PALABRAS
A la muerte de Santos Suárez Sánchez
Fuimos compañeros de colegio, de lo cual nos ha quedado un vago y agradable recuerdo. Cuarenta años después nos hicimos amigos y el recuerdo se ha hecho inolvidable.
Querido Santos:
Hay días que vienen marcados por las malas noticias. Y hoy es uno de ellos. Con una voz temblorosa, la noticia me la dio tu mujer, Socorro, a quien tuve el gusto de conocer en el restaurante Minarete de Villajoyosa, donde comimos juntos un día. Luego nos trasladamos a mi casa donde pasamos una deliciosa tarde entre cafés y palabras. Muchas palabras. De hecho, a partir de ese día, las palabras fueron el aglutinante de nuestra futura relación, que, en algunos momentos fue abundante e intensa. Palabras por email, por teléfono, por WhatsApp…
Por uno de estos medios, una vez me dijiste lo siguiente: “Algún clásico afirma que las palabras son más peligrosas que las balas. Yo guardé algunas balas del Cetme mientras iba haciendo la mili, pero acabé tirándolas todas cuando me hice pacifista. Ahora solo me quedan palabras para enviar”. Y debo decir que a mí me las enviabas con profusión y generosidad. Con palabras fueron construidos los elogios que tenías siempre a mano para dedicar a mis poemas y a mis libros. Por cierto, me enternecía ese propósito tuyo de tener todos mis libros en tus estanterías. Dedicados, por supuesto, porque tú le dabas mucho valor a las dedicatorias.
¿Cuántos libros míos hay en tu biblioteca? Creo que 25. ¡Qué barbaridad! Yo, que soy un buen lector, no tengo 25 libros de nadie. Ni siquiera de Borges, que es uno de mis escritores más admirados. Sin embargo, sufrías porque te faltaba uno de ellos: Tierra conmovida, ese que nunca te pude conseguir… ¡Maldita sea! Merecías que te hubiera dado el único ejemplar que me tengo. Pero te fuiste sin él ¡Qué pena!
Por último, quiero destacar tu empeño innegociable de pagar religiosamente los libros. Solo conseguí regalarte dos y para ello tuve que recurrir a la súplica y al enfado. De manera que, por mucho que te agradezca las adquisiciones, nunca será bastante el agradecimiento. Quede aquí escrito.
Otras cosas que quiero señalar y/o agradecerte:
Un día, aprovechando un viaje a Muelas de los Caballeros, mi pueblo y el tuyo, convoqué en León una reunión de antiguos alumnos del colegio. Tú no solo estuviste en ella, sino que te deshiciste en atenciones conmigo. Me acompañaste en todo momento, me llevaste en tu coche hasta el restaurante donde habíamos concertado la comida, y estuviste conmigo hasta las últimas bocanadas de la tarde. Bien presente lo tengo.
En el pasado mes de marzo, me felicitaste el cumpleaños de este modo tan irónico y original: “Como sigas cumpliendo años te vas a hacer mayor y no estarás en condiciones de apagar los fuegos de la Sierra de la Culebra”. Y en un cumple anterior, me espetaste: “Cumplir años es lo único que se ha inventado para llegar a viejo”. Debo decirte que las dos cosas son ciertas.
En un intercambio de opiniones, yo te comenté en un WhatsApp: Hola, Santos: la verdad es que siguen corriendo malos tiempos para la lírica, pero no por eso la lírica está muerta. Las rosas seguirán naciendo, aunque sea en el estiércol. Y tú me contestaste: “No creo que sean malos tiempos para la lírica. Creo que son malos tiempos para los que no la comprenden ni la aman. Para los que Amor es lo mismo que Roma, pero al revés. Para los que confunden la magnesia con la gimnasia. Es transitorio. La belleza es eterna. Y las rosas son hermosas aun cuando sus pétalos se lleguen a marchitar. A pesar de todas las maldades del mundo, yo sigo pensando, como tú, que “El futuro está en las rosas”.
Tu libro “El árbol abatido” (que trata sobre la muerte de Pablo, el padre de Martina) me ha puesto los pelos de punta y el alma encogida. No me vuelvas a hacer llorar. Tengo un hijo (Moisés) que nació el mismo año que Pablo: 1976. Moisés tiene una hija (Laura), con 9 años, que nació el mismo año que Martina: 2012. Y tiene otro hijo (Pablo) que nació en el 2009. Gracias por la ternura.
Amigo Santos:
Ya no usarás el teléfono, ni el email, ni el WhatsApp para comunicarte conmigo. Pero sé que la comunicación está abierta entre nosotros por las vías incorpóreas e interminables del espacio. La poesía es ingrávida y va más allá de las estrellas, donde tú estarás a partir de ahora. Allí te enviaré mi próximo libro, que está al caer. Y ya no podrás pagármelo con moneda corriente porque en el cielo el dinero no vale para nada. De modo que tendrás que aceptarlo como regalo. Irá con la siguiente dedicatoria: “Para mi amigo Santos Suárez Sánchez, que amó la poesía en la tierra y la seguirá amando en el cielo; que supo corresponder a la amistad y que prefirió las palabras a las balas”.
Desde este rincón de Villajoyosa llamado Montiboli, en el que tú estuviste toda una tarde compartiendo la amistad y la palabra, tiendo mi mano hacia arriba para estrechar la tuya. Ambos sabemos que “La mano fue el juramento de la sangre para sellar la palabra. El corazón un testigo insobornable. La garantía era el alma”. Así seguirá siendo entre aquellos que, al igual que nosotros, tienen como guía la honestidad y la belleza.
Te mando un abrazo triste, con la esperanza de que te
llene de alegría.
Tu amigo Mariano Estrada. Villajoyosa, 30-07-2023
Mariano, sin conocer yo a tu amigo, intuyo a través de tus palabras/ homenaje, que debe haber significado mucho como hombre y persona como para merecer de tu parte tan bella y sentida dedicatoria póstuma. Leerla, me ha conmovido mucho, por todo lo que en ella se expresa de tu parte, y creo como tú, que seguramente estrechará tu mano cada vez que la tiendas hacia arriba. Un abrazo. Victoria
ResponderEliminarQué bonito lo que le escribes a tu gran amigo verdaderamente un amigo es un gran tesoro
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