Para
situar adecuadamente a los lectores, quiero decir un par de cosas. Primera: en
el tiempo y lugar en que yo fui niño, la vida de las personas era inseparable
de la vida de los animales. Segunda: la casa de mis padres era tan grande que
los habitantes de la ciudad casi no pueden ni imaginarla.
Este
poema no solo registra el posicionamiento particular de una madre y de una hija
en relación con el matrimonio en un determinado momento de nuestra historia
reciente, sino que refleja el importante cambio generacional que se estaba
fraguando en la sociedad respecto a la formas de convivencia. Quedaría mucho
tiempo aún para alcanzar los niveles a los que ha llegado después, pero el
germen ya estaba introducido en el pensamiento de la hija, mucho más liberal
que el de la madre y mucho más acorde con el transcurrir de los tiempos. Es
obvio que el acceso masivo de la mujer al mercado del trabajo, ya había
empezado a marcar el camino hacia su independencia vital.
El
encuentro y Bodas de oro: dos formas de acercarse a las arrugas
El
encuentro
Después de largos años, Antonio y Anabel se encontraron casualmente en la
calle. De lejos se miraron con nostalgia; de cerca, con dolor. En su lejana
juventud, los dos se desearon con locura, pero también con distancia. Distancia
que, posteriormente, la vida prolongó hasta este encuentro, cuando ya el tiempo
había surcado cruelmente sus rostros.