José Piqueras, Mariano Estrada y José Carlos Gil
Discurso
de Mariano Estrada en la presentación de Las
orillas del mar y Poeminos de amor
Primera
parte
Hace unos días fui a
darme un paseo por el Charco, un lugar de Villajoyosa donde uno puede ir
apartando los conejos y oyendo los cantos de los pájaros. ¿Os podéis imaginar
un mundo en el que no hubiera pájaros? Pues ese sería un mundo sin poesía. La
poesía es tan necesaria para el mundo como los cantos de los pájaros.
Y tirando de ese hilo
argumental, vamos a preguntarnos por la utilidad de la poesía. ¿Para qué sirve
realmente la poesía? Vayamos por partes:
Antonio Gamoneda, poeta leonés que ha sido referencia de Zapatero, dice que la poesía no sirve para nada… práctico. (Los puntos suspensivos son míos).Y ve constreñida su utilidad a la intensificación de la conciencia, cosa que a mí me remite a la época de estudiante, en la que todo el mundo decía que las matemáticas, por sí mismas, no servían para nada concreto y menos para nada inmediato, pero que abrían mucho la mente. Afirmación que, desde luego, a mí me parecía una obviedad, especialmente cuanto tuve que vérmelas con la geometría descriptiva, ese cúmulo de técnicas geométricas mediante las que se puede representar el espacio tridimensional en una superficie con solo dos dimensiones, permitiendo así estudiar sobre un papel el comportamiento de los cuerpos en el espacio: sus cruces, sus intersecciones, sus sombras…
Es decir: intensificación
de la conciencia, apertura de la mente, confluencia de utilidades entre la poesía
y las matemáticas, lo cual no deja de ser interesante, sorprendente y curioso.
Tal vez sea este el motivo por el que José Ortega y Gasset, el filósofo de la
razón vital, pudo decir en su día que la poesía es un modo de alcanzar el
conocimiento. Algún tiempo después, José Ángel Valente, el genial poeta y
ensayista gallego, añadió una coletilla a esa frase de Ortega, para dejarla así:
la poesía es un modo de alcanzar el conocimiento… de la realidad. Testimonios
que no necesitan de mayores explicaciones. (Los puntos suspensivos siguen
siendo míos).
José Martí, el poeta cubano
que, además de un pensamiento revolucionario cultivó una rosa blanca, con un
lenguaje muy propio del personaje, de la época y del lugar, dijo que la poesía
es más necesaria para los pueblos que la industria, porque la industria, en
efecto, les proporciona el subsistir, pero la poesía les da el deseo y la
fuerza de la vida. Y ese es, sin duda, un servicio de inestimable utilidad.
Y así podíamos seguir
toda la noche, llenando la sala de opiniones, más o menos categóricas, de
poetas, de literatos, de filósofos… Opiniones que se suelen pisar unas a otras y
que a veces no son más que socorridos lugares comunes. Yo escribí hace tiempo un
artículo titulado “¿Para qué sirve la poesía?”, en el que mostraba algunas de
esas opiniones que, si bien tienen su carga de valor, podían sustituirse por otras
sin que eso modificara el sentido del artículo. Solo al final del mismo
introduje el agudo pensamiento de otro poeta, catalán en este caso, que venía a
redimirlas a todas. Lejos de los tópicos, Miquel Martí i Pol, que ese es el
nombre del poeta al que me refiero, introdujo en sus palabras algunos valores
novedosos, como el del gusto. A este respecto, dijo con serena rotundidad que
la poesía servía Para
recuperar el gusto por el silencio en un mundo desquiciado y ruidoso; para
sentir el gusto por la palabra en un mundo terriblemente mediatizado; para
restituir el gusto por la intimidad en un mundo incierto; y para reafirmar el
gusto por la libre reflexión en un mundo de pensamiento único. No creo que
pueda decirse más ni mejor. O sí, pero yo lo dudaré hasta que alguien realmente
me lo demuestre.
Como es lógico, yo también tengo algunas opiniones al
respecto. Pero aquí voy a exponer únicamente la más prosaica de todas, la que
utilizo para soltar ante la gente que, con ánimo amistoso, algo de ironía y
mucho de escepticismo, me bombardea a
veces con esta machacona pregunta: “Mariano: ¿para qué sirve en realidad la poesía?”.
A lo que yo les respondo: “Para lavarse”. Y alguno de vosotros me dirá: “o sea
que tú, cuando te levantas por las mañanas, en lugar de ir al lavabo para
quitarte las telarañas de los ojos y sacarlos del campo de Morfeo, te diriges a
la biblioteca, coges un libro, lo abres al azar y lo restriegas por tu cara con
toda la carga de sus letras”. Lo cual tendría su encanto, ciertamente.
Pero, bromas aparte, la realidad es un poco distinta, como veréis.
Más o menos así: una persona sale por la mañana para ir a su trabajo y, con
ganas o sin ellas, hace lo que tiene que hacer, pero se encuentra con rostros
desagradables, con ventanillas indiferentes y malhumoradas, con incompetencias
de todo tipo, con traspiés, con empujones, con zancadillas, con azacaneos
esforzados e inútiles… Total que esta persona llega a su casa por la tarde
envuelta en sudor y desasosiego y se va corriendo a la ducha: se enjabona, se
enjuaga, cierra el grifo, sale de la bañera, se seca con fruición, arroja la
toalla como haría el ministro Wert, se mira en el espejo y exclama: “¡Ah, qué
gusto!”. Después se enfunda el
batín, se sienta en el sofá, enchufa la
tele… Pero se sigue sintiendo desasosegada e incómoda por dentro. Entonces coge
un libro, que puede ser de poesía, o, mejor aún, se pone a escribir un poema.
No hace falta ser experto para escribir un poema, lo único que hay que hacer es
dejar que las palabras salgan arañando el hollín de las chimeneas interiores,
lavando las paredes de la insatisfacción, de las penalidades, de los malos
humores, de las humillaciones, de los sufrimientos. Y cuando el poema está
terminado, se levanta, se mira en el espejo, ve luz en sus ojos y comprueba con
satisfacción que las comisuras de sus labios apuntan claramente hacia arriba.
Por último, alza triunfalmente los brazos y exclama: “¡Ah, qué maravilla! Y ahora
sí, ahora esa persona se siente
inmaculada en cuerpo y en espíritu, alegre y viva, dispuesta a recibir
en su habitación la bienaventuranza del sueño.
Para eso vale la poesía, queridos amigos. Os puedo asegurar
que para eso me ha valido a mí, incluso en los tiempos más duros y en las
circunstancias más adversas y difíciles. Y para eso puede valeros igualmente a
vosotros. Y, aunque tengamos que contradecir a Gamoneda, podemos afirmar perfectamente
que la utilidad aludida es de un orden práctico. ¿Por qué? Porque al día siguiente,
la persona que ayer llegó cansada a su casa puede volver a ponerse el mundo por
montera, salir exultante a la calle para ir a su trabajo y proclamar a voz en
grito: vengan tigres a mí, vengan leones,
vengan elefantes laborales, económicos, administrativos y burocráticos. ¿A
cuántos tengo que seguir y perseguir esta jornada? ¿A cuántos tengo que amansar
en este día hermoso que me ha dado la vida?
¿No sería Gamoneda el inspirador de la frase. "La tierra pertenece al viento" palabras del dramaturgo Zapa?. Asi nos fue´. Y el poeta, ¿se hace, o nace?.
ResponderEliminarHola, Eneas: la verdad es que no sé quién es el inspirador de esa frase, que está sacada de otra mayor y no es exactamente así. Zapareto dijo "la tierra no pertenece a nadie, salvo al viento", que viene a ser lo mismo. Dicen que está inspirada en demasiados: la argentina Alejandra Pizarnik; entre otros. Pero Gamoneda no está entre ellos, que yo sepa.
ResponderEliminarPor cierto, la frase no es muy acertada que digamos. Bob Dylan dijo que la respuesta estaba en el viento y esto ya puede tener más sentido.
Un abrazo
Ya que nos hemos puesto a ello...
ResponderEliminarYo iría más allá, Mariano. ¿Por qué a todo hay que buscarle una utilidad "práctica", es decir, por qué todo tiene que servir objetivamente para algo? Pienso que la poesía, como una manifestación más de eso tan inexplicable que es el arte, no sirve, simplemente es, está dentro del ser humano, es connatural a él como una manera distinta de interpretarse a sí mismo y al mundo, de intentar expresar lo inefable. Por eso la poesía está tan unida a la mística, a cualquier mística. Por eso el arte se prostituye, deja en gran parte de serlo cuando trata de servir a una causa, o cuando se mercantiliza, aunque esto último a menudo no es culpa del artista.
A alguien, no recuerdo a quién, quizá a algún profesor, le oí decir una vez algo parecido a esto: "Nuestros ancestros remotos no sabían construir casas, pero ya eran capaces de decorar las paredes de las cavernas". Y quizá cantaran y compusieran poemas, aunque no poseyeran la escritura.
La técnica se aprende; el arte viene de dentro, está en todos, aunque solo unos pocos privilegiados sean capaces expresarlo.
Un abrazo.
Eugenio
Hola, Eugenio:
ResponderEliminarTengo por ahí una frase que dice “La poesía no tiene razones. Ella es la razón”, que vendría a abundar un poco en esa idea que expresas y con la que no puedo estar más de acuerdo.
También hay un refrán muy conocido que dice: “Cuanta más azúcar más dulce”. De manera que si es un bien en sí misma y encima le encontramos utilidades y beneficios para fieles y devotos –y para el mundo en general-, entonces tendremos que exclamar con alegría: “miel sobre hojuelas”.
Dicen que corren malos tiempos para la lírica, pero esto se ha dicho siempre, desde Bertolt Brecht. Yo digo a menudo que “la poesía es una declarada superviviente”. Y ahora digo más: ahora digo que no ha nacido aún quien la mate. Y creo que nunca nacerá.
Sin embargo, y al objeto de que tenga más influencia en el mundo, al que le puede servir de contrapeso, “la poesía necesita combatientes”.
No sé, tal vez se me note mucho el fervor, ese que sentía Borges por Buenos Aires. Después de todo, uno tiene claro que la poesía es una forma de vivir.
Gracias por el comentario. Me ha encantado.
Un fuerte abrazo
Para mi la poesía pertenece al mundo espiritual como la música, el cine, las puestas y salidas del sol...las buenas conversaciones....Todo lo que no tiene un precio en el mercado pero es tan importante para vivir. Lo más importante.
ResponderEliminarClaro, Rosa: eso lo ha explicado muy bien Eugenio, y en ello estamos todos de acuerdo. Sin embargo, hay un refrán que dice que "lo cortés no quita lo valiente". Todas las artes tienen una utilidad, y no estoy hablando de mercadeos. Todas las artes tienen propiedades catárticas y terapéuticas. Y no solo para los autores, sino tambien para los perceptores. Yo confieso que la poesía me ha sido muy útil, a pesar de que no me ha dado ningún dinero. Y me consta, además, que también le ha sido útil a otros. Quizás te gustara leer mi artículo "El futuro está en las rosas"
ResponderEliminarPor cierto, ¿eres alguna de las rosas que conozco o eres una rosa anónima y desconocida?
Seas quien seas, te mando un abrazo
Hola a todos: acabo de ducharme, me siento limpio. La toalla no la he arrojado, sino que la he colgado en el tendedero y la he sujetado con pinzas, para que no se vuele... Por cierto, las alusiones al Wert y a la toalla tienen el sentido siguiente: José Ignacio Wert es el ministro de cultura de España. Ha hecho una ley muy controvertida. La Oposición se ha ensañado tanto con él que se empezó a decir que estaba quemado y que iba a arrojar la toalla. Entonces él, un día, tras ser interpelado en el parlamento, dijo: "yo solo arrojo la toalla cuando salgo de la ducha".
ResponderEliminarSupongo que esta aclaración es necesaria para los lectores que no son españoles. Un abrazo
Mariano: Con cierta tardanza con respecto a tus recientes envíos - que agradezco- con los textos de los oradores intervinientes durante la presentaciòn de tus libros
ResponderEliminar" Poeminos de amor" y " Las orillas del mar ", debo decir que cada uno, en su forma y modo, constituyen un sabroso momento de lectura para quienes no hemos estado presentes en la reunión.
Pero no puedo dejar de poner el acento en la fuerza que trasuntan tus palabras cuando de defender la poesía se trata.
Es tan convincente el contenido de lo que expresas que uno no puede más que afirmar tácitamente lo que frase a frase va leyendo.
Te felicito por generar con tanta hidalguía estos nuevos hijos poéticos.
Y muy buenos los contenidos de los oradores que te han acompañado en la ocasión, para quienes también envío mis felicitaciones.
Un abrazo argentino
Victoria
Hola, Victoria:
ResponderEliminarTendrás que disculparme por no haber visto antes este comentario tuyo, tan expresivo y tan generoso.
Estoy de acuerdo contigo en la calificación de los discursos de los oradores que, desde luego, pusieron toda la carne en el asador de la poesía y de la amistad, a la que ya estaban previamente entregados.
En cuanto a mí, no debe extrañarte esa pasión por la poesía porque no es un paréntesis en mi actividad poético-literaria, sino una continuación de la misma, bien que concentrada en un discurso de media hora.
Me alegro mucho de que te haya gustado.
Gracias por tus elogios porque sé que son sinceros.
Te mando un fuerte abrazo desde el Mediterráneo, ese que tan bien ha cantado Serrat.