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jueves, 22 de julio de 2010

El gorrión desprendido



Torre de la Iglesia de Muelas de los Caballeros

Gorrión, de los que abundan en Muelas

EL GORRIÓN DESPRENDIDO

Para Guillermo (1), que tiene patria
en Muelas, con los pájaros.

Fue en el lapso de tiempo que va de un sol pajizo y declinante a la hora imprecisa de los murciélagos. En lógica correspondencia, las pizarras azules de los tejados y los sillares grises de los edificios tenían sombra en el este, matizando así la uniformidad machacona de los colores.

Sobre un silencio esencial y una calma de densidades perceptibles, la tarde se extendía en un susurro de árboles y un piar creciente de pájaros. La torre de la Iglesia, con su veleta de gallo venturoso, apuntaba hacia un oscuro azul, un cielo extenso con purezas de campo y de montaña. Finalmente, una brisa suave y cadenciosa corría por las calles con las melazas de agosto.

En ese espacio adusto y apacible, casi íntimo, donde la belleza es sencilla y la naturaleza exhibe una semblanza armónica y antigua, Guillermo pudo sentir con alterada sangre los pálpitos de vida de un pequeño gorrión. Fue un instante mágico, por lo que el hecho tiene de misterioso. Emancipado del nido antes de hora, acaso desprendido por accidente, el gorrión se debatía entre desesperados aleteos y conatos inútiles de fuga, hasta que ¡zas!, alguien lo cogió sin excesivas dificultades y, con meditada delicadeza, se lo depositó en el asombro de los ojos y de las manos. Guillermo resistió con entereza los naturales intentos de liberación del asustado pajarillo y, cuando éste se tranquilizó y abandonó los forcejeos, pudo percibir en su conciencia de niño de seis años la suavidad de un plumaje virginal, la dulzura de unos ojos desamparados y los latidos conmovedores de un corazón que, como el suyo, apenas había salido a la calle y a la vida.

Con la lógica de un niño pequeño y, dado que estaba en aquel pueblo de visita, Guillermo quiso guardarlo en una caja de cartón para llevarlo a su casa de Alicante, junto al mar y la luz y las gaviotas. Allí lo tendría para siempre, cuidándolo con hojas de lechuga, con agua, con alpiste, con azúcar de multiplicada eternidad.

Su padre, en cambio, con la lógica aplastante de una persona mayor - si bien con el disgusto de tener que arrebatarle a Guillermo una ilusión no sólo comprensible sino en cierto sentido incluso maravillosa -, le dijo con firmeza, aunque también con amor y con ternura, que su deseo no podía cumplirse porque el gorrión se moriría de juventud y de pena, que necesitaba a sus padres y a sus hermanos, que necesitaba aquellos árboles, aquel clima, aquellas aguas, que le era imprescindible aquel paisaje, aquel ambiente. Que toda la grandeza del mar no iba a ser bastante para salvarle la vida.

A los ojos de Guillermo acudieron las mareas del Mediterráneo, pero hizo un ejercicio de comprensión y logró ver que su padre, por esta vez, había pensado las cosas con la lógica de los mayores, pero en claro favor de los pequeños. Acaso el gorrión no necesitaba una protección tan rigurosa como su padre le había dicho, pero sí la compañía de sus ya añorados congéneres, la naturaleza amable de aquel concreto lugar, llamado Muelas de los Caballeros, y la libertad que reclamaban sus alas para tener apego a la vida.

De todos modos, para evitar unas lágrimas mayores que las precedentes -y ya serían casi de dimensiones oceánicas-, su padre tomó el pájaro en las manos y, en una distracción de Guillermo -de las que son tan frecuentes en los niños-, corrió a depositarlo amorosamente donde por fuerza había de encontrar a los suyos: en el exacto lugar en que su libertad, si bien con intenciones muy nobles, había sido violentada e interrumpida.

Al saber lo sucedido, Guillermo -ahogando en su doliente corazón unos latidos muy grandes que huían hacia el pájaro-, decía estar conforme mediante leves asentimientos de la cabeza, pero miraba a su padre desde un hoyo de resignación, callada, pensativamente, con la voluntad y la fuerza necesarias para contener las tempestades del mar, que otra vez se aproximaba a sus ojos.

(1).- Guillermo es hijo de José Luís Ferris, poeta, escritor y biógrafo de Miguel Hernández.

Mariano Estrada http://www.mestrada.net/ Paisajes Literarios

8 comentarios:

  1. Este relato es tierno como el vuelo del gorrión hacia la torre de las campanas y duro, como la aspereza de las piedras, escalones de subida. El papá de Guillermo es un buen pedagogo. Cómo duele el corazón cuando no se condesciende con un caprichito. La foto del campanario es muy bonita y el gorrioncito, delicado candor de absoluta libertad, "suavidad de un plumaje virginal". Esto contrasta con la rudeza “silvestre” de los niños del orfanato que están pasando las vacaciones en Dim Ditey. Ellos están más desamparados que la cría de gorrión caída del nido. Los quiero muchísimo, pero eso no basta ¿Qué mano les enseñará a volar? Besos. Tonyaska

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  2. Mariano,Amigo Poeta...Què deliciosa narraciòn del "Gorriòn Desprendido", nos has regalado.
    Con tu poesìa desbordante,me has transportado a lugares de ensueño, a situaciones de colores indescriptibles, a realidades que pocas veces se perciben de una manera tan càlida y dulce.Como a Guillermo, tambièn las làgrimas han inundado mis ojos.
    Amo,todos los animales, pero mi predilecciòn por los pàjaros, es ùnica.Me hiciste vivir, màs de una vez, que, como Guillermo tuve la dicha de abrigar con mis manos pajaritos, que por alguna circunstancia habìan extraviado su camino.
    La màs reciente, hace unos dos meses, de un nido de sinsontes, cayò un pichoncito,igual que Guillermo, soñè, dejarlo conmigo, lo acariciè, lo besè, pero siempre he defendido a estos tiernos animalitos, de las personas que los atrapan en jaulas, y como Guillermo, no pude evitar mis làgrimas, y lo regresè a su nido.
    Mariano,sabes,he empezado mi dìa de sàbado,hermoso.Tu narraciòn no sòlo me transportò a todos esos lugares,vì ese cielo azul, sentì la brisa correr por las calles de Muelas.Pero lo que màs me llegò, la sensibilidad inmensa del corazòn de este niño.
    Es demasiado lindo,leerte.Es demasiado lindo mi dìa hoy, con una historia que me ha emocionado hasta las làgrimas, El Gorriòn Desprendido.
    Gracias miles, Poeta.
    Un beso lindo.

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  3. Hola, Antonia: es una pena, pero los niños del orfanato lo tendrán cada día un poco más difícil. A los gobiernos y a las instituciones internacionales se les llena la boca con sus declaraciones pomposas e irresponsablemente ligeras. La realidad va por otro lado, tú lo sabes muy bien, como todos los misioneros del mundo.
    En España, que también hay hambre, las instituciones que deberían hacerlo no están aportando un triste mendrugo a los necesitados. Los mandan a Cáritas, fijate, a la Iglesia que tanto aborrecemos.
    Te deseo suerte. Sé que solucionarás los problemas de esos niños.
    Un beso

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  4. Hola, Celina: vuelvo a darte las gracias por tus siempre generosas palabras.
    Y me alegro de que el Gorrión desprendido te haya suscitado tantos recuerdos. Las historias en las que participan los niños tienen estas cosas: que nos vuelven a llevar a la niñez, el punto donde solemos encontrarnos con la felicidad, por lo menos los que hemos sido felices.
    Creo que hiciste bien en devolver el sisonte a su nido, aunque no dudo de que contigo también hubiera estado muy bien, jaja.
    Un abrazo

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  5. Entiendo a partes iguales al padre, al gorrión y a Guillermo, me preocupan más esos niños de Antonia, en su soledad llena de calor desbordado de cariño que ella les dá, sin ningún lugar a dudas... pero sin padres que les enseñen de cerca la importancia de la vida, de aprender a volar y de dejar pasar el tiempo natural de las risas y los veranos de vacaciones, y vuelvo a repetir que Antonia, con sus compañeras, harán de padres, de madres y de gorriones, pero no es suficiente. Jo... este cuento ya me pone triste y ahora me ahoga aún más. Un abrazo Marito.

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  6. Hola, Anónimo/a: no sé "a ciencia cierta" quién eres, pero llamándome Marito indicas algún tipo de proximidad, ya sea geográfica o afectiva. Y además eres sensible a los pájaros y te pone triste la injusticia que sufren los niños, los de Antonia y muchos millones en el mundo...
    De todos modos, alguna sospecha sí tengo. Y no creo que sea descabellada...
    Un abrazo y un beso

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  7. Ayer... "Fernando" quiso abandonar la jaula que le ha servido de nido provisional, aunque nos queda "Lucía". Hoy la tristeza por su situación me supera, él así lo ha decidido y yo como padre y madre artificial lo siento y veo como el momento para lo cual he estado tres meses de cuidados, desde que me los encontré medio ciegos y sin plumas en un rincón de taller, muchas veces he tenido que acercarles la jeringuilla para que comieran y muchos momentos de sincero cariño me han dado, y no llego a comprender como se puede apreciar tanto a un animal que no ocupa mas que un palmo. Lucia todavía no se atreve a separarse mas de unos metros de la jaula, pero sé que un día cercano se irá, con un trocito de mi corazón y la preocupación de un padre que ha puesto en ello todo su mejor propósito. Espero esté bien y sepa "buscarse la vida"...

    Un abrazo y gracias por la poesía arbolillo, me ha hecho llorar...



    Me hubiera gustado enviaros una foto de "mi pareja"

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  8. Hola, Ramón: creo que lo que ha hecho Fernando es lo que debía hacer, lo que acabará haciendo Lucía, si no hay nada que se lo impida. Comprendo tus emociones, que son loables, pero tú sabes que el destino de los pájaros es la libertad...
    Un abrazo

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