Mirando
hacia un pasado de rosas
Muy difícil
Cuando le dije a mi madre que nos íbamos a casar, me contestó con estas simples palabras: “El matrimonio con amor es muy difícil. Imagínate lo que será sin amor”. No obstante, ella sabía muy bien que tú y yo estábamos profundamente enamorados, por lo que el matrimonio, para nosotros, tan solo iba a ser muy difícil. Y hasta eso estaba por ver, porque tus ojos y los míos habían sido cegados por un presente de rosas.
Boda
El traje te sentaba muy bien. Tenías los ojos resplandecientes y el pelo ligeramente ondulado. Estabas muy morena y caía sobre ti el brillo de la felicidad, la elegancia de la sencillez y la deslumbrante belleza de la inocencia. Una voz amiga entonó con muy buen timbre el Ave María de Schubert. El mundo era feliz y nosotros ocupábamos el epicentro. No en vano se estaba celebrando nuestra boda. Era el 13 de septiembre de 1975. Dormimos en casa. Al día siguiente salíamos en coche para Barcelona y en barco para Génova.
El matrimonio
Nos decían que el matrimonio era un compromiso para toda la vida, pero nosotros nos amábamos en un presente continuo que no contemplaba planes de jubilación ni admitía postergaciones de la felicidad. En nuestro caso, la idea de la responsabilidad y del futuro vendría de la mano de los niños, esos pequeños dictadores que imponen sus leyes a la autoridad de los padres, tal vez para compensar su dependencia absoluta de los mismos. En el fondo, la vida es un escenario de paradojas y de contrastes. O lo que es igual: una sabia cuadratura de círculos. Pero he ahí que nosotros, enamorados irredentos, vivíamos en un presente sin fin, y lo mejor que nos podía pasar es que el matrimonio coincidiera con nuestros declarados intereses que, además de ser sencillos, tenían su fundamento en el amor. Y aquí seguimos, en esta azarosa carrera de obstáculos que las zancadillas y los accidentes no han conseguido derribar. Tuya es, sin duda, la mayor parte del mérito.
Mariano
Estrada
Del libro
"Rosa entre las rosas: cuarenta años de amor" (2014)
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