Sesenta y cinco es un número redondo, Rosa… ¡Felicidades!
El
sábado pasado, día 17 de septiembre, celebramos en familia los cumpleaños de
Martina y de Rosa. Ellas lo acordaron así. Martina cumplió 10 años el pasado
día siete y ya lo había celebrado con sus amiguitos en Alicante. Y Rosa cumpliría 65 el día 20, es decir hoy. Es un modo de recibir las felicitaciones por
duplicado. Naturalmente, yo he felicitado a Rosa esta mañana. Y ya son dos las
felicitaciones. Y ahora voy a dejar aquí una tercera, pero esta quiero que sea escrita
y pública. ¿Por qué? Porque 65 años es la frontera de la jubilación, aunque para
eso, como sabemos, hay que multiplicar el tiempo trabajado por el Pi minus
erre, del que ya habló en su día el poeta Gabriel y Galán.
Ánimo, Rosa, que ya te queda poco. ¡FELICIDADES Y QUE LLUEVA!, que hace mucha
falta en las tierras de España, incluidas las de Villajoyosa, donde tan poco llueve.
A partir de aquí, la felicitación aludida, que está en clave de amor
Mi sitio * Saber que te gustaba fue subir con el ego a los altares de la satisfacción y la alegría. Pero saber que me amabas fue encontrar mi sitio en el mundo.
Fortuna * Unos meses después de conocerte, un amigo me dijo que yo había nacido de pie. Se refería a lo afortunado que era al tenerte como novia. No sé lo que diría posteriormente, cuando supo que te casabas conmigo. Lo que sí sé es lo que hubiera dicho yo, de haberme encontrado en su lugar: “muchacho: no solo es que nacieras de pie, es que caíste en los exergos de la Fortuna”.
Primera piedra * Era muy consciente de que la vida estaba toda por hacer, pero hacerla juntos le daba una perspectiva más amplia y más profunda. Habíamos puesto solo la primera piedra, pero aún no imaginábamos hasta qué punto era sólida. Nuestras vidas eran una sola ilusión y latían con un único pulso. Tú hiciste que la luz entrara por mis ojos y no dejara un rincón de mi espíritu sin iluminar.
Admiración * A veces te miro con una ternura que me desborda, otras con un cariño que altera todas mis fibras. Y siempre con una admiración que sale de mis ojos a borbotones. Si no existieras tú, ¿en quién pondría yo la abrumadora carga de los sentimientos?
El paraíso * Me alegran esos ratos de calma, esas interrupciones de la actividad, esos momentos en los que la vida deja de ser un exigente problema y el corazón, el cuerpo y la cabeza se tumban sobre una hamaca en el entorno verdioscuro de la piscina. Me alegran las gozosas evanescencias que los arácnidos del sueño van tejiendo lentamente en tus ojos. Me alegra ese sosiego íntimo del que emana una profunda serenidad y que solo ocasionalmente interrumpen los cantos de los pájaros. Me alegra ese apagón momentáneo de la conciencia que se traduce después en placidez, en vitalidad, en energía. Y me alegran esos rayos de sol que veo caer sobre tu cuerpo en la plenitud de la tarde y del verano. Mirándote con estos ojos de satisfacción y contemplándote con estos sentimientos de alegría, comprendo muy bien tus repetidas advertencias preliminares: me voy al paraíso, Mariano, espero que me respeten las serpientes.
Mariano Estrada, del libro Rosa entre las rosas: cuarenta años de amor (2014)
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