Foto: Gianella. Cortijo del fraile (Almería)
Arbolillo
Queridos amigos:
Tengo abiertos los poros de la sensibilidad. Siento los
efectos de las mordeduras mucho antes de que los depredadores claven sus
dientes en mis carnes temblorosas y acongojadas. Algo que realmente es inútil,
puesto que, a estas alturas de la vida, los depredadores han puesto sobre mí la
leyenda de “ejemplar amortizado”. ¿Un cadáver social? Exactamente, un cadáver sin
interés de la inconmensurable, casi infinita, sociedad de los seres vivos del
universo.
Desde esa realidad atribuida, y parece ser que innegable, me
disfrazo de fantasma, que es la indumentaria de las almas en pena, y me aventuro
a un paseo por los antiguos reductos de la intimidad, que un día fueron campos impenetrables
para los más avezados enemigos, incluidos los confesores y los dioses. ¿Y qué ví?
Que son campos marcados por una cruz de desolación y de exterminio. Una llanura
sin vegetación. Un sol de justicia. Un transformador de la luz. Una puerta
metálica. Dos cuencas vacías. Dos huesos cruzados. ¡Horror! ¿Qué significa todo esto?
No lo sé. Ocurrió esta tarde, en la cama del sótano, que es
la que destino a la siesta. El sueño era febril, como corresponde a esta tranca
“gusana” que me tiene cogido por los escogorcios con seis días de antigüedad.
Desperté. No estaba vestido de fantasma, sino empapado de sudor. Tenía la boca
áspera y seca. Y la frente poblada de una incomodidad insoportable y pegajosa.
Me costó reincorporarme a la rutina.
Tomé un café. Me dirigí al despacho. Abrí el word. No fue necesario
pensar. Sabía exactamente lo que quería. Y sabía dónde estaba el poema.
Un abrazo
Arbolillo
-Arbolillo del campo:
¿dónde está el ave
que se posa en tus ramas
para cantarme?
¿Dónde fue el pajarillo
de alegre cante?
-Al arroyo fresquito
que tiene el valle.
-Arbolillo campero,
tú, que lo sabes,
¿se marchó entristecido,
solo, con alguien?
-Con la sed en el pico,
solo y con hambre;
porque lluvia los cielos
no quieren darle;
ni la tierra lombrices,
ni fresco el aire.
“Avecilla apenada,
que Dios te mande
una nube copiosa
de lluvia y carne”
-Compañero, arbolillo,
si vuelve el ave,
que distraiga en mis ojos
la sed y el hambre.
Y después, arbolillo,
después que cante.
Que repueble el silencio
que tiene el aire.
Del libro Tierra conmovida
(1987)
Mariano
Estrada. Paisajes Literarios
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