Volver a la infancia
1.-Es un hecho notorio que la ilusión se agota en el decurso del tiempo, a medida que avanzamos hacia la muerte. Por eso volvemos siempre al pasado, a recrear las ilusiones perdidas. Pero el pasado es recuerdo y el recuerdo es infancia, sobre todo; es decir, aquello que el descrédito no se ha atrevido a tocar.
2.- Los paraísos perdidos están grabados a fuego en la memoria. El hecho de traerlos al presente no acarrea daño ninguno, al menos en mi caso. Al contrario, creo que los buenos recuerdos alegran mucho el espíritu. A mí me sirven para reforzarme en las ideas de felicidad y de inocencia. Lo podría resumir en esta frase: “La felicidad pasada es una fuente de nostalgias que, por unos instantes, vuelven a ser felicidad”.
3.- El paisaje de la niñez es el paisaje del corazón. Cuando este paisaje se destroza, el corazón se hace un charco de lágrimas en el que se ahoga la felicidad.
4.- Los recuerdos de la niñez, cuando esta ha sido feliz, son prácticamente imborrables. Y si digo prácticamente es porque a veces tropezamos con el Alzheimer.
5.- Las personas mayores –y todos lo somos en potencia- tenemos muy presente que el tiempo va achicando los espacios de la ilusión y que cuando estos se agoten se habrá agotado la vida. ¿Y la esperanza de una vida mejor, acaso no nos anima y nos consuela? No sé, a los habitantes de este mundo se nos hace muy difícil recrearnos en paraísos en los que nunca hemos vivido. Por el contrario, la nostalgia nos suele llevar a la niñez, ese refugio de felicidad en el que no ha logrado entrar el descrédito
Mariano Estrada, del libro Jirones de la vida (2018)
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