Muelas de los Caballeros, foto de Fernando Medrano
Sueño
No sé si volverán las golondrinas a los balcones, pero hay cosas que
es difícil que vuelvan a aquellos viejos pueblos en los que, a pesar de la
humildad y la dureza del trabajo, imperaba la ilusión, la buena convivencia, el
amor, la alegría, el bullicio, la esperanza, la vida.
Al escribir este poema, yo estaba viendo a una mujer que,
amorosamente, encendía el fogón de la
mañana, a un hombre entregado al exigente reclamo de los animales, a un niño
que enfrentaba sus ojos soñolientos al inmenso tazón del desayuno.
De pronto, el aire se poblaba de sonidos, entre los que destacaban los
variados repiques de las campanas. Las calles se poblaban de ganados y de
personas, las escuelas de uniformes y de niños. El día era un incesante
hervidero de ocupaciones. Las chimeneas humeaban. En la cocina, un caldero
colgaba de las caramilleras que había sobre la lumbre. En la calle, un hombre
salía hacia sus tierras detrás de una pareja de vacas, otro cargaba a sus
espaldas un mañizo de hierba. Este iba a los prados con una azada, aquel iba al
molino con un burro y un costal de centeno, el otro iba al pajar con una vieja talega…
El pastor empujaba a las reses ataviado con un morral, unas polainas y
una cacha. A su lado caminaban mansamente los perros.
Cacareaban las gallinas en los corrales, gruñían los cerdos en los
cubiles, los gatos se paseaban por los tejados y, como música de fondo, sonaban
los cencerros y las esquilas…
Dos hombres cruzaban sus alegres saludos en la calle:
-Madrugas mucho, Justino, no se te pegan las mantas.
-Pues tú me vas por delante, Genaro, que al rabo no andas.
No, no creo que todo aquello vuelva. ¿Cómo va a volver algo que en
puridad ya no existe? A día de hoy nos quedan unos leves recuerdos que, dentro
de unos años, no podrán ser avalados por un solo testigo.
Sin embargo, es bonito soñar. Y además es gratis.
Sueño
Vuelve el fuego a encender la chimenea
de la vieja cocina abandonada.
Vuelve el lustre a las hoces y a la azada,
vuelve al pozo el caldero y la polea.
En las calles humildes de la aldea,
donde puso el silencio su calzada,
se ha erigido una voz ilimitada
que en los pies de los niños corretea.
En los ojos del hombre se percibe
una luz ancestral que lo ilumina,
un destello feliz que lo transforma.
Es el sueño de un alma, que recibe
su legado de paz, su medicina
y el zapato a medida de su horma.
Del libro Trozos de cazuela
compartida (1991)
Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios
excelente...me entusiasma tu blog
ResponderEliminarGracias, Anablel: espero que dure ese entusiasmo. Que tengas un feliz año nuevo.
ResponderEliminarUn abrazo
Lindo como todo lo que escribes. Mariano este fenómeno es mundial, las nuevas generaciones no tendrán estas reliquias
ResponderEliminarLindo como todo lo que escribes. Mariano este fenómeno es mundial, las nuevas generaciones no tendrán estas reliquias
ResponderEliminarHola, shofar: lo que hoy prima en el mundo es el cosmopolitismo. Y me temo que el amor a la naturaleza es un poco de salón, salvando todo lo que haya que salvar, naturalmente. Gracias y un abrazo
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