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martes, 21 de enero de 2020

Puede que tuviera un cierto estilo, pero afición no tenía ninguna.


Mariano, Muelas de los Caballeros, 1969


Puede que tuviera un cierto estilo, pero afición no tenía ninguna.

A la vista de esta foto, cualquiera diría que soy aficionado a la caza. Pero nada más lejos de la realidad. Ni siquiera sé qué ha sido de la escopeta con la que estoy apuntando y que quería dejarme mi padre en herencia, una sarasqueta del 12 de la que él estaba enamorado, si así puede decirse de la íntima relación de un hombre con un arma de fuego. Por cierto, mi padre era un cazador de buen tino. Él lo solía decir de este modo:

Un tiro le tiré a un pato,
no le tuve puntería,
le pegué en las orejas
al conductor de un tranvía.

Una vez mató una liebre con un fusil. Y eso es realmente difícil. Creo que merecía haber salido en el Guinness, aunque él no supiera entonces lo que era el Guinness.

Pero volviendo al asunto: los únicos disparos que he hecho en mi vida están relacionados con la mili. Ocurrió en Talarn, Lérida, donde fuimos a practicar un par de veces en el campo de tiro. Unos cinco o seis tiros en total. Recuerdo a un compañero que, tras obligarle a hacer unos disparos de fogueo, estuvo media hora temblando. Era el año 1971 y aún no se respetaba la objeción de conciencia, pero ya estaba empezando a apuntar. ¿Hacia dónde? No sé, hacia un futuro incierto, en el que estaba comprendida la muerte de Franco. ¿Hacia dónde apuntaba yo con esa escopeta? No sé, ¿tal vez hacia el cajón de los recuerdos? Para otra cosa no tenía cartuchos.

Mariano Estrada

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