Foto tomada de internet sin ánimo de lucro
Una mirada
por el retrovisor. Undécima parte
Frases y versos jirones
de la vida 21
01.- Una
patada a la tele
Bien sé que el cultivo intelectual entraña una
apriorística y decidida voluntad y un posterior y renovado esfuerzo. A veces un
esfuerzo muy grande. Pero no es menos verdad que con ello se conquistan
territorios bellísimos y fértiles: espacios de contemplación, sutiles vientos
de calma, lazos de humanidad, campos de luz y
de conocimiento…Y, en todo caso, territorios inmensamente más ricos que
un altisonante programa de televisión en
el que la meta es el cuerpo zascandil -o
el rostro sensiblero o el prostituido corazón, que tanto da- de determinados
personajes “telebazóficos" que, por lo común, exhiben un paisaje cultural
desangeladamente agostado. Dicho sea por si alguien necesita un empujón para
cambiar de canal o de programa. E incluso para darle una patada a la tele,
porque cada día es más palpable que la calidad técnica de este medio de
comunicación es inversamente proporcional a la de sus embrutecedores programas.
Queden a salvo, no obstante, las honrosas excepciones que harán valer esta
regla. (2001)
02.- Sociedad
de servicios
¿Alguien piensa que, en términos generales, España puede ser ya nunca otra cosa que una
sociedad de servicios? Bien es cierto que con estos o aquellos romanticismos,
con unas u otras reminiscencias o particularidades, pero, a fin de
cuentas, una sociedad de servicios
europeizada, burocrática, mayoritariamente urbana. Y encima, con un campo
sembrado por doquier de rumorosos mamotretos eólicos, algún que otro armatoste
térmico de ciclo combinado y unas largas caceras de hormigonada hidrología
nacional. No van a quedar libres ni los prados para una eventual convalecencia
de las vacas cuyos males no alcancen la incineración ni la carnicería. (1997)
03.- Pueblos
de España: emigración de los 60
Nuestra memoria sangra por la herida del abandono. Los recuerdos se
acumulan en pelotones de ruina y de tristeza. (2012)
04.- Petición
de libertad
Desde este extremo de España dominado por la luz, pedimos que la luz
adquiera tintes de naturaleza en las relaciones humanas y sociales para que
nadie vuelva a extraerla impunemente de los ojos de un hombre. Libertad para
esos ojos inermes que, sin causa
justificada, han perdido la luz en los desmanes aleves de unos hombres
ciegos. Ciegos, con la dimensión exacta de sus crímenes. Y también con la carga
de su culpa.
Pedimos libertad para Delclaux y
Ortega Lara. Y también para Publio Cordón. Que sus ojos retornen a la
luz. Que se rompan para siempre los candados humillantes de sus tristes zulos. (1996)
05.- Por la
razón a la fe
La luz de la razón es un destello blanco que, a lomos de ignorancias y
de sabidurías, aunque siempre con espuelas de voluntarismo, nos lleva por
espacios temblorosos a la humilde convicción de nuestra esencia insignificante (realidad, materia), pero deja
abierto el señuelo de una potencialidad ilimitada (ilusión, espíritu). Así,
desde un cuerpo arraigado en la gravitación universal, extendemos las alas de
una mente incorpórea con la pretensión cósmica de la infinitud y la
intemporalidad: una suerte de proyección de los anhelos hacia el límite oculto
de la vida -por el lado en el que campa
la virtualidad-, que en lenguaje filosófico se llama trascendencia y tiene como representación un difuso abismo alrededor
del diagrama espacio/tiempo. (2000)
06.- La televisión
y la inocencia
Sabemos que la actualidad es dependiente de la televisión, y que esto
subvierte toscamente una buena parte de los valores, para mayor gloria de Nietzsche.
Lo que pasa es que hay cosas en la vida que no van a ser nunca filmadas
ni reducidas a carne de televisión, y la inocencia -que brota sutilmente-, se
extiende por doquier en sueños multiplicados e imperecederos, en almas
inaccesibles a la vulgaridad y a la derrota, en el rescoldo inmanente de fuegos
no del todo apagados y de flores no del todo marchitas. (Año 2000).
07.- Arzalluz
y los vascos
Si tuviéramos que juzgar a los vascos por las
sucesivas manifestaciones del Presidente del PNV, Javier Arzalluz, nos veríamos
obligados a admitir que de algún modo
son especiales, ya que no únicos. Su última declaración, para más gloria,
parece sugerir que también son
excesivos. Y yo, la verdad, salgo a respirar el ambiente y veo a muchos vascos
que van a cierta calle de Benidorm, más bien chiquita, entran en ciertos bares
de la misma y toman unos vasos de vino que no son precisamente muy grandes. Me
acerco a algunos de ellos y los veo de un tamaño español. (En Benidorm, uno es
de un tamaño o de otro dependiendo de los lugares en los que te muevas: no hay
contraste más grande que un español
medio en una discoteca de nórdicos). Y entonces me pregunto: ¿qué es lo que ve
Arzalluz en esta buena gente para decir que no caben en la Constitución? Si
caben en Euskadi, con excepciones que no empecen la regla, ¿cómo no han de
caber en territorios tan amplios como es el de la palabra, la idea y el
concepto? ¿O es que algunos vascos, dirigentes ellos, son tan cortos de miras y
de espíritu que ven en la Constitución su pobre y cucurbitácea metáfora? ¿O
aquello del melón sólo tiene que ver con la rima? (1998)
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