
Nochevieja
San Silvestre. Santo del fin. Cierre por defunción.
-¿Es que ha muerto alguien?
-Sí, el año
-¿Cómo que el año? ¿Puede morir el tiempo?
-El tiempo, no; el ciclo. Y más que morir, se agota. Vamos, que se acaba.
-¿Y qué pasa, entonces?
-Nada. Nueva etapa. Nuevas miras. Ampliación de los horizontes.
-Pero todo con las mismas figuras, claro, los mismos jefes, las mismas hipotecas.
-Eso sí, sólo cambia el propósito.
-¿También el de los acreedores?
-Hombre, lo que no hay es tabla rasa, pero sí una mejor disposición de la voluntad.
-O sea que lo que cambia es el rictus.
-Pues sí, mayormente.
-Y somos zapateros por unos días.
-Más o menos.
-Pero no presidentes por unas horas.
-No, eso no; ni siquiera ministros de Fomento.
-Pues yo tengo entendido que cuando el ciclo se acaba entramos en una crisis, que puede ser más o menos profunda.
-Y es verdad, pero eso suele ser en términos económicos.
-¿No es lo mismo?
-No, mire: ¿qué pasa cuando se acaba una semana?
-Que empieza otra.
-Pues eso es exactamente lo que ocurre en estos momentos. Ha acabado un ciclo de 52 semanas, 365 días, 12 meses. Y creemos que es un ciclo importante y significativo. Así que cerramos el local, bajamos la persiana y nos damos un respiro para brindar por la vida.
-Por la nueva, supongo.
-Exacto. El día dos de enero, por más aires que soplen o por más rayos que caigan, tendremos un cielo despejado y un amanecer limpio y gozoso.
-El que no se consuela es porque no quiere.
-También es verdad, pero hay que darle una oportunidad al optimismo, ¿no cree? Luego vendrá lo que tenga que venir, pero poco a poco, con moderación, con calma, con mesura. Y así, hasta la derrota final, el 31 de diciembre de todos los años de la vida, en que una pulmonía mata siempre a don Guido y a nosotros nos parece natural y le encontramos justificación: es que se hace viejo, el pobre, ¿no lo veis canoso, abatido, renco e impotente? Un año es mucho tiempo para un mundo en el que hay tantas insatisfacciones acumuladas. Haya, pues, nuevo rey y vaya el muerto al hoyo. Ciérrese la tumba cuando el reloj marque las horas y que sus huesos descansen para siempre en un mullido pasado. Venga el Año Nuevo a darle pelargón a nuestra sonrisa.
Chao, viejo, me voy con quien se yergue sobre ti.
Suenan las campanas
de la Nochevieja.
Se ha acabado el hilo,
dadme otra madeja.
Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios
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