Últimos años 60, en la tierra de "La Fragua", Muelas de los Caballeros (Zamora)
En la foto: Daniel Estrada, María Vázquez, Lisardo Estrada, Antonia Estrada y Charo Estrada
LA SIEGA DEL PAN
A Tere, con quien he compartido la hoz.
A Charo, que puso siempre la risa.
En los carrascos del teso,
que abundan en abuyacas,
tienen su vasto concierto
las chicharras.
Abajo, junto a los chopos,
está el concierto del agua.
Entre los dos, la pendiente
con una alfombra de paja:
paja de trigo o centeno
paja de avena o cebada.
El sol que dora la espiga,
bruñe, castiga y aplana.
Por la ladera, esparcidos,
sombreros, hoces y agallas.
cinco cuadrillas de a seis,
treinta camisas sudadas.
Cuatro las sudan las hoces,
una engavilla, otra ata.
Sesenta surcos de a hecho,
tres caballones por barba.
Sólo al final de la mano
se abre un procinto de calma;
hay quien lo adoba con vino,
hay quien lo riega con agua.
Bien se merecen un trago
la hoz, el lomo y la paja.
¡Que haya salud!, grita el aire
desde una cemba rayana.
Lo mismo digo: ¡que la haya!
Que haya salud, que haya vino,
que haya paciencia y baraja.
Por las roderas del viento
corre una brisa que canta;
un segador le ha prestado
la voz, el fuelle y el alma.
¡Que bien parece esa copla
sobre este son de chicharras!
De las choperas del valle
sube el graznar de una urraca.
-Ya estamos todos, hermanos.
-A ver si vienen las viandas.
Del mediodía al ocaso
hay una cuesta empinada;
la tarde es todo largueza,
la noche es todo tardanza;
la tierra toda manojos
que tras el sol se embornalan.
Y cuando se abre la luna
es todo prisa, no pausa.
Prisa en los ojos que miran,
prisa en el tiempo, que pasa;
prisa en la estrella que cae,
prisa en el gallo que canta.
El día empieza de nuevo.
nadie es más gallo que el alba.
Mariano Estrada
Del libro Trozos de cazuela compartida (1991)
está el concierto del agua.
Entre los dos, la pendiente
con una alfombra de paja:
paja de trigo o centeno
paja de avena o cebada.
El sol que dora la espiga,
bruñe, castiga y aplana.
Por la ladera, esparcidos,
sombreros, hoces y agallas.
cinco cuadrillas de a seis,
treinta camisas sudadas.
Cuatro las sudan las hoces,
una engavilla, otra ata.
Sesenta surcos de a hecho,
tres caballones por barba.
Sólo al final de la mano
se abre un procinto de calma;
hay quien lo adoba con vino,
hay quien lo riega con agua.
Bien se merecen un trago
la hoz, el lomo y la paja.
¡Que haya salud!, grita el aire
desde una cemba rayana.
Lo mismo digo: ¡que la haya!
Que haya salud, que haya vino,
que haya paciencia y baraja.
Por las roderas del viento
corre una brisa que canta;
un segador le ha prestado
la voz, el fuelle y el alma.
¡Que bien parece esa copla
sobre este son de chicharras!
De las choperas del valle
sube el graznar de una urraca.
-Ya estamos todos, hermanos.
-A ver si vienen las viandas.
Del mediodía al ocaso
hay una cuesta empinada;
la tarde es todo largueza,
la noche es todo tardanza;
la tierra toda manojos
que tras el sol se embornalan.
Y cuando se abre la luna
es todo prisa, no pausa.
Prisa en los ojos que miran,
prisa en el tiempo, que pasa;
prisa en la estrella que cae,
prisa en el gallo que canta.
El día empieza de nuevo.
nadie es más gallo que el alba.
Mariano Estrada
Del libro Trozos de cazuela compartida (1991)
Precioso!!!
ResponderEliminarLos poemas de la Cazuela son mis preferidos, sin duda. Me gustan todos!
(ültimamente te has puesto tan dulce...)
¿Y las dulzuras no te gustan, Transi? ¡Qué pena! Oh, sí, qué pena tengo en los campos rendidos a la maleza...jaja
ResponderEliminarAhora soy de miel, o lo parezco. Pero es que no conoces mis últimas producciones, que son casi de acíbar.
Un beso dulce.
¡Hola,Mariano! A través de tu poema casi se huelen las mieses, casi te enciendes al calor del mediodía y te empapas del sudor noble del trabajo. ¡Qué dura era la labranza en esas épocas! Hoy las máquinas siegan, trillan, hacinan. Es el "3 en 1",o como decir que un hombre vale por tres, aunque sigo creyendo que los de entonces eran más bravos y sufridos y sí que le echaban coraje. Lo de sentarse y dirigir unos mandos, a mi juicio, no tiene tanto mérito.
ResponderEliminarUn abrazo. Ascensión.
Hola, Ascensión:
ResponderEliminarComo siempre, tu comentario es acertado. Yo también creo que aquellas labores requerían mucho coraje. Y mucha sabiduría. Había que saber cómo, dónde, cuando y porqué. Y mucho más en lugares como Muelas, donde había un minifundio exagerado, donde se altenaban las labores del campo con la ganadería. Lo que signifíca que había que sembrar sólo a una mano, la otra era para el pasto de los ganados. Muy complejo todo. Había que gastar muchas horas para ir de una tierra a otra...
Me alegra que te hayan llegado las esencias. Las labores a mano se acabaron, pero las esencias perdurarán. Espero.
Un fuerte abrazo
Que yo también fui de hoz
ResponderEliminaraunque fui más de guadaña
con la que a un palmo del suelo
iba cortando las cañas
secas e inhiestas del trigo
del centeno y la cebada
Cómo me llegan tus versos
a los rincones del alma
y sacan de allí recuerdos
que a borbotones me manan
Cómo me llevan, sumiso
y engañado, tus palabras
a los trigos rumorosos
que me han mecido la infancia
Hoy, Mariano, cómo siembras
en mis rastrojos nostalgias
Santos
Precioso poema, Santos. Me has endulzado la mañana...
ResponderEliminarEn éste, como en otros comentarios, ha quedado patente que tú y yo mamamos de niños, además de la teta de nuestras madres, unas cosas muy parecidas. Así, hoy nos hemos ido "a los trigos rumorosos / que me han mecido la infancia".
Una imagen magnífica la que proyectan estos dos versos.
Como todo el poema.
Me conmueve esa siembra de nostalgias en tus rastrojos. Gracias, querido amigo.
Por cierto, me ha dicho Patricia que te dé las gracias por la rosa y por el poema.
Un fuerte abrazo
Este poema huele a pan, a calor, a trabajo, a sol plomizo que envuelve como una manta densa... Me parece algo tan especial que de la rudeza, del sudor, de la fatiga y del dolor de riñones puedan emanar versos como estos. Pero eso sólo lo consigues tú, Mariano, luego los echas en una cazuela, los compartes, aunque sea por trozos. Y nosotros los bebemos y comemos deleitándonos en cada bocado o cada sorbo...
ResponderEliminarUn abrazo anónimo, como a ti te gustan (¿o era que no?)
Mecachis en la mar, vuelve la intriga...
ResponderEliminarEl caso es que me gustan tus comentarios, porque tienen miga, porque van "de mi corazón a mis asuntos", porque van a la sustancia y no se quedan nunca en la superficie. Ejemplo: "Este poema huele a pan, a calor, a trabajo, a sol plomizo que envuelve como una manta densa... "
Es evidente que me quieres castigar desde este cruel anonimato... Pero "¿Quién eres tú, dinos, que no te recordamos?"
Ya sabes que no se puede acusar sin pruebas. Y yo sólo tengo una temblorosa sospecha...jaja.
Un abrazo bien a las claras. Y a las yemas.
Maravilloso!!!
ResponderEliminarPrecioso poema, querido Mariano. Como siempre, me dejas con la boca abierta y el corazón exaltado. El poder de evocación de tus versos es asombroso, poderoso, generoso y rumoroso:)
Como de costumbre, más en un poema costumbrista, que me gustan algunos, aunque tú creas que no. Me has traído a la memoria las siegas en Portalrubio, el pueblo de mis abuelos. Gracias al influjo de tus palabras he podido volver durante unos instantes al sol y los trigos de los quince años... muchísimas gracias, Marito.
Precioso también el poema de Santos, y muy acertado el comentario de Anónimo (quién será? qué curiosidad!)
La foto es preciosa, y seguro que te trae unos recuerdos tan tiernos!
Un beso de mediodía dorado, querido Mariano.
(Qué poemas son esos del acíbar? Has visto qué curiosa estoy? :))
Aunque el gran Andrés Iniesta
ResponderEliminarnos hizo a todos felices
los deslices son deslices
y es desliz decir “inhiesta”
Así pues si alguien protesta
la razón la tiene dada.
Reconozco la patada
que he dado sin darme cuenta.
Ya tendré la mente atenta
en la próxima jugada
"Gracias al influjo de tus palabras he podido volver durante unos instantes al sol y los trigos de los quince años..."
ResponderEliminarQuerida Lidia: no sabes la alegría de verte por aquí, te he echado mucho de menos.
Fíjate la frase que he destacado de tu comentario ¡Qué bonita en su segunda parte! Los trigos de los 15 años.
Yo sé que te gusta la buena poesía, sea o no costumbrista. Ésta de la siega del pan, como la mayoría de “Trozos de cazuela compartida”, trata de un mundo que ya sólo existe en la mente de unos pocos. Pero veo que es capaz de arrancar del alma los recuerdos, hasta los trigos de los quince años...Y no sabes cuánto me alegra.
En cuanto a Santos, es verdad que tiene muy buena madera ¿Y el anónimo? Bueno, le gusta jugar conmigo y yo me dejo querer. Lleva haciéndolo algún tiempo, con comentarios elaborados y bonitos. Me gusta. Yo soy capaz de resistir la curiosidad. No sé él. O ella...
Mirar la foto es como volver a vivir aquellos momentos, porque, además, los tengo muy vivos.
Nada más, preciosa mía. Preciosa y el aire, como diría Lorca.
Gracias por el esfuerzo, que se ha traducido en este hermoso comentario. Te mando un beso con rumor de cigarras y estallidos de leguminosas.
Vaya, otro anónimo...
ResponderEliminarMe encanta Iniestra, y aunque aquí sea bien recibido, no deja de quedar fuera del tiesto. Bien resuelta la falta.
Yo tengo una poema que en una estrofa se le aproxima. Verás:
Enhiesta sobre la era / la parva espera / No hay viento / Dejabo de la carreta / está extendido el amuerzo.
Con el gol de Iniesta vibré, te lo aseguro, como toda España. Y la excepción confirma la regla.
Un abrazo
Discúlpame, Mariano. En esos improvisados versos que hice como comentario a tu poema “La siega del pan” cometí el desliz de escribir “inhiestas” en lugar de enhiestas. Quise corregirlo (a pesar de que parece que haya pasado desapercibido) y aprovechando la homofonía que tiene con el apellido del autor del definitivo gol de España y la actualidad del hecho, rimé unas palabras a modo de décima que, también, fueron acompañadas de otro desliz: la falta de firma. Se ve que los calores de este mes de julio nos afectan a algunos especialmente.
ResponderEliminarGracias por tus elogios y por esos poemas de tu “Trozos de cazuela compartida” que a mí también –qué le vamos a hacer- me gustan especialmente por llevarme de manera tan fácil y mágica a los añorados paisajes y a las vivencias de mi niñez.
Me agrada especialmente también que mi comentario versificado haya sido bien visto por Lidia (¿aquella mujer de bellísimos ojos cuya foto nos mostraste un día aquí en este mismo blog?). Si es la misma mujer se comprende muy bien que todo lo vea bonito.
Un abrazo
Santos
Hola, Santos:
ResponderEliminarDisculpa que haya tardado en contestarte. He tenido un día bastante movido.
Con respecto al comentario versificado y futbolero, ni siquiera me había imaginado que fuera tuyo. Por otra parte, pensé que el autor había querido jugar un poco con las palabras, aprovechéndose de las homofonías a las que te refieres etc. Pero no te preocupes, deslices los tenemos todos, e incluso patinazos.
Ya sé que te gustan los poemas de Trozos de cazuela compartida. Por cierto, es un libro que escribí desde la añoranza, si así puede decirse. Tal vez sea por eso por lo que lleva a otros a recuperar vivencias parecidas.
Y de Lidia, ¿que te puedo decir? Que sí, que es ella, la de los comentarios preciosos, la que todo lo mira con esos ojos limpios.
Un abrazo
¡Que de colores, de olores, de sensaciones me han vuelto a renacer al leer y ver esta entrada, de mi niñez en Toro y mi adolescencia en Roa!
ResponderEliminarHola, Amado: algunas de estas cosas no las volveremos a ver ni a oler ni a sentir, a no ser en el recuerdo.
ResponderEliminarAl recuerdo pertenece este poema.
Un abrazo