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domingo, 30 de enero de 2011

Nocturno

Foto tomada de internet sin ánimo de lucro

Nocturno

He salido a la noche
para perderme en los parajes
interminables de la soledad
y echar mis pensamientos a la luna.


En el largo camino,
-consolidado ya por la costumbre-
hay espacios poblados
por el ruido que el mar
deja en los lomos de la arena y
otros de masas vegetales
que sugieren jardines
de frondosos y antiguos paraísos.
(Curiosamente,
coinciden con el nombre del lugar)

Luego cantan los grillos
que, numerosos e invisibles,
ocupan los solares
pendientes de especulación
(Por cierto,
no sé qué harán los grillos cuando
alguien los cambie por alguna
solución habitacional)

Así mismo, me encuentro con alegres
cucarachas escurridizas
que se mueven en torno a las grasientas
-y a veces olorosas-
basuras de los restaurantes.

Después oigo el concierto de las ranas
croando bajo el puente
que media entre las partes
en que está dividida esta ciudad
de colores colgantes y vistosos.

Y enseguida me topo con la plaza,
casi siempre poblada de elementos
de variada naturaleza,
y la gran avenida que, a estas horas,
de silencio y de luz artificial,
aparece más ancha y soberana
que la alumbrada por el sol
-y por los coches-
a las claras del día.

Yo percibo estas cosas
en un plano difuso
de la conciencia,
con la excepción, acaso, de las ranas
croando bajo el puente,
porque son algo así
como un anacronismo
que rompe en dos mitades
no la propia ciudad, ya rota
por el río, sino la misma vida:
El pasado, tan simple,
tan natural y tan mestizo.
Y el presente, tan sordo y tan autista,
tan sumido en el fárrago y el vértigo.

Y al tiempo que estas cosas
existen con independencia
de mis particulares percepciones,
hay otras que, de forma natural,
ocupan lo más vivo
de mis claros y dulces pensamientos.

Y es justamente de estas cosas
de las que yo,
andante solitario y hombre libre,
me declaro gustoso dependiente.

¿Y qué cosas son ésas?
–dice un suspiro de la noche-
A lo que yo respondo
con un interrogante sorprendido:
¿Y lo preguntas tú,
luciérnaga interior
de mi postrado luto?
Son estrellas que encienden en el pecho
los fuegos que devora el corazón.

Regreso, al fin, a casa,
pero antes de ocultarme entre sus muros
me siento con la Noah
-que no es sólo una perra o un guardián,
sino también un confidente-,
en un rincón preciso
que ella acomoda para mí,
en la escalera,
entre su cuerpo y la pared.

Mientras me huele y la acaricio
la luna se derrama sobre el mar
con la totalidad de su belleza.
Pero a mí ya me ha dado,
tal como acabo de decir,
hora y media de íntima locura.

Del libro Gotas de hielo (2011)

Mariano Estrada http://www.mestrada.net/ Paisajes Literarios

2 comentarios:

  1. Respira y suspira melancólico el poeta. Se siente y casi se huele la soledad del hombre entre la naturaleza vibrante. La nostalgia de un pasado más feliz y pleno atormenta corazones, mas la Esperanza se viste de verde.
    Un abrazo, Mariano.
    Ascensión

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  2. Hola, Ascensión:
    "La nostalgia de un pasado más feliz". Correcto, si por más feliz se entiende más comprensible, más sencillo, más aceptable, más humano, más lógico. Y se contrapone a un presente que, en términos generales, proporciona muchos bienes materiales, pero menos felicidad.
    Y claro que la Esperanza está ahí, vestida de verde. De lo contrario se acabaría el sentido.
    Gracias por tan sugerente comentario.
    Un abrazo

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