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miércoles, 17 de octubre de 2012

Caminos que no se encuentran



Foto de Fernando Medrano


Caminos que no se encuentran

Cuando digo libertad estoy diciendo alas, cuando digo frontera estoy diciendo prohibición. ¿Qué quiero decir cuando digo camino?

El sugestivo tema del camino ha sido recurrente en mi ya larga andadura literaria, no tanto como para que pueda considerarse una obsesión, pero sí lo suficiente como para detenerse un momento y preguntarse por los motivos de esa insistencia. Lo primero que hay que aclarar es si el camino por el que uno se pregunta es siempre el mismo. ¿Lo es? Evidentemente no. Hay ocasiones en las que uno se pregunta por el camino geográfico, simple y llanamente; otras por el camino de la formación académica o el de la actividad profesional, otras por el espinoso camino de la fe.
Pero esos y otros caminos no tienen ahora incidencia directa en  nuestros inmediatos propósitos, ya que éstos se ocupan mayormente de  los temblorosos caminos del amor, que son solo una parte, aunque importante, de los inescrutables caminos de la vida. Porque la vida, al final, es una extensa multiplicación de caminos, una especie de telaraña o de mapa en el que estarían representados todos ellos, tanto los de carácter biológico como los de carácter  biográfico, para decirlo con esta distinción orteguiana. Por cierto, para Ortega, “el sentido primario y radical de la palabra vida aparece cuando se la emplea en el sentido de biografía”.

¿Dónde situaremos entonces al amor? Naturalmente, la naturaleza del amor es biológica, por más que nosotros veamos el enamoramiento bajo un halo de espiritualidad, que nos parece mágico, pero que, según los entendidos, tiene también un fundamento biológico. Lo cual no quita para que el amor pueda ser biografiado, al menos parcial y aproximadamente.

Pero sean cuales sean sus fundamentos, los caminos que ahora nos interesa explorar son precisamente los del amor en sus efectos prácticos, que tanto pueden ser de ortigas como de rosas, de lágrimas como de sonrisas. Angostos casi siempre, a menudo acaban siendo empinados y tortuosos. El explorado en la Poe-canción que nos ocupa más abajo tiene un ingrediente añadido: el de ser un camino que no se encuentra. No es que no exista, no es que haya sido borrado por el tiempo, es simplemente que no se encuentra. Borges habla en un famoso cuento de los caminos que se bifurcan, Galeano habla de los caminos del viento, Sartre habla de los caminos de la libertad…Pues bien, nosotros hablamos aquí de los caminos del amor, pero solo de aquellos que no se encuentran.

Andar sin rumbo

Vereda, siempre vereda,
camino eterno, camino.
Andar que pesa, que duele,
andar pesado y dolido.

¿Adónde voy, a qué meta?
¿Por qué ignorado motivo?
Los pies me pesan andando,
parados pesan lo mismo.

Aunque una fuerza me empuja
no me señala un destino.
Un paso sigue a otro paso,
un vino sigue a otro vino.

Mi sueño es una llanura,
mi canto un pájaro herido,
mi corazón una hoja
que el aire siempre ha movido.

Detrás del valle hay un monte,
detrás del monte hay un río.
Detrás del hombre, su espalda;
detrás del tiempo, el abismo.

Dolor de pasos sedientos,
dolor de pies desvalidos.
Dolor de andar sin reposo,
dolor de estar detenido.

¡Se arrastra tanta desgana
cuando el amor se ha perdido!
¡Es tan pesada la carga!
¡Te duele tanto el olvido!

De la serie “Poecanciones”.

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios


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