Buscar este blog

martes, 23 de marzo de 2010

El caballo

Foto tomada de internet sin ánimo de lucro


El caballo

Ver PPS de Mar:
http://cid-1475022c52746880.skydrive.live.com/self.aspx/Mis%20PPS/Mar%5E_ElCaballopps.pps


El año 85 había llegado a Benidorm con un invierno cálido, como suelen ser los inviernos en esta zona ¿Cómo, si no, iban a florecer en enero los almendros? Con él había llegado también un cantante argentino al que, para montarse en el éxito, le faltaba estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Pero llegó a Benidorm, donde lo más que puede hacerse musicalmente hablando es cantar en el salón de un hotel o de una cafetería, lugares en los que él necesariamente se prodigaba. No recuerdo bien si aquel año se celebró el Festival de Benidorm. Lo que sí puedo decir es que el Festival de Benidorm estaba de capa muy caída y no volvería jamás a ser lo que fue, a pesar del dinero insuflado para extenderlo a los lejanos confines del mundo ¿Confines? ¿Con qué fines? Lástima de dinero, ¿no? Algunos ni siquiera saben tirarlo. Se lo dejan a espuertas y no saben tirarlo ¿Y son gestores públicos? Me lo explique usted, amor, me lo explique usted. (Nota: si hubiera dicho Amor, con mayúscula, me referiría al concejal que tuvo a su cargo el lanzamiento, pero amor, con minúscula, es un indeterminado inconcreto con el yo suelo hablar a menudo)

Se llamaba Raúl. El cantante, digo, el gaucho. Era apuesto y amable. Cantaba a la manera de Alberto Cortez. “Igualito, igualito” –apostillaban algunos- y se acompañaba de una guitarra.

-Éste canta mejor, Mariano, me dijo confidencialmente Paco Llorca.

Naturalmente, fuimos a verle. Y, en efecto, tenía una voz poderosa, como la de Alberto Cortez, pero más limpia. Eso sí, tal vez le faltaba esa fuerza que su compatriota tenía a raudales “en un rincón del alma”.

-Hola, Raúl, éste es Mariano
-Hola, Mariano, Paco me ha hablado mucho de ti

Poco tiempo después compuso una canción con “El caballo”, un poema del libro “Vientos de soledad” que yo había escrito en fechas muy recientes. Y, cómo no, fuimos a su estreno en una sala de fiestas que en mis recuerdos aparece en una especie de sótano impersonal y desangelado. Estaba en L’aigüera ¿Por el Hotel Luna? Eso creo, pero mis recuerdos ahí se desvanecen. Tampoco sé si hubo muchos aplausos, lo que puedo asegurar es que Raúl, aquel día, no murió de éxito. Y si alguno tuvo, que lo tendría, quedó sepultado para siempre en las paredes de aquella sala grande y un tanto contraindicada para cantar, aún teniendo una voz como la suya.

Y ahí acabó la historia, de golpe, puesto que Raúl despareció como por arte de magia. Se fue sin despedirse y no volvimos a verle. Nadie sabe lo que ha sido de él, y a mí me gustaría saberlo. Lástima que, al menos, no me dejara la partitura de la canción llamada “El caballo”, de la que no recuerdo dos acordes seguidos porque sólo pude oírla una vez. Es para mearse de risa, ¿no? A uno le ocurren unas cosas muy raras y muy tontas ¿Dónde estás ahora, gaucho divino? Tu éxito se preveía difícil. Pesaba un dios sobre ti, sobre tu voz, sobre tu forma de hacer y de cantar, a pesar de que la estrella de ese dios también se ha acabado apagando. Pero ahí están sus obras, que son las que hablan por él y por las que yo te recuerdo.

Dejo aquí el poema. Que cada cual le ponga la música que desee, si es que hay que ponerle alguna, que a lo mejor es que no.

Un abrazo


El caballo


Yo tengo adentro un caballo
de incierta doma;
a veces suave y, a veces,
a veces loca.

Caballo manso, caballo,
caballo potro;
a mí me habita un caballo
que yo no monto.

Yo soy el agua que bebe,
su sed es de otro;
la carga ajena la aguanta,
conmigo es cojo.

Conmigo es cojo, si quiere,
y mudo y sordo;
un día condescendiente,
arisco el otro.

A mí me habita un caballo
que se desboca;
mis venas urgen galopes
de sangre a gotas.

A gotas tristes, a veces,
alegres otras;
que no se cansa la sangre
de ser tan roja.

Caballos todos son nubes
y algunos viento;
el mío llena un espacio
de crin y pelo.

Caballo tengo y es mío,
por él soy pienso;
mi sangre toda, mi sangre
lo lleva inmerso.

Caballo blanco, caballo,
caballo negro;
mordisco, coz y patada,
relincho y beso.

Yo tengo adentro un caballo
de mala monta,
que a veces corre y, a veces,
a veces trota.

Mariano Estrada http://www.mestrada.net/ Paisajes Literarios
Blog http://paisajes.blogcindario.com/

7 comentarios:

  1. Precioso poema. Bien merece este homenaje uno de los animales más bellos y sensibles, que sabe ofrecer lealtad y afecto como sólo el perro puede igualarle. Es tan valioso que es utilizado por veterinarios, fisioterapeutas y psiquiatras para, a través de su monta, lograr la rehabilitación tanto física como mental de muchos enfermos.
    Quizás sea el animal que más paletas ha roído de pintores.
    Mejor dejamos al poema que cabalgue solo, la música la lleva dentro.
    Un abrazo.
    Ascensión

    ResponderEliminar
  2. Hola, Ascensión: como siempre, tu comentario está lleno de enjundia. Comparto tus reflexiones. Los movimientos del caballo tienen tanta plasticidad que uno se puede quedar extasiado mirándolos. No es extraño que los pintores los quieran inmortalizar. Gracias. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Me gusta muchísimo este poema. Además me siento identificada...(Creo que casi todos)
    Ya llegará la foto que le haga ir al trote, cabalgando libre..., por la red, bajo mi árbol. (Más aún!-Cuantos más seamos más se correrán..., tus palabras)
    Un buen abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Hola, Transi: ya sabes que me gusta cabalgar en tu blog. Y si se trata de cabalgar, nunca mejor que en un caballo. Espero que llegue esa foto, sé que llegará y que será preciosa.
    He visto en Reflexiones el PPS de Gloria Gutiérrez Albiach con el poema Versos a Miguel Hernández. Supongo que no lo vi en su día, pues no hay ningún comentario...
    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  5. caballo, al fin y al cabo ,de sangre briosa que corre a raudales por sus venas, un animal noble y de fina estampa, leal ,tanto con niños , enfermos ,o el que lo sabe apreciar, es verdad para tratamientos de equinoterapia, , siñilar a los delfines y perros, a los pacientes , los relaja y en el caso de niños o adultos con problemas neurologicos, el solo hecho de subirse a uno de ellos con su balanceo , los hace volver involucionar en el vientre materno y sanar heridas ,y sentir ese momento de placidez , donde la placenta los alimenta y el agua los cubre.... y les trae recuerdos a sus memorias,los caballos son libres si y al domesticarlo es noble y fiel , siempre va al lado de su amo o el que lo requiera , para volver a vivir...son sentimientos que fluyen y energias ,que traspasan al contacto con su piel y su crin...amigo.Yo no tengo uno , pero si el sòlo verlos me atrae y me hace ser feliz.....bello poema , que me hace reflexionar , en tu amigo y su obra , porque se perdio...el gaucho y su voz.
    Jasmin

    ResponderEliminar
  6. Hola, Jasmin: yo tuve la suerte de que mis padres tuvieran un caballo en casa cuando yo era pequeño. Bueno, en realidad era una yegua, que viene a se lo mismo. Una yegua rojiza con una estrella en la frente, en la que yo montaba a pelo y le daba unas buenas carreras. Es cierto que me tiró más de una vez y aún me estoy partiendo de la risa...
    El caballo del poema es un poco distinto, pero puede tener ciertos rasgos de aquella yegua que me dejó tan buenos recuerdos.
    Gracias por tu precioso comentario. Precioso e instructivo. Un abrazo

    ResponderEliminar
  7. ok. de nada , la tuya era una yegua loca, jajja, nunca la amanzaste, mira tù...falto el instructor ,que acompaña al niño y el caballo, en tù caso y si el caballo del poema es diferente y llena un espacio de crin en el alma...y por èl soy y piensas ,y soporta la carga que llevamos todos amigo, gracias por compartirlo en tu muro, y sòlo me acorde de un informe que entregue hace 3 años a un Director de una Esc. que me solicito, con el objetivo de reforzar la autoestima en sus alumnos y problemas de conducta. Sòlo que es caro. Como todos los proyectos unos bien y otros son geniales y no los auspician amigo. Jasmin.

    ResponderEliminar