A los seres queridos que ya no están con nosotros
Mis recuerdos de amor
regresan a este otoño donde
rompen las olas de la vida.
Donde ha roto la vida.
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Van cayendo las hojas
sobre el barro vencido del crepúsculo,
en tanto que el dolor,
entrecortado y lento,
responde a un interludio de campanas
gravitadas en muerte.
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Agito el corazón, sacudo el frío.
Y de nuevo retumban en mi pecho
los temblores de sangre:
los torrentes, los ríos, las cisternas...
Y los ojos me vuelven a esa luz
de otoño y vida
que hoy aparta las hojas
y se posa en un barro de ternura.
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Y el día recupera los perdidos
temblores del otoño:
esos vastos paisajes, esas
hojas prestadas que reclama el barro.
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Que un racimo de malvas
florezca junto al mármol
y abone las raíces de esta paz
que testifica el roble.
Porque roble es, y duro,
el paisaje gozoso de esta muerte.
Mariano Estrada
Del libro Hojas lentas de otoño, Premio Ciudad de
Torrevieja 1997


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¡Maravilloso poema!
ResponderEliminarMe lleva a nuestra tierra, a los seres que perdimos, al alma que perdura de ella en nuestro corazón...
¡Gracias por emocionarme!
Un abrazo con beso.
Gracias, querida amiga, por el comentario en general y por el adjetivo que le has aplicado al poema. La maravilla ocupa un lugar destacado en el abanico de los elogios. La emoción lo abrillanta y lo rubrica. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarExcelente!! Como no emocionarse? Al leer el ciclo de nuestras vidas.
ResponderEliminarGracias!!
Gracias. La emoción afecta al alma y al cuerpo, es decir, a la vida. Un abrazo
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