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miércoles, 31 de diciembre de 2025

Feliz Año Nuevo 2026

 

Tomada de internet sin ánimo de lucro


Feliz Año Nuevo 2026

Con motivo de la inminente llegada del Año Nuevo, les acabo de decir a algunas personas queridas: “Que tengáis un Año Nuevo venturoso”, “Que vuestros días sean todos felices” “Que el Nuevo Año venga cargado de salud y de felicidad”. Y lo cierto es que, estos días, palabras semejantes salen con frecuencia de nuestros labios para expresar nuestros deseos de felicidad. ¿Pero qué es la felicidad?

Pues bien, la felicidad -concepto al que el filósofo Gustavo Bueno llama cáscara vacía si se separa de su contenido original, que es el metafísico-, es algo sobre lo que los filósofos, los parlanchines e incluso algunos científicos, no se cansan de debatir, pero nadie ha podido demostrar que, más allá de determinados momentos de eufórica alegría, la felicidad sea algo que exista realmente. Lo que sí está claro que existe es el camino, variado y múltiple, por el que los humanos salimos repetidamente a buscarla. Porque, eso sí, el empeño de la felicidad lo tenemos todos muy dentro.

Y es verdad que todos la buscamos con más o menos ahínco, pero uno ya tiene recorrido como para saber que de la felicidad a la desdicha apenas median dos pasos, dos minutos, dos segundos, una pequeña variación en el camino del viento” ...

Por otro lado, yo soy consciente de que los sentimientos a menudo son dolorosos, pero no lo soy menos de que, al dorso de un dolor, puede haber un pámpano de felicidad. Felicidad que no siempre buscamos en el presente, sino que podemos usar nuestros recuerdos para traerla de algún lugar lejano del pasado. Por ejemplo, de los paraísos perdidos, que están grabados a fuego en la memoria. El hecho de traerlos al presente no acarrea daño ninguno. Al contrario, creo que los buenos recuerdos alegran mucho el espíritu. A mí me sirven para reforzarme en las ideas de felicidad y de inocencia. Lo podría resumir en esta frase:
        “La felicidad pasada es una fuente de nostalgias que, por unos instantes, vuelven a ser felicidad”.

Las personas mayores –y todos lo somos en potencia- tenemos muy presente que el tiempo va achicando los espacios de la ilusión y que cuando estos se agoten se habrá agotado la vida. Y la esperanza de una vida mejor, ¿acaso no nos anima y nos consuela? No sé, a los habitantes de este mundo (a una buena parte, al menos) se nos hace muy difícil recrearnos en paraísos en los que nunca hemos vivido. Por el contrario, la nostalgia nos suele llevar a la niñez, ese refugio de felicidad en el que no ha logrado entrar el descrédito. El paisaje de la niñez es el paisaje del corazón. Cuando este paisaje se destroza, el corazón se hace un charco de lágrimas en el que se ahoga la felicidad.

Si despojáramos la Navidad de la infinita parafernalia que la sostiene, encontraríamos un árbol en cada plaza que le diera cobijo a nuestras canciones, nuestras palabras, nuestros abrazos, nuestras alegrías y penas, nuestros afectos, nuestra generosidad, nuestra risa… Lo que tenemos, en cambio, es un desorbitado derroche de lucecitas que deslumbran con impudor los embobados ojos de la soledad.

El mejor de los deseos que podemos tener para que se cumpla en el año 2026, es que terminen todas las guerras que hay actualmente en el mundo. Y, por supuesto, que no empiece ninguna nueva. Eso acercaría la felicidad a muchísimas personas y, desde luego, evitaría millones de desgracias. Y, lo que es peor, millones de muertes.

En todo caso, Feliz año Nuevo a todos

Mariano Estrada, 31-12-2025

Río de Janeiro. Foto A. Ricardo
 

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