Buscar este blog

sábado, 10 de abril de 2010

Amores colaterales: pórtico y pequeña selección de poemas

Ángel Luís Prieto de Paula, Mariano Estrada y Ramón Arcusa, día presentación de Amores colaterales

PÓRTICO

Una palabra como “amor”, encorvada bajo el peso casi insoportable de su tradición literaria y no literaria, se compadece poco con el adjetivo “colateral”. ¿Pues no es el amor un sentimiento que arrasa, abrasa, abruma, emborracha, anega, destroza, redime, nos eleva al séptimo cielo o nos arrastra a las zonas abisales donde el sufrimiento ya no puede ser dicho? Si el amor es verdaderamente amor, ¿cómo puede, entonces, ser colateral? Colateral; o sea: tangente o secundario, adventicio, circunstancial, accesorio. Cierto que el amor usa de las paradojas para expresarse, y también de su pizca —o su montaña— de exageración. Basta leer a cualquiera de los poetas amorosos (en el caso de que exista algún poeta que no sea poeta del amor). Así, a Lope el amor le provoca efectos contrarios: “Desmayarse, atreverse, estar furioso, / áspero, tierno, liberal, esquivo”..., y aún más, y más paradójicamente: “leal, traidor”, “difunto, vivo”. Quien lo probó lo sabe. Cuando éramos adolescentes prometimos muchas veces, y a receptores distintos, un amor eterno que, al cabo de los días, descubrimos que sólo nos había durado hasta el jueves, o hasta febrero, o hasta el siguiente amor eterno, sólo que entonces no lo sabíamos. “A las palabras de amor / les sienta bien su poquito / de exageración”, escribió Antonio Machado con su punta de sorna. Pero cuando Mariano Estrada titula un libro de poemas Amores colaterales parece estar llevando la contraria a la habitual hipérbole amorosa. Estas palabras de amor, las de los poemas de Mariano Estrada, parecen aceptar la condición fungible de la experiencia amorosa, su sometimiento al desgaste de las emociones, y, consiguientemente, su retórica menor, como hecha para disolverse en el tiempo. Claro que la paradoja lo es menos cuando nos percatamos de que aquí no se habla tanto de “amor” como de “amores”: un plural que, lejos de aumentar la intensidad semántica, la disminuye o empequeñece. El amor, nos decían (¿o lo decíamos nosotros en momentos de inflamación patética?), es un sentimiento que se multiplica cuando se divide; o, más claramente, que se agranda cuando se reparte. Y, al contrario (ni yo mismo sé, a estas alturas, si me sigo), se divide cuando se multiplica; o se hace más pequeño cuando se dice en plural.

He aquí un libro de amores pequeños: de esos que nacieron un día, y se deshicieron sin que ninguna hecatombe viniera a ponerles término; o de los que crecieron a las orillas de ese otro amor “verdadero”, el amor en que se juntan, por decirlo con palabras de Platón que mucho después usaría Gil de Biedma, la Afrodita Pandémica y la Afrodita Celeste, la diosa de los amores sensuales y la del amor uno, idea pura y sublime del amor en que se miran, como en un dechado inalcanzable, los amores de a diario. En este libro se reúnen todos esos amores, los que se acabaron cuando estaban en agraz, los que prometieron mucho más de lo que dieron, los que se imaginan a sabiendas de que nunca cobrarán cuerpo, los que no pudieron ser, o los que ya no podrán ser, porque los amores, como las horas, están contados (y el poeta, a estas alturas de su vida, lo sabe muy bien). Cada poema remite a una historia que apenas deja en él algunos detalles que permiten una leve reconstrucción biográfica. Hablaba Unamuno de sus “yos ex futuros”: las diferentes proyecciones biográficas en un momento temporal dado, que fueron cercenadas, antes de cuajar, por otras decisiones, por otras instancias vitales. Mariano Estrada ha reunido en Amores colaterales una buena sarta de estas historias truncas o sólo esbozadas. El resultado para el lector es, antes que otra cosa, la melancolía. La vida aparece así como una saga de pérdidas: sueños de los que despertamos, proyectos que no prosperaron, todo lo que quedó en las vertientes de la existencia que nos tocó efectivamente vivir.

La poesía de Mariano Estrada, ya dilatada en versos y en libros, ha tocado numerosas cuerdas: la popular y costumbrista (¡qué sólido poeta costumbrista Mariano Estrada!), que nos trae los recuerdos de un pasado de privaciones y de una infancia rural; la amorosa (y no hablo ahora de amores colaterales, sino de un amor nuclear, situado soberanamente en el centro de la existencia); la paisajística, que se fija tanto en las frías tierras del norte castellano, donde viera el poeta su ser, como en las de la calcinación solar mediterránea... En este nuevo libro nos deja Mariano constancia de una vida versátil y de una poética que se pone al servicio de historias menudas, sentimientos verdaderos aunque sin el empaque de las pasiones turbulentas, escorzos de la emoción, jirones de la cotidianidad. Todo ello nos permite, al socaire de los amores colaterales, ver el bulto humano del poeta: un hombre de carne y hueso dedicado a convertir la vida en verso. Quizá lo de sus amores colaterales sea un modo personal de despojar al sentimiento amoroso de toda la faramalla palabrera y la quincalla retórica con que suele venir adobado. Como si el amor de verdad sólo pudiera salvarse de esa anegación poniéndose en el rincón en que se hacinan los enseres inservibles y las vivencias marginales. Mariano Estrada controla la música del verso, el fraseo sucesivo en que el poema se desarrolla, la imaginería en que se traducen las emociones. Dicho lo dicho, parece innecesario que este prologuista empuje al lector al paladeo de los versos de Amores colaterales, de estos fragmentos de una vida en la que le resultará fácil reconocerse.

Ángel L. Prieto de Paula
Catedrático Literatura Española


AMORES COLATERALES

Pequeña selección de poemas

1

¿QUIÉN ERES?

Me ha llegado tu cuerpo
como liberación,
y no sentí ninguna
necesidad
de preguntar quién eras.

¿Quién eres? Te pregunto ahora,
desde esta plenitud no sospechada?
¿Quién eres, que me llenas
de calma, como antes
me llenaste de fantasía?

¿Quién eres que al amarte
me he visto humanizado,
generoso, capaz, enaltecido?

¿Por qué me das tus flores
de primavera,
si mi mal es de otoño decadente?

2

LO ESENCIAL

Hoy te quiero decir que ni el rocío
fugaz de la mañana, ni la sombra
del tilo al mediodía,
ni el reflejo del mar
bajo la luna blanca de la noche,
se han interpuesto en el camino
que me lleva hacia ti.

Nada me ha distraído de tus ojos
luminiscentes, de tus labios
mojados y entreabiertos,
de tu pecho agitado por las altas
turbulencias del corazón.

Esta es la hora, esto lo esencial.
Hoy discurre mi sangre
por arterias que van hacia tus besos.

3

NO QUIERO OLVIDARTE

¿Olvidarte? Se nota
que no has tenido dentro
el corazón de otro.
¿Despertar con el día
y no pensar en ti? No puedo.
¿Abstraerme del hambre
cuando el hambre es arteria
de la necesidad? Tampoco.
¿Abstraerme del mar,
teniendo el mar de frente?

¿Qué quieres, redimirme
de un sentimiento tan profundo
que me estremece y me estimula,
tan vivo que tu indiferencia
no ha logrado matar?

Es verdad que tus besos
se me han puesto muy altos, pero...
¿Cómo podría yo vivir
renunciando del todo a la esperanza?
4

SABUDURÍA

Para Mar, porque
ella sabe qué hacer con un poema

Comparto tu opinión
sobre ciertas materias generales:
la libertad, la ciencia, la política...

Pero aún no he podido compartir
tu excitante materia personal, esa fuente
donde está la mayor sabiduría
que uno puede tener,
la de los largos
abrazos que conducen
a las lentas caricias que conducen
a los hondos conocimientos.

Las demás, incluidas
las tesis doctorales y las técnicas
que innovan la investigación,
son meras herramientas
para poder ganarse el pan, tratando
de huir de los sudores.

Comparto tu opinión sobre materias
que a todos nos conciernen
y quiero compartir el calendario
de tus noches y de tus días,
adosando mi corazón a cada
uno de tus instantes
porque la vida empieza, de verdad,
donde te siento yo cuando me rozas.

5

Te quiero pasional hasta el delirio,
hasta que el último
resuello de la bestia
se vuelva resignada mansedumbre.

Así, consciente de que
el límite del fuego es un rescoldo
donde ya no hay pasión sino ternura
en estado de gran felicidad,
me instalo en las caricias y deseo
que no se acabe nunca el magnetismo
de este fuego sin llama.

Y te cubro de seda hasta que
el peso de mis manos
estimule los potros de tu piel
y de nuevo la bestia nos exalte.

Y nada más, amar...

Amar hasta el desmayo,
hasta la muerte lenta del deseo,
hasta vaciar el corazón
del inclemente peso de la sangre...

Del libro Amores colaterales (2006)

Mariano Estrada http://www.mestrada.net/ Paisajes Literarios

5 comentarios:

  1. Por tu fuego en la poesía, me dejas totalmente vacía de palabras.

    ResponderEliminar
  2. Pero tienes a alguien que escribe por por ti: un duende, un gato, un corazón... un rayo que corre detrás de la belleza.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. MaAngela y Sillercita somos la misma... O sea Yo Mariangel.

    Poemas preciosos.

    ResponderEliminar
  4. ¿Me lo explicas a mí, Mariángel? Ya sé que MaAngela es Sillercita. Me alegro de verte por aquí. Felices vacaciones. Un abrazo

    ResponderEliminar