Cercado de mies, fotografía de Fernando Medrano
Nueva dedicatoria a Manuel Centeno, 7 de mayo de 2013
El 27 de noviembre de 2010 dediqué este poema a mi amigo Manuel Centeno, con quien entonaba gorigoris porque el campo moría. Hoy el que ha muerto es él y mi corazón entona un canto de tristeza.
¡Qué pena!
Este post se lo dedico a mi compañero y amigo Manuel Centeno, que en estas cosas del campo tiene unos sentimientos como los míos: las mismas penas, las mismas alegrías. Desgraciadamente, el campo que él y yo conocemos tiene hoy más de las primeras que de las segundas.
Querido Manuel: ¿Podrá olvidar el campo alguien que se apellida Centeno?
Mis ayeres vienen,
mis ayeres idos,
en manojo de ayes
a los hoyes míos.
Los molinos altos
de pesadas piedras,
de palabras blancas,
de gastadas ruedas.
Los cacharros viejos
de la casa vieja,
el colchón varado,
el vellón de oveja...
Fragmento del poema “Mis ayeres”, del libro “Mitad de amor, dos cuartos de querencias”
¡Qué pena!
Qué pena tengo en los campos
rendidos a la maleza.
Qué pena tengo en las hoces,
qué pena tengo en la siembra.
Y en los caminos truncados
¡qué pena!
Qué pena tengo en los surcos
borrosos de las roderas;
y en las sonatas del carro
y en el jaez de las yeguas.
Y en las veredas del río
¡qué pena!
Qué pena tengo en los ojos
de remirar tanta ausencia:
manales, zachos, traíllas,
bigornias, entalladeras...
Y en los olores del heno
¡qué pena!
Qué pena tengo más honda
en el hondón de la huerta:
tomates, habas, cebollas,
patatas, ajos, cerezas...
Qué pena y pena más grande.
¡Ay, ay, qué pena!
Del pozo que daba el agua,
del agua que era tan buena.
Y del caldero herrumbroso
que aún pende de la polea.
Del libro “Trozos de cazuela compartida”
Mariano Estrada http://www.mestrada.net/ Paisajes Literarios
Sí,es una pena la visión de los campos abandonados por el afán de una vida mejor. Hemos perdido el valor del cultivo de la tierra, el arañar con las propias manos sus entrañas y disfrutar del aroma de sus frutos vivos, recientes, antes de penetrar en las cámaras de refrigeración. El industrialismo moderno nos está congelando hasta el alma.
ResponderEliminarUn abrazo, poeta.
Ascensión
Hola, Ascensión: lo diré con un verso del Piyayo: "A mí me da pena, y me causa un respeto imponente".
ResponderEliminarCuando yo era niño, todo el afán de mi padre era sacarnos de aquella "vida arrastrada". Él era un buen labrador, pero en los últimos años tuvo que salir a trabajar al extranjero...O sea, que es difícil...
Lo tengo recogido en un poema:
Las cuentas
Contó los palmos de tierra
que en vano araba y araba.
Contó los granos de trigo.
contó el maíz y las habas.
Echó las cuentas de todo
y puso el hambre en la carga.
Pesaba más el invierno
con esa noche tan larga.
Un fuerte abrazo
Qué pena del olvido, del abandono, del uso desmedido de la tierra para hacerla cemento.
ResponderEliminarEs realmente doloroso tener que enterrarse en la pena para las personas que de verdad han amado el campo, la huerta, el tiempo dedicado y ahora olvidado. Es realmente una pena que, además, no hayamos sido capaces de trasladar ese amor y trabajo, esa ilusión y cariño para los que llegaron después, eso es, al final, la pena más honda.
Un abrazo.
¡Que Brutos!
ResponderEliminarY casi no acierto a decir más, Mariano.
Cuando ya no queda nadie que labre la tierra hacen la concentración parcelaria. Resultado: el molino comunal (en deshuso para el fin que fué creado, pero recien restaurado por dentro y por fuera) ha quedado sin acceso; sigue siendo comunal, pero habrás de pedir permiso al dueño de alguna finca de las que lo rodean si se lo quieres enseñar a tu hijo o a tu nieto.
De película?, no, que acabo de llegar del pueblo -sabes que siempre voy- y lo he comprobado in situ.
Me remata JoseMari, que hoy en su blog nos enseña una de aquellas capillas de nuestra infancia y de aquellos mosaicos convertida en trastero. Otra pena más.
¡Que Brutos! sigo diciendo.
Gracias por tu dedicatoria, Mariano. Y gracias emocionarme y apenarme, aunque sea al mismo tiempo.
Un fuerte abrazo.
ManuelCenteno
Hola, Anónimo:
ResponderEliminarEn la zona donde nací había una extraña mezca de agricultura y ganadería que se complementaban, pero también se molestaban. Además, había un munifundio exagerado que complicaba mucho las cosas. Total, que sobre el año 1965 empezó la gente a emigrar y la zona se despobló en poco tiempo y de una forma terrible. Tenían razones para hacerlo, porque costaba mucho vivir.
Pero da pena.
La zona de La Carballeza zamorana será de las más despobladas de España. El campo está totalmente abandonado...y en algunos publecitos viven sólo unos viejos. Pocos y viejos ¿Qué futuro puede haber allí?
Sí, da pena.
Un abrazo
Pero qué brutos son, Manolo. Tienes ración y te sobra pienso.
ResponderEliminarEn Muelas, donde nunca se pudo hacer la concentración parcelaria cuando el campo más o menos pitaba, también se ha hecho ahora ¿Y para qué sirve ahora? No sé, para tener reunidas las tierras, ya que de lo contrario terminarían por perderse. No sé si con la crisis que tenemos encima y lo mal que van a ponerse las cosas, alguien se aventurará a hacer algo... Aunque lo dudo. Y, desde luego, yo no le arriendo la ganancia...
Ya veremos.
Oye, y el molino ése ¿merece la pena? ¿Y no han podido dejar algún camino, aunque fuera como servidumbre?
Pero qué brutos, señor Manuel, qué brutos.
Me alegro que te haya gustado la dedicatoria. Por cierto, te la he hecho con muchísimo gusto.
Un fuerte abrazo.
Mariano
¡Pero qué brutos!
Pequeña rectificación, querido anónimo:
ResponderEliminarHe dicho que la emigarción empezó en el año 1965, pero no es verdad, empezó unos años antes. En el 65 ya había emigrado mucha gente. Tal vez empezó por el 61...
Un abrazo
Qué pena, es verdad, qué pena
ResponderEliminarver que no existen senderos,
que se han rendido a las zarzas
y a los espinos grajeros
Qué pena ver carros, trillos
hoces, rastrillos y bieldos,
en los rincones, heridos
por la carcoma y el tiempo.
Y qué pena que un mal día
alguien los condene al fuego
Qué pena pensar que aun tienen,
estos dormidos aperos,
frescos pálpitos y pulsos
de aquellas manos que fueron
ofrendas y sacrificio
a mil sueños panaderos
Qué triste es volverse a donde
por dejar de ser pequeño,
siendo niño, me medía
a los tallos del centeno.
Hoy ya sin trillos ni arados
sin cantos de carreteros
sin júbilos de cosecha
ni quehaceres molineros
qué pena me da, qué pena
cuando recuerdo mi pueblo
Un abrazo de pena compartida
Santos
Centeno, mira, aquí hay alguien que solía medirse contigo... Se llama Santos y es un compañero de La Virgen... ¿Te suena?
ResponderEliminarQuerido Santos: no es la primera vez que compartimos los sentimientos. Hoy toca la pena...
A Centeno le han aislado el molino y dice que una de las capillas del Colegio la han llenado de trastos...
Somos la Trinidad apenada ¿O el tripartito? Por cierto, el tripartito también está apenado... ¿Qué tendrá el tripartito?
Muy bonito el poema, Santos. A una pena le ha salido otra pena...
Gracias y un abrazo
Estoy seguro, Mariano, Santos S.S. es otro admirado compañero con el que tampoco puedo medirme aunque él se midiera conmigo y a quien hace tanto que no veo como a ti, a pesar de ser vecinos.
ResponderEliminarOtro abrazo también para él.
Pues se ha montado aquí un FaceBook en toda regla y sin venir a cuento, o a poema, o sí, o no!!, pero me hace risa!
ResponderEliminarSoy anonimamente yo, de nuevo, como siempre! ja ja ja y ja!
Hola, Anónimo: sí que viene a cuento. Y a poema. Todo lo aquí escrito se relaciona directa o indirectamente con el poema del post ¡Qué pena!
ResponderEliminarSí, qué pena, pero se relaciona, jaja.
Podías haber dicho: Soy el que soy, pero esa es una frase que lleva muchos años inventada.
Un abrazo
Hola, Centeno: ¿no habrá una confusión de Santos? Los dos son compañeros y los dos son Santos s.s. ¿Do you?
ResponderEliminarUn abrazo
Se nos fue el amigo Manuel Centeno.
ResponderEliminarSe fue despacio... pero deprisa.
Se fue tranquilo... pero enfadado.
Se fue de día... pero de noche.
Se fue muy sano... y estaba enfermo.
Adios amigo. Nos vemos en las tierras del Norte!
Es cierto, Julio: se nos fue. Como todos nos iremos un día, pero a él le ha tocado con bastante adelanto, porque bien puede decirse que aún era joven. Esta es la otra cara de la moneda. La del reencuentro y las alegrías la llevamos muy bien. A la otra, la de las tristezas y despedidas, no estamos aún acostumbrados. Y creo que no nos vamos a acostumbrar...A ver si encuentra un buen campo para pasar gozosamente la eternidad.
ResponderEliminarUn abrazo
La “trinidad apenada”. Es verdad. Ya no recordaba que era nuestro Centeno el tercero de los componentes. Hoy somos la “miríada apenada” porque él –como otros más- ya nos faltan de aquel nuestro “paisaje paramero”. Algo a lo que no va a ser posible acostumbrarse, como dices. En tu caso lo compruebo también con la ausencia de tu amigo Paco Llorca. Parece que cada año que pasa se hace más vivo vuestro recuerdo. He leído todos los delicados y emotivos escritos que nos has ido dejando.
ResponderEliminarParece que para ejemplo de los que quedan se van yendo los mejores.
Un abrazo.
Santos
Hola, Santos: cuando se murió Paco Llorca, a quien te refieres, alguien me dijo que "estas personas no deberían morir nunca", que es una forma de decir que se trataba de un ser extraordinario. Lo que pasa es que si no murieran nunca no serían humanos. Y si no son humanos no tienen el valor que les atribuimos. Es decir, un círculo vicioso.
ResponderEliminarNosotros, con el reencuentro, hemos tenido enormes alegrías y enormes satisfacciones. La otra cara de la moneda es la que nos ha enseñado ahora Manolo, que acaba de extender su Centeno por la parameda de la eternidad.
Un fuerte abrazo