Un silencio de nieve
Inspirado
en la realidad,
pero
completamente imaginado.
Los
responsables
de
nuestro bienestar
aparecen
muy dignos en la tele
para
cantar sus infinitas
cualidades
como gestores.
Tal
vez el adjetivo es excesivo,
pero
hay que atribuirles, por lo menos,
la
excelsitud en la que envuelven
la
propaganda.
Son
pinochos que se difunden
con
efectividad y maestría.
Nos
acarician de tal modo
que
apenas percibimos
hasta
dónde les llega la nariz.
Mientras
tanto, en un barrio
de
la siempre lejana periferia,
donde
la tele llega
por
un cable de plomo,
un
enfermo de frío
y
de desesperanza
muere
por falta de electricidad.
Es
invierno y hay nieve, mucha nieve.
A los vecinos de la izquierda,
el
techo se les ha venido encima.
Igual
que a los vecinos
de
la derecha.
Ahora están al raso.
Los
parlanchines de la tele,
alejados
de toda realidad,
prosiguen
informando a los oyentes
-y
a aquellos que de pronto
han
dejado de oír-
acerca
de sus muchas, casi
interminables,
cualidades
como gestores:
“Desplegados
los medios
de
los que disponemos,
podemos
afirmar que
todo
está controlado.
Nadie
se debe preocupar por nada,
puesto
que nada hemos dejado
a
la improvisación”.
Un
mensaje de aliento
que,
por desgracia,
en
un punto determinado
de
la lejana periferia,
volaba
como un buitre
sobre
una oscura mancha
de
humillación
que
sepultaba, copo a copo,
un
silencio de nieve.
Mariano Estrada, enero 2021
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