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viernes, 11 de junio de 2021

Charo and me: una foto y un montón de recuerdos

 

Charo y Mariano Estrada. Foto de Antonia Estrada

Charo and me: una foto y un montón de recuerdos

En Muelas de los Caballeros, Zamora

Esta foto procede de la época en que un burrito llamado Platero y una niña llamada Charo iluminaban con sus inquietos y constantes trotecillos una buena parte de nuestras vidas.

El día que nació Platero a Charo le faltaban dos dientes. De esto hace mucho tiempo. Ahora Platero es un recuerdo imborrable y mi hermana tiene una sonrisa maravillosa y una dentadura perfecta. Aquel era un tiempo de amores desbordados, de risa a todas horas, de sopas en la cocina, de patatas en la huerta y de agua fresca en el pozo.

Tener en casa un burrito como Platero era un privilegio del que uno, entonces, no se daba ni cuenta. Y tener una preciosa hermanita desdentada que jugaba con él y con nosotros, sus hermanos mayores, con los perros recién nacidos, con los gatos que merodeaban por doquier y ronroneaban junto al fuego, es algo que se aproxima mucho a la felicidad. Tal vez la felicidad no sea otra cosa que el hecho de gozar intensamente de lo que tienes y de no desear más de lo que tienes, vivir en la armonía apacible de una casa con vacas y corderos, con cerezas y peras de San Juan, con amaneceres a toque de campana para encender el corazón y la lumbre y desperezar los músculos o los huesos y sacar a pastar a las ovejas.

Esa era entonces la vida: una casa grande, una huerta frondosa, unas tierras desperdigadas, unos prados verdes, un carro de madera, unas gallinas, unos cerdos, un arado, unos conejos…Y envueltos en todas esas cosas, dominándolas, humanizándolas y haciéndolas posibles, unos padres enormes, buenos, amorosos, ubicuos a menudo, a veces invisibles y siempre protectores.

Charo tenía entonces ocho años, los mismos que tiene ahora Martina. Y Martina, que conoce la historia, no tiene un burrito llamado Platero, pero tiene un hámster llamado Pompón. Es negro y tiene el morrito rosa.

Mariano Estrada, 11-05-2021

2 comentarios:

  1. El candor de la niñez, desprovisto del materialismo del consumo y con el disfrute pleno de lo que, poco o mucho se tenía a mano, es lo que, a la larga, y sobre todo en la madurez de la vida,proporciona los más bellos recuerdos. Revivirlos y reavivarlos, siempre proporcionan un goce espiritual incomparable. Que los sigas disfrutando ! Abrazo argentino-correntino, Mariano !

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  2. Hola, Victoria: qué bien lo has entendido y qué bien lo has explicado. Aquellos alimentos, desprovistos del materialismo del consumo y ricos en energía vital, son los que hoy nos ayudan a sostener el esqueleto del alma y a ser esencialmente lo que somos. Gracias por tan jugoso comentario. Un abrazo desde este lado del Charco.

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