Otra forma de ver la poesía
Después de tantos años de inmersión y maridaje lírico, uno se da cuenta de que, al final, la poesía es una forma de entender y de afrontar la vida. Tal vez la poesía que se escribe sea consecuencia de la poesía que se vive, pero ni mucho menos se escribe toda la poesía que se vive.
Por otra parte, yo creo que hay poetas pasivos (los lectores, por
ejemplo); creo también que hay personas que “hacen” poesía con su profesión,
con su arte, sea este el que sea; con su entrega, con su generosidad, con su
sacrificio, con su nobleza, con su equilibrio y su armonía, con su forma de ver
y de vivir.
La poesía es previa a nosotros y está ahí, “en el aire, en el humo de
las chimeneas, en el vaivén de las mieses bajo la brisa, en el nido amoroso de
los pájaros, en las bardas de los corrales, en las flores cárdenas del brezo”.
Y en los rizos del mar, en la inocencia de los niños, en los arrumacos de los
animales, en la sonrisa de las personas, en las manos de los que dan y de los
que piden, en las caricias de los viejos, en el beso de los amantes, en los
serenos ojos de un hombre arrinconado por la soledad o un niño zaherido por el
hambre…
Nosotros expresamos de múltiples maneras algunas de esas cosas o
situaciones. Algunos incluso las escribimos, y esa expresión escrita es a la
que solemos referirnos cuando hablamos de poesía, tal vez tomando la parte por
el todo. A ella es a la que se refería Borges cuando dijo que la poesía es un
don, que tal o cual verso afortunado no debe envanecernos porque es obra del
azar o del espíritu y que solo los errores son nuestros.
Mariano Estrada, 2013
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