Martina, jueves 17 de septiembre
De las tablas de multiplicar a Rosalía
No cantaba victoria. Me estaba diciendo que en el colegio ya habían empezado con la tabla del dos. Por un momento pensé que la tabla del dos era una partida de ajedrez en la que ambos contendientes habían quedado empatados. Pero empatar viene de pata, me dije, o sea que en realidad no sé si el caballo le había dado jaque a la reina o el alfil se había merendado a la torre. Sin embargo, algo tenía que ver con lo que habían hecho los niños en el colegio. Miré el calendario laboral y vi que ese día habían tenido matemáticas. Intuitivamente, yo pensé en Descartes. Y todos me dieron la razón. Todos menos Kant, que quiso ir más allá y me dio la razón pura. Total, que tuve que admitir que dos por dos son cuatro, que es el modo geométrico de pensar, tal como dijo Spinoza.
Los niños no tendrán más remedio que abrir una carpeta
en el archivo de la memoria con las tablas de multiplicar, sabiendo de antemano
que, cuando lleguen a viejos, las tablas seguirán diciendo lo mismo que dicen
ahora, lo mismo que han dicho siempre. Es de las pocas cosas que no van a
cambiar de ideología ni de sexo ni de opinión ni de chaqueta. Claro que más allá
de la razón está la vida. Y la vida es tan promiscua, tan espontánea, tan
cambiante, tan poco dada al confinamiento de los anhelos y de la voluntad… Volví
sobre la foto y le hice esta pregunta a Martina:
-¿Qué querías decir con ese gesto de las manos?
-Nada, abuelito. Yo solo estaba bailando una canción de Rosalía…
Mariano Estrada 17-09-2020
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