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martes, 16 de agosto de 2011

Placeres de verano: el catamarán de Pere

 Mariano, luciendo catamarán en el puerto de Villajoyosa (12-08-2011)


No me quites el mar
que el agua es vida. 


Placeres del verano: el catamarán de Pere


Mi amigo Pere Garcimartín trabaja en un banco, mejor dicho, en una caja. Y tampoco es del todo correcto, en realidad trabaja en la caja de un banco. Y más correcto aún sería decir que trabaja en dos cajas: una, la del dinero, otra, la de la vida, es decir, la que le protege de las pistolas en los eventuales casos de atraco,  una especie de urna de cristal donde discurren sus mañanas, estáticas y largas,  al compás fatigoso y dinámico de los clientes. Allí está hasta las tres, encajado en la soledad tumultuosa de quien, por imperativo laboral, recoge, reparte, cuenta y defiende el dinero. Ahora bien, cuando sale… ¡Ay, amigos! Cuando sale va derecho a la sal, que está en la mar, con la vida. La mar en femenino, claro, porque él tiene el alma marinera.
-A qué hora salimos, Pere?
-¿Te parece bien a las seis?
-Me parece muy bien.
-Pues no se hable más, a las seis. Entra por el parking del Club Náutico y allí estaré yo, a la derecha.

Con la puntualidad de los suizos, y no me refiero a los relojes, me presento en el puerto con un bañador estampado de color rojo, una camiseta blanca de Decathlon y unas chanclas azules, que creo que proceden de Carrefour. Vamos, con una pinta de guiri que no se puede aguantar.
-Aquí, Mariano –me dijo Pere, agitando una gorra cuyo inminente destino estaba en mi cabeza. Otra igual estaba ya en la suya.

Había sacado del varadero su pequeño catamarán blanco y lo estaba empezando a aparejar. Trajinaba con la soltura de un experto en la materia y yo, que me vi de don Tancredo, le dije:
-¿Te ayudo?
-Sujeta esta barra –me contestó, mientras desenrollaba la vela.
-¿What about palo de mesana? –le chuleé irónicamente, como en plan entendido.
-Aquí no hay palo de mesana –me contestó, mientras tiraba de la cuerda-. Aquí hay un palo mayor y un foque, como ves.

Miró hacia las banderas del Club Náutico para saber la dirección aproximada del viento, orientó el catamarán, que estaba en la parte superior de la rampa de amerizaje, y salió corriendo con él por la pendiente hasta meterse un tramo en el mar. El agua le llegaba por la cintura.
-Baja ya –me dijo- Pero ten cuidado con la rampa, que resbala.

Y efectivamente, resbala. La rampa es una solera de hormigón y, sobre ella, un ruleteado de cemento. Y el verdín, que se pega al material donde da la vuelta el agua, como diría Torrente Ballester, lo hace tremendamente resbaladizo. A mí me salió de pronto la profesión:
-Aquí había que hacer unas estrías –dije-. O por lo menos una especie de abujardado, para hacerlo un poco rugoso…

Mientras yo hablaba, me mandó coger el barco por la punta de uno de los esquís, extrajo las ruedas, se las llevó al lugar donde se encuentran los aperos, volvió, sujetó el catamarán y dijo:
-Ya puedes subir.
 -Menos mal que me has dicho que resbalaba –comenté mientras echábamos a andar- Te podías haber quedado sin compañero. ¿Y qué ibas a hacer tú sin mí, en este mar sin fondo que se nos abre al horizonte y que está plagado de orcas y de tiburones asesinos.
-¿Tiburones asesinos? Jajá… Más les temo yo a las medusas.
-¿Más que a los tiburones?
-Bastante más, lo de los tiburones tiene mucho de mito y de leyenda. En general, si nadie les ataca, todos los peces son buenos.
-¿Y las morenas?
-Las morenas también, ellas solo abren la boca, pero nada más. Igual que las rubias. Si tú no metes la pata…
-Yo no haré tal cosa. Es más, voy a atarme al palo de mesana para que no me confundan las sirenas, que aquí hay muchas.
-Cierto, pero todas están en la playa, con bikini, y no creo que te aclamen a ti…
-Ojito, chaval, que el encadenado es Ulises y los bikinis son la alfombra que por las noches desteje afanosamente Penélope.
-Ya, pero es para Bardén, supongo.
-Y yo diría que aciertas, ya que, en esa sociedad, no constan deslealtades ni cuernos. Todavía…

Mientras decíamos estas cosas livianas, nos íbamos adentrando en el mar y la ciudad de Villajoyosa, bajo la luz cansada de la tarde, se iba convirtiendo en un panorama extraordinario y espléndido. Detrás, como un dios elocuente, se erguía el Puig Campana, monte que, como dice la leyenda, tiene un tajo en el mar, que es el que forma la isla de Benidorm.
-Cuando yo fui marinero, en el 73, -chuleé nuevamente, pero aclaro que mis escasas aventuras acabaron siempre en mareo-, le di la vuelta a la isla. Entonces había un corral de gallinas. ¿Sigue aún allí?
-Sí, sí, aún sigue, pero creo que son patos, las gallinas –me contestó él-. Y ahora hay también un restaurante.
-Claro, el negocio es el negocio, caballero.
-Caballero de Muelas, ¿no?
-Bueno, o Tafaner de La Vila Joiosa.

La tarde era magnífica y apacible. El viento era suave y placentero. La calma del mar apenas era alterada de vez en cuando por un barco mayor cuyo paso provocaba determinadas sacudidas en el catamarán, y también por las motos acuáticas, que cruzaban por el frente con velocidad y con ruido. Por lo demás, todo era serenidad y lontananza. A ratos nos sobrevolaban las gaviotas, cuya presencia en el mar viene a ser como las mariposas en los campos de flores.
-¿Nos echamos al agua, Pere?
-Podemos hacerlo, si quieres. Pero habría que parar y, si paro, a  lo mejor te mareas.
-Probablemente. Y ello a pesar de la biodramina.
-Entonces nos iremos a tomar una caña.

Qué momentos más dulces se quedaban en la mar, que es salada. Pero el corazón, que es un potro, me iba saltando de alegría. El espíritu se había relajado tanto que, por unos momentos, se olvidó completamente de la crisis del ladrillo, de los mercados financieros, de la deuda soberana, del bono alemán y de la prima de riesgo. Y eso que la prima de riesgo tiene todo un cuerpazo, la tía, deberían exhibirla desnuda para ver si se anima de una vez la bolsa de los cojones, esa que algunos llaman Ibex-35, pero que solo es otro nombre del escroto.

Llegamos al puerto, finalmente. Mientras Pere se fue a buscar las ruedas del catamarán, yo me quedé de pasmarote, cuidando de que el barco no se fuera.
-¿Es que se iría? –pregunté.
-Pues claro que se iría, si lo dejas…

Tiramos de él hacia arriba, nos resbalamos de nuevo en el verdín, que para eso está. ¿Por qué no hicieron la rampa con baldosas antideslizantes? Pere no lo sabía, pero supo desarmar en un plis plás lo que había armado tan bien para salir, hacía apenas dos horas. Aparcó el velero en su plaza, nos cambiamos de ropa y nos fuimos a uno de los bares del puerto. Allí nos encontramos con Santiago, un madrileño de La Bañeza que tiene un apartamento en Benidorm y no sale del puerto de Villajoyosa.
-A Santiago le vendí yo el barco hace cuatro años –dijo Pere- y desde entonces somos amigos.
-Pues no sé si Santiago lo sabe, pero en La Bañeza hay un poeta…
-Claro que lo sé, coño, Antonio Colinas, si es amigo mío…

Y así nos dieron las nueve y las diez…hasta que al fin nos despedimos para ir a cenar. Posteriormente, ellos se irían de juerga a Benidorm. Yo me vine a casa, donde ahora estoy escribiendo. Mientras sacaba del bolsillo la llave de la puerta, una luna redonda caía sobre el mar y, aunque era completamente de noche, hacía que se vieran las cosas muy claras, pero que muy claras.

Un abrazo

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios
Blog http://paisajes.blogcindario.com

                                             Pere Garcimartín, en el Copérnico (2010)

4 comentarios:

  1. Querido Mariano,
    me ha encantado este relato. Efectivamente esa puede ser una "jornada de mar", pero creo que Pere todavía vive con más intensidad ese contacto con el medio. Pero sólo él lo sabe. Besos
    Carmen

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  2. Efectivamente, Carmen, Pere es un hombre de mar. Los únicos bancos que a él le gustan son los de los peces.
    La jornada fue deliciosa. Tú lo sabes muy bien, porque has tenido muchas. Y de Pere, ¿qué te voy a decir que tú no sepas? Que es una persona excelente y que el mar es su vida.
    Gracias y un abrazo

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  3. Cómo he disfrutado con tu relato Mariano!!!
    Qué gusto da leerte..., es que te visualizaba todo el rato, hasta te veía en las reflexiones...
    ¿A que mola tener amigos con barco? (No hace mucho me "pasearon" desde el charco a la cala finestrat, paraeta, serveseta..., qué gozada!)
    Oye, dile a Pere que si algún día no tiene compañero/a de paseo marinero, que me avise, que me encantaría... (Yo pongo el almuerzo)
    Bueno, me voy a limpiar la baba que se me caía mientras te escuchaba...
    Un placer oirte, un abrazo.

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  4. Hola, Transi: no me extraña nada que te haya gustado el relato, porque sé lo mucho que te gusta el mar. Y sí, puedo decir contigo que es una gozada.
    Le transmitiré a Pere tu mensaje y añadiré de mi cuenta que, más allá de una compañera de paseo, en tí tiene una compañera de afición.
    Yo me apunto al almuerzo, lo pague quien lo pague.
    Gracias por este comemtario tan bonito.
    Un beso vapososo.

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