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jueves, 14 de abril de 2011

La víbora

Foto tomada de internet sin ánimo de lucro

La víbora

Esta entrada se la dedico a mi amigo de la niñez Valentín Alonso Fernández (Tino), que no solo no les tenía miedo a las víboras, sino que las cogía con inquietante naturalidad. No sé si la procesión iba por dentro, pero por fuera no se notaba. Sin embargo, lo último que él mismo le ha dicho a mi hermana Tere, que a su vez me lo ha dicho a mí, es que al final le acabó mordiendo una de ellas, creándole problemas de cierta gravedad. Por fortuna puede contarlo. Lo que no sé es si, a pesar de lo ocurrido, aún las sigue cogiendo ¿Las coges, Tino? ¿Los cojo, Ness? (Supongo que recuerdas esta frase). Un abrazo

Queridos amigos:

Es evidente que la risa va por barrios y que cada cual tiene sus fobias y sus filias, sus demonios y sus ángeles, sus rarezas y sus miedos específicos. En los tiempos de mi juventud –lejanos ya en la memoria, pero aún vivos-, conocí a una chica muy joven, muy dulce, muy guapa y muy simpática, lo que nada tiene de extraño, supongo. Lo extraño es que, a pesar de tener novio, sólo había dos cosas en el mundo que le causaban respeto: las víboras y las vacas. Y yo me he preguntado alguna vez: ¿fue ella consciente del significado de su declaración? ¿En qué sentido? ¿Utilizó frívolamente el diccionario? ¿Hizo uso a propósito de semejante bifidez intencional? ¿Era corta de miras? ¿Era inteligente? ¿Era buena?...

¿Que por qué veo fantasmas en todas partes? “¿Y tú me lo preguntas?” “Porque no es amor, es miedo, lo que don Mendo me inspira”.

Debo señalar, por otra parte, que el miedo a las vacas no lo comparto en absoluto, a pesar de la cornamenta y-eso-aleluya. Sin embargo, y en esto coincido ciegamente con la chica, por las víboras siento mucho respeto. Ahí van mis razones.


La víbora

Reptil, culebra, ofidio, la víbora es bífida de lengua, ciertamente, pero no bilingüe, que es algo muy distinto. Bilingües son los catalanes, por ejemplo, sin que ello tenga nada que ver “¿Digui?” Digamos que es “birrámica y unitronca”, si así puede decirse porque yo, ignaro, lo ignoro.

Entre las víboras del lugar –las extranjeras siempre han sido más raras- no hay ninguna bicéfala. Bicéfalos eran los “lisos”, sus primos, y a éstos sí los vi, en los prados, cuando “yo era adolescente y nadie me había amado todavía”. ¿Y cómo dice usted que se llaman? Lisos ¿Y no serán anfisbenas, monstruos mitológicos, supuraciones de la fantasía? ¿O sugiere usted que son conflictos genéticos reales, tal vez teratologías procedentes de la experimentación? ¿De la experimentación? Para mí son reptiles, simplemente; seres naturales que habitaban los prados del lugar mucho antes de la manipulación de los genes y la clonación de las ovejas. Lo que no sé es cómo lograrán coordinarse si, por ejemplo, las cabezas difieren en los gustos y una quiere ir a Murcia a desayunar y la otra refocilar con un congénere de Barcelona ¿Se tirarán de los pelos? Son calvos. ¿La emprenderán a patadas? Son ápodos ¿Intentarán arreglarlo con razones? ¿Gente que tiene dos cerebros? ¿Razonarán acaso con el culo? Vamos, corazón ¿se puede razonar con el esfínter? Parece ser que sí, que es muy flexible ¿Flexible? ¡No me digas!

La víbora común, la que conozco, posee una segunda bifidez que, mucho más sutil que la anterior, se manifiesta claramente en la estética, ya que es a un tiempo repelente y bonita, repulsiva y hermosa. No obstante, su hermosura no debe embelesarnos hasta el punto de la confianza, que es depositaria del peligro, y mucho menos de la aproximación, familiaridad o cercanía, porque ella no pregunta, sino que muerde. Muerde con violencia y voluntad, muerde con astucia y atención, muerde con rapidez y con veneno “¿Do you understand, Murdock?”. Yes, my brother, que es asilvestrada y fulgurante, que es indómita y certera, que tiene en su body sigiloso la genuina velocidad de la luz…

Dos dientes huecos, situados en la mandíbula superior, dos latigazos vertiginosos, dos inyecciones intrépidas que pueden ser mortales de necesidad, si no lo evita a tiempo un torniquete, con sajadura y chupetón, o, mejor aún, un antídoto. Y no es que sea mala, la pobre, es que es así, es víbora: ella no te puede querer. Normal. Las mulas son falsas y dan coces. Tampoco ellas te quieren ¿Te quieren quizás los alacranes o las avispas, los escorpiones o las abejas?

En cuanto al rosario que tiene sobre el lomo... ¡Ah, sí!, perdone, ¿no es reminiscencia de un determinado pisotón? ¿No es la marca, digamos indeleble, de una vieja maldición bíblica? Hombre, la similitud con el rosario no implica experiencias religiosas, tipo Enrique Iglesias, y mucho menos bondades evangélicas, tipo Madre Teresa de Calcuta, pero tampoco es el estigma que ejemplariza y perpetúa un castigo; se trata de un adorno natural, un sello específico más o menos determinista, como los tigres del Eufrates, como los propios pasos de cebra, es decir, las rayas anteriores al color, es decir, los dálmatas. La víbora no es exactamente el demonio, ni siquiera como una de sus formas…

Por otra parte, el triángulo de la cabeza no tiene implicaciones con las Bermudas ni con los montes de Venus, ni con la Plaza Triangular de Benidorm, ni tampoco con las matemáticas o la geometría, por más que estuvieran formuladas por Euclides, por Pitágoras, por Tartaglia ¿Que es sorda? Ciertamente. O casi. Pero bien lo suple ella con una vista de lince, que al lince no le vale de nada; con la capacidad mimética del camaleón, que es emblemática y cierta; con el proverbial olfato del perro, con el sigilo del gato, con la astucia de la mujer...

Del libro Aguablanca: caminos de ida y vuelta.

Mariano Estrada, http://www.mestrada.net/ Paisajes Literarios


¡¡¡INFORMACIÓN AÑADIDA !!!

El culebro y la vaca




                                                   Tomada de internet sin ánimo de lucro


El Culebro y la vaca

Las leyendas, a las que los humanos somos bastante aficionados, a menudo hacen pasar por realidad algunas fantasías verdaderamente asombrosas y descabelladas. Así, alguno de esos cuentos dice que las culebras chupan la leche de determinados animales como las vacas, las cabras o las ovejas.

Pero esto no es verdad, simple y llanamente. Como ofidios que son y, por lo tanto, depredadores, las culebras se alimentan de animales, aunque solo de aquellos que sean capaces de engullir, ya que no pueden masticarlos con sus dientes ni trocearlos con sus manos. Animales pequeños, en suma, como ratones, pájaros, batracios, peces… Los hipopótamos y los dinosaurios pueden estar bien tranquilos al respecto, si bien hay serpientes enormes que pueden engullir animales muy grandes. No sé si queda claro, pero podemos decirlo de otra forma: si quieres engatusar a una culebra con un tazón de leche para pedirle algún favor, sea este el que sea, la culebra se reirá mucho de tí: “Tú ere gilipoya, masho, poque a mí leche no guta”. Lo que ocurre es que no tienen enzimas para digerirla (Sin embargo, hay serpientes aófagas, es decir, que comen huevos, porque estos sí los digieren. Pero los engullen enteros y luego arrojan la cáscara).

Decir que las culebras chupan la leche de las vacas es como decir que las vacas se comen a los niños ¿O es que alguien ha visto comer carne a una vaca, por más que sea tierna y de niño? Pues, mutatis mutandis, ¿alguien ha visto tomar leche a una serpiente? Me refiero a alguien que no sea un urdidor de leyendas, como la de la boa zamorana, que estuvo muy en boga ¿Y qué es lo que dice esa leyenda? Pues dice que la boa en cuestión fue cazada con un cuenco de leche y un espejo: “¿Adónde va esa zorra?” -habría exclamado la pobre al verse a sí misma reflejada- “¿Crees que vas a quitarme la comida, mala mujer?”. Y entonces se abalanzó sobre ella y se metió de cabeza en el engaño.

Yo fui niño en un pueblo donde, habiendo muchas serpientes, lo lógico es que hubiera muchas leyendas. Según estas, hasta las madres que alimentaban a sus hijos dormidas eran visitadas de noche por culebras que apartaban al niño de la teta, se apoderaban del pezón y chupaban con total tranquilidad ¿Y el marido sin enterarse? Eso parece ¿Y el niño, no lloraba? No, porque las culebras son listas y le metían su propia cola en la boca: “Chupa, tontín, chupa mi colita”. Y si esto, siendo tan difícil como ingenioso, podían hacerlo con las mujeres, ¿cómo no iban a hacerlo con las vacas, que, cuando están recién paridas, tienen unas ubres tan grandes que casi las arrastran por el suelo? Además, si la vaca está pastando en un prado bien verde y bien hermoso, ¿qué más le da a ella que la ordeñe un señor o que le chupe las tetas un ofidio?

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Aclaro estas cosas porque aún hay mucha gente por ahí que, en pleno siglo XXI, el de las nuevas tecnologías, las continúa creyendo. Y yo no digo que no se sigan contando, lo que digo es que no se crean. A mí me vino muy bien que una culebra macho le chupara la leche a una de nuestras vacas “Joooo, Garbosa”. Yo era el que estaba en el prado aquel día, yo contemplé la escena de la “sorbona”,  pero mi padre, que estaba en otro sitio, fue quien la agarró por el pescuezo y se la puso a mi madre delante de los ojos. “Toma, puedes guisarla para comer”. A mí me daba asco, y yuyu, porque estaba mediatizado por las víboras, cuyo veneno no es precisamente una leyenda.

Un abrazo


EL CULEBRO Y LA VACA.

Bajo la cemba del prado,
por donde corre la madre,
maté un culebro, María,
¡mira qué grande!

Yo estaba medio espurrido
al zumbo de unos zarzales,
abandonado a unas cuentas
que de tan claras no salen.

En esto escucho un silbido,
echo un vistazo, no hay nadie;
la vaca al fondo, muy sola,
y yo avizor a esta parte.

No se oye más en el prado
que los zumbidos del aire;
así que vuelvo a los rumios
por los que andaba endenantes.

Pero la vaca se enerva,
levanta el morro, no pace;
¿qué es lo que pasa, Garbosa?
¡Ay, ay, ay, ay! ¡Miserable!

Era un culebro, María,
nuestro presunto ordeñante;
sentado sobre su cola,
erecto, todo gaznate.

Le eché la mano a la gorja,
bien ocupada en el trance,
y lo afogué en un latido
de la pasión y la sangre.

Aquí lo tienes, ¡qué lomo
para adobar con tomate!
La leche que nos birlaba
nos la devuelve hecha carne.

Del libro “Tierra conmovida”

Nota:

-Cemba: margen, caballón
-Espurrido: extendido, estirado, recostado
-Gorja: garganta

4 comentarios:

  1. Vale esta la víbora de tus letras, con las otras? ni el cuento.

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  2. Hola, corazonenamorado: para la mayoría de la gente, la víbora es repulsiva. Sin embargo, hay algunas personas para las que no lo es. Pero incluso estas personas reconocen que hay que tenerles respeto. Mi amigo Tino estuvo tres días ingresado en un hospital y se tomó, según me ha dicho el mismo, 22 frascos de medicamentos, no sé deciete cuales. Gracias. Un abrazo

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  3. Por favor, antes de emitir juicios de valor sobre seres ya suficientemente demonizados por nuestra sociedad, infórmese sobre la ecología e historia natural de los vipéridos, que esto parece escrito por Frank de la Jungla... Las víboras no son sordas, ni tienen por otra parte vista de lince. Su rosario (o zig-zag) en el dorso forma parte de su diseño críptico, y las mimetiza de posibles depredadores, como nosotros. Esa 'terrible' y 'repugnante' lengua bífida no es otra cosa que su sentido del olfato y del gusto, por el que se guían para percatarse de la presencia de sus pequeñas presas analizando el aire a su alrededor. Las víboras no son astutas ni tienden embosacadas, son sólo depredadores "de espera", aunque a veces buscan activamente camadas de ratas y otros roedores, que forman parte de su espectro alimenticio. Las especies ibéricas(sobre todo la de la imagen que ilustra la entrada -Vipera latastei gaditana-), aún cuando venenosas muy rara vez resultan mortales (nunca en personas sanas). Las sajaduras, chupones y sobre todo los torniquetes no hacen sino agravar muchas veces la sintomatología de una mordedura. LA segunda parte de la entrada ya es más cabal, y desmonta dos de los mitos más comunes sobre los vipéridos en ambas orillas del Mediterráneo. Realmente parece escrita por otra mano. En definitiva, hay ya actualmente muchos recursos en internet donde documentarse fehacientemente sobre el tema. Gracias y un cordial saludo. Juan Ramón.

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  4. Hola, Juan Ramón:

    Contesto gustosamente a su comentario que, por cierto, me parece un poco agrio, sobre todo a la vista de sus objeciones, ya que, aparte de que son matizables, no rebaten en nada lo esencial, es decir, el peligro que entraña una mordedura de víbora.

    Dicho esto, añado:

    1.- En un sentido estricto es verdad que la víbora no es sorda, pero también es verdad que no oye, ya que carece de oídos. Habría que decir que suple esta carencia mediante la detección de vibraciones. Naturalmente, al lenguaje científico no se le permiten ciertas licencias literarias, pero a otros lenguajes, sí. La gente normal dice simplemente que es sorda.

    2.- En cuanto a la vista, es verdad que es limitada, pero tiene un efectivo sistema de detección que, como usted sugiere, cualquiera puede consultar en internet ¿Vista de lince? Otra vez el lenguaje. Es una forma de hablar, que, por cierto, atribuye al lince una cualidad que tampoco tiene.

    3.-Su información sobre la lengua bífida es correcta, pero yo no la he desfigurado en ningún momento, sino que me he limitado a nombrarla o a describir una impresión.

    4.- Con el rosario o zig-zag he querido traer a colación, si bien de forma irónica (como en general todo el artículo), una simple referencia bíblica, no creo que pase nada por ello.

    5.- Por lo que respecta al torniquete, tiene usted razón, mejor no hacerlo y trasladarse inmediatamente al hospital. La práctica de la sajadura y el chupetón, con o sin torniquete, era muy común en los tiempos en que los hospitales, amén de escasos, quedaban a muchas horas, dada la carencia de infraestructuras y de medios de locomoción. Desde mi pueblo de nacimiento, concretamente, el hospital quedaba a 120 km por carretera y había que hacer transbordo. Cuando la mordedura era en la cara, por ejemplo, el desenlace podía ser la muerte. Yo conocí este caso.

    6.- Se puede colegir, por tanto, que el fondo de acidez de su crítica se dirige más bien a lo que usted llama mi juicio de valor, que evidentemente no coincide con el suyo. Pues bien, yo nací y me crié en una zona donde abundan las víboras y, naturalmente, tengo determinadas experiencias que me han llevado a tenerles mucho respeto. Tras el aire desenfadado del artículo, he querido advertir de su peligrosidad. Hoy en día, determinadas serpientes viven en las casas como mascotas. Alguien criado en la ciudad puede tener problemas si un día va de campo y tiene un encuentro con algún ejemplar de víbora en el que no debe depositar su confianza.

    Gracias por el “elogio” de la segunda parte, que, por cierto, está escrita por la misma mano que la primera. Eso sí, en otra época y en diferente contexto.

    Un saludo

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