Johan Norberg
Steven Pinker
Hans Rosling
Optimismo y
posibilismo.
Interpretando a Johan Norberg, Steven Pinker y Hans Rosling
Lo
que está claro es que la vida
es
engañosa.
La
realidad está perfectamente
distorsionada.
La
información es una hipérbole
cargada
de propósitos
intencionados
con
intereses fijos.
El
periodismo solo tiene ojos
para
las malas
noticias.
Las
buenas no le importan
-o
le importan muy poco-
porque,
sencillamente,
no
le importan a nadie.
Digamos
que a los medios
de
comunicación
solo
les interesan
las
noticias que venden.
Las
que no venden no les sirven
ni
para tacos de escopeta.
Por
su parte, la gente
que
consume la información
solo
quiere carnaza.
Porque
eso es lo que imponen,
desde
sus tronos avizores
y
numerosos,
los
propietarios del dinero,
los
gobiernos, los grupos de poder.
De
tal forma nos han acostumbrado
que
nos han convertido en lo que somos:
consumidores
trágicamente
dependientes.
Como
es obvio, la información
es
una droga. Y una droga dura.
Por
esta causa existe
la
percepción indiscutible
y
generalizada
de
que el mundo va mal.
Por
la opinión creada.
¿Pero
es verdad
que
el mundo va tan mal
como
nos cuentan los voceros
y
sus infatigables alguaciles?
Al
contrario:
el
mundo va mejor que nunca.
Se
han reducido las miserias.
Se
han atajado las enfermedades.
Han
mermado las guerras,
el
analfabetismo, las hambrunas.
Se
ha universalizado
la
educación, la luz, el agua…
Estamos
muy a punto
de
erradicar el hambre.
Se
ha incrementado espectacularmente
la
esperanza de vida.
Tan
solo hay que mirar las estadísticas,
ya
que son elocuentes
y
clarificadoras.
Pero
eso no lo dicen
los
pregoneros.
Porque
a ellos les preocupa solamente
amplificar
el eco
de
las catástrofes de cada día,
ya
de por sí nefastas.
Y
lo hacen, muy astutamente,
sin
entrar en comparaciones
con
el pasado,
que
pudieran mermar en buena parte
el
fogonazo general
de
los sucesos.
Es
decir, el impacto.
Lo
que quieren es morbo
a
discreción,
desgracia
sin edulcorantes,
estruendo
y sensacionalismo,
propaganda
sin límites…
Y
todo ello lo quieren
para
poder vender.
Ejemplo.
Vende
mucho decir
que
la Tercera Guerra
Mundial
está a tiro de piedra.
Y
que, a su lado,
Hiroshima
y Nagasaki
serán
consideradas
no
ya como las mónadas de Leibniz,
sino
como partículas
infinitesimales
tan
solo detectables por el CERN.
La
guerra nuclear
sería
un holocausto
de
magnitud universal,
tal
vez el exterminio
desventurado
de
los humanos en la tierra.
¿Cómo
no va a vender
la
noticia morbosa de una carne
tan
dramáticamente cocinada?
Informaos,
amigos,
porque
vais a morir sin remisión
cuando
el botón atómico se active.
Naturalmente,
sonarán
por
un tiempo las alarmas
y
el miedo correrá
por
las caceras de la sangre.
Pero
lo cierto es que, al final,
saldrá
otra vez la luz.
El
mundo habrá ganado
de
nuevo la partida
y
seguirá mostrando sus victorias
sobre
los cuerpos derrotados
del
batallón apocalíptico
y
el pesimismo,
cerval
e impenitente,
de
las malas noticias.
La
cuales volverán
-como
obedientes golondrinas-
a
las oscuras claridades
del
sensacionalismo
rampante
y prefijado.
Mariano
Estrada www.mestrada.net Paisajes
Literarios
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