A nuestra madre, que se fue hace 30
años y sigue ocupando un espacio en el corazón de sus hijos.
¡Felicidades a todas las madres!
Fluye de lumbres recordadas
un sahumerio de amor, un vaho
dulce que brota en la ceniza.
El
reflejo
Retomo
la niñez
para
subir al caudaloso
planisferio
de la inocencia
-lugar
donde la noche es un regazo
en
que se ahorma el día-,
y
allí se me abre el cáliz del amor,
su
innumerable espora o
el
alba incontenible de los sueños.
Sobre
las losas de pizarra,
el
alma reproduce
esta
visión del patio:
escaños,
abalorios, tizas...,
cosas
que inundan el perfil
borroso
de una gran rayuela.
Detrás,
en las profundas
alcobas
de la casa,
la
leña del hogar, el dulce
aditamento
de la risa,
la
pátina del beso, la amorosa
caricia
de una extensa madre...
¿Madre?
¿Quién
habita la casa sino el pálido
reflejo de una triste luna?
Mariano
Estrada
Del libro Hojas lentas de otoño
(1997)
Mariano, como todas tus letras, esta es maravillosa, dedicada a ese ser inigualable que siempre estará en el corazón, en la mente y en las vivencias de nuestra existencia. Gracias por tu valioso compartir. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Olga. La verdad es que tienes razón, pasan los años y el recuerdo permanece sin tacha ni merma. En fin, aquí viene bien tirar de tópico: una madre es una madre. Felicidades y un fuerte abrazo
EliminarMadre...Palabra que pronunciada, es un mimo permanente al corazón y a la memoria. Hermosas letras hechas poesía las que nos acercas, Mariano. Abrazo argentino. Victoria
ResponderEliminarHola, Victoria: las palabras que se le dedican a una madre pueden ser hermosas y amorosas, pero siempre son tiernas. En mi caso, la palabra madre siempre va asociada a la ternura. Gracias y un abrazol
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