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miércoles, 3 de agosto de 2016

Sustancia de un paisaje


El Charco, Villajoyosa. Foto M Estrada


Sustancia de un paisaje
El Charco, Villajoyosa

Miro la imagen que tengo ante los ojos y la veo más o menos bonita, pero no reproduce las sensaciones que tuve mientras contemplaba directamente el paisaje: los árboles, los arbustos, las hierbas, la orografía, el cielo, los colores, el mar. ¿Qué hay de aquella realidad en esta fotografía? Un tenue reflejo. Es como si se le hubiera ido la densidad, el pulso, la esencia, la sustancia.
 
Miro nuevamente la fotografía. Y es hermosa. Pero tiene una cierta planitud en los relieves, no se mueven las hierbas, no impregnan el aire los olores, no se oyen los cantos de los pájaros ni el crujido de las ramas, al pisarlas. No se percibe la evidencia de que las cosas te miran, te sienten, te tocan, te comprenden, como tú las comprendes a ellas y las miras y las oyes y las escuchas. Y sientes que las penetras como ellas te penetran a ti.

Hay una corriente osmótica de savia, de sangre, de vida; una comunión de espiritualidad y de carne, una compenetración de espíritus disímiles y complementarios. ¿Tienen espíritu los árboles y las plantas? ¿Tiene espíritu el aire? ¿Tiene espíritu el mar? Todo esto no lo veo en la imagen, aunque es verdad que lo recuerdo muy bien y, si cierro los ojos, lo revivo.

Soy consciente, no obstante, de que la fotografía es tan solo un reflejo de aquella realidad que contemplaron mis ojos, que oyeron mis oídos, que sintieron mis manos y mi corazón y que admiró apasionadamente mi alma.

Quisiera que, al mirar la fotografía, mis pies se hundieran en los socavones del suelo y tropezaran con los matojos de hierba. Quisiera revolcarme entre esa hierba hasta saciar la necesidad de acariciarla. Y luego andar hacia el mar para lavar en él las cicatrices de mis heridas.

Mariano Estrada, 03-08-2016 www.mestrada.net Paisajes Literarios

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