explaya con el tema de los porros en los años sesenta, de los huevos (metáfora) de algunos políticos o explica por qué se celebra San Valentín o pone de vuelta y media a los políticos de turno: una miscelánea temática, como dije al principio. Y no faltan las coplas que tanto nos recuerdan a los proverbio de Machado. Ni

las disquisiciones o digresiones o delirios numéricos de página y media que al final no hemos entendido a no ser que tengamos una calculadora a mano. “Que sí, Marianín, que a veces te enrollas de mala manera” -le decía no sé quién.

     La tercera parte, la más breve, se compone de poemas de diferentes métricas y rimas, muchos de ellos nuevos para el lector, que no termina de asombrarse de la capacidad de Mariano para metamorfosearse; es que no parece el mismo autor. Así, lo mismo escribe un soneto, que un romance, que redondillas, que versos sueltos, que pentasílabos…  Pero si hasta ha compuesto una letra para el Himno nacional, que supera a la del propio Pemán.

    Cuando le dijeron que le pegaba a todo, con su innata tendencia a los juegos de palabras y dobles sentidos, respondió que no, que no le pegaba a los porros, ni al alcohol, ni a los hijos, ni patadas al balón, ni carteles en las paredes, ni sellos a las cartas. Mariano siempre tiene respuesta para todo: tiene siempre la última palabra. En esta tercera parte abundan los poeminos, como él los llama, dedicados a políticos de épocas pasadas (Rita Barberá, Montoro, Rajoy, Rubalcaba, Suárez, Carrillo, Artur Mas…) y a otros famosos que aún colean en nuestros días (Sara Carbonero, Gurruchaga, Soraya, Rappel, Ortega Cano, Urdangarín, Leyre Pagín…). Algunos de esos poeminos llevan una relativa carga críptica al tiempo que crítica (paranomasia que podría ser de Mariano; me estoy contagiando). Otros poeminos son simplemente humorísticos.

     Como he dicho antes, abunda lo autobiográfico (es lo que tiene Mariano más a mano (vaya, me ha salido un pareado): Muelas, sus compañeros de estudio, sus vivencias en La Vila…  Su mujer, siempre presente, su nieta, que le ocupa los versos más actuales. De lo que no habla casi nada es de su profesión real, la que le ha dado de comer durante cuarenta años (bueno, en algún momento, sí la menciona, como de refilón). Pero, ¿para qué? ¿Qué tiene que ver lo que hacía con lo que sentía? Mariano siempre ha sido poeta, escritor, y desde que se ha jubilado de lo “otro”, se ha prodigado más en lo que nos ocupa: la literatura. Hace poco leía, en una novela, que “la inspiración brota de la profunda insatisfacción del alma del hombre, que la obra de arte nace de la insatisfacción”; y remataba, humorísticamente: “Con la andorga llena no se crea arte; se duerme la siesta”. Palabras para la reflexión. Y no son pocos los poetas que afirman que, cuando la inspiración llega, los encuentra trabajando. Otra cita que me viene a la cabeza es de Vargas Llosa: hablando del Premio Nobel, defendía que no hay que dormirse en los laureles, que la obra de un escritor premiado debe continuar mientras pueda. Lo decía por él mismo, y yo lo hago extensivo a Mariano: Mariano no va a dejar de escribir mientras le quede un hálito de vida.

     Si hablamos de recursos estilísticos, de la forma, la envoltura del pensamiento, encontramos hipérboles, dobles sentidos, paralelismos, concatenaciones, juegos de palabras, ironías, metáforas. Veamos algunos ejemplos:

     “En España hay muchos partidos”. “¿Y los televisan todos?” (polisemia).

      “Es un pez de río… Yo también me río”.

      “Hace Años que leí a Miró y desde entonces he recorrido muchas Leguas”.

      “¿Los de Barcelona son españoles? Lo que te puedo asegurar es que el Español es de Barcelona”.

      “El tonto se hace en todas partes. Pero, es que yo, las partes las tengo muy delicadas.”

     “Menos mal que el aceite era de oliva. ¿O era de Gandía?”

     “En el último partido de fútbol, usted ganó la liga. Sí, y la media y los pantis”.

     “¿Los inspectores de Hacienda tendrán el tajo limpio? El Tajo y el Ebro y el Guadalquivir…”

     “¿Cómo se llamaba la chica? ¿La chica? Yo iba a grande y con órdago”.

     “¿Estamos hablando de Cataluña? De Cataluña vengo de servir al rey.”

     O dice que “ha caído en las garras de Ana Coluto” (a esto se le llama calambur).

     “Las azudas de la sangre”, hablando de las colas del paro (metáfora).

     “Fui su oreja y su almohada” (entre metáfora y metonimia).

     “De repente, la casa era un ejército de enanos” (hipérbole).

     “No se le advertían nubarrones en el carácter” (metáfora).

     “Que no es buen rollo revolcarse en la yerba, si no es de porro” (polisemia).

     O convierte los nombres propios en comunes y en plural, como si hubiera muchos de la misma especie; así, por ejemplo: los bárcenas, los pujoles, los fabras, los pepiños, los urgandarines, los gúrteles, los pepiños...

     La palma se la lleva una especie de proverbio que titula Híbridos y dedicado al grupo mixto del Congreso:

Turazno tiene pamías,
mi locotón aceituyas.
Fray buesa verdes doncellas

albar i coque, aleluyas.

     Y algo muy particular: Mariano dialoga a veces con su otro yo, o con un interlocutor invisible, o con la naturaleza o con los objetos. O quizá lo que está haciendo es implicar al lector de una u otra forma.

     Mariano desprende en sus escritos humor, ironía y ternura, todo mezclado, a borbotones. Hace chistes de todo, hasta de su nombre, de su persona, de sus “fracasos”, como aquella aventura con la sueca... O se lo toma a broma. No evita en absoluto tocar lo sexual, lo escatológico, las palabrotas… Yo diría que hasta disfruta. No resisto a la tentación de leer un soneto, perfecto en la forma, (el soneto es una estrofa muy difícil de componer) y fenomenalmente expresado: “Copulación adversativa” (de la segunda parte; página 245). Y, por si fuera poco, no echen en saco roto aquel poema escatológico que le dedicó a Camilo José Cela, titulado “El pedo”. Ese se lo dejo a ustedes, que seguramente estarán deseando leerlo.

     A Mariano siempre lo tuve como un poeta: más de veinte libros lo avalan. Pero también es prosista. Y articulista. Y ha escrito una biografía entrañable para todos los que conocíamos a su protagonista: Paco Llorca, gran rapsoda y mejor amigo. Quizá le falta escribir una novela, aunque, a lo mejor, cualquier día nos da la sorpresa (algo me ha insinuado). Hay un atisbo de novela en una de sus historias, La evocación de la señora Maruja, que nos recuerda la narrativa de Galdós, las descripciones de Quevedo...

     En cuanto al teatro, tan sólo le conozco un acercamiento, un diálogo en verso romance, donde intervienen tres personajes, y que tantas veces hemos llevado a las tablas Miguel Escrig (que hoy no se encuentra con nosotros), Nicolás Pardo y yo mismo. Me refiero a la “Tragedia del avaro”, que todos conocerán.                               ________________

     Y como me han concedido para esta presentación veinte minutos, y me quedan tres, me despido con una canción de Luis Eduardo Aute, en la cual el famoso cantante, tristemente desaparecido hace unos meses, se criticaba a sí mismo, y que podríamos titular para esta ocasión El tango del escritor. En todo caso, es una broma que le dedico con afecto a Mariano Estrada.

Re m, La 7 y Sol m (admite cejilla en 2ª)

1.- ¿Qué me dices,
escritor de las narices? (pausa)
¿Qué me escribes

con ese aire funeral?
Si estás triste,

que te cuenten algún chiste;
si estás solo,

púdrete en tu soledad.
Vete al cine,

cómprate unos calcetines, (pausa)
date al ligue,

pero deja de llorar.
¿O es que acaso,

yo te cuento mis fracasos?
Sólo vengo a echarme un trago

y aún te tengo que aguantar.

2.- ¡Qué tortura
soportar tu voz de cura, (pausa)
moralista

y un pelito paternal!
Muy aguda,

hay que ver la mala uva
de esta historia que acabás de publicar.

¡Qué oportuna,
inmunizas cual vacuna,

y aún no sabes
un par de cositas más:
que me duermo,
que me aburres con tus versos,

y me pones muy enfermo!
¡Por favor, no escribas más!

     A modo de desagravio- y con esto ya termino- les dejo unos versos de mi cosecha para alabanza del poeta.

A MARIANO ESTRADA, POETA

¿Quién es insigne poeta,
español y zamorano,
que ya ha alcanzado la meta?

Sin duda alguna, Mariano.

¿Quién a todos nos convoca
para mostrarnos, ufano,
una poesía que provoca?

Pues no es otro que Mariano.

¿Quién, de Muelas oriundo,
salió en tiempo ya lejano
a la conquista del mundo?

Pues yo os respondo: Mariano.

 ¿Quién, amante de La Vila,
se nos muestra tan humano

y a todos nos encandila?
¿Que quién será? Pues Mariano.

 ¿Quién es maestro, quién guía,
quién nos lleva de la mano

y nos deja su poesía?
¡Que ya lo he dicho: Mariano!

 Sigue escribiendo sin tasa,
como siempre, campechano,

con ironía, con guasa.
¡Nunca te rindas, Mariano!

Terminada mi poesía,
en la cual yo soy profano,
que perdone mi osadía

le suplico al gran Mariano.

¡Que viva con alegría,
de cuerpo y de alma sano,
que disfrute cada día!

¡Que no muera nunca Mariano

Manuel Palazón Martí
En La Vila, 16-10-20

4 comentarios:

  1. Enhorabuena, una vez más, por el libro y por el acto de presentación, que presumo espléndido a pesar de lo azaroso de la situación que vivimos. Estupendo, también, el discurso de Manuel Palazón, a quien quiero agradecer el hecho de citar a mi humilde persona, aunque sospecho que algo le habías sugerido tú al respecto.
    Que sigas produciendo, mucho y bien, y que lo malo pase pronto.
    Un abrazo.
    Eugenio Cascón

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  2. Gracias, Eugenio.
    Efectivamente, la presentación estuvo muy bien. Al igual que los otros intervinientes, Manuel Palazón se curró bien el discurso. Y tengo que decirte, para tu satisfacción y la mía, que lo primero que me dijo después de la primera lectura del libro fue que tu prólogo era ya en sí mismo una presentación. Y de hecho a mí también me lo parece. Manuel está jubilado hace algún tiempo, conoce tu libro “ El español coloquial” y creo que trabajó con él en el Instituto.
    Por cierto, aunque no esté recogido en mis palabras publicadas, yo hice en directo un elogio expreso de tu magnífico prólogo y de la perfecta edición del libro que hizo nuestro compañero Lalo F. Mayo. Y os di públicamente las gracias, como no podía ser menos. Y te puedo decir que es un libro que gusta en todos y cada uno de sus aspectos. Un fuerte abrazo

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