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miércoles, 28 de noviembre de 2018

Optimismo y posibilismo. Interpretando a Johan Norberg, Steven Pinker y Hans Rosling


 Johan Norberg
 Steven Pinker
Hans Rosling


Optimismo y posibilismo. 
Interpretando a Johan Norberg, Steven Pinker y Hans Rosling

Lo que está claro es que la vida
es engañosa.
La realidad está perfectamente
distorsionada.
La información es una hipérbole
cargada de propósitos
intencionados
con intereses fijos.
El periodismo solo tiene ojos
para las malas
noticias.
Las buenas no le importan
-o le importan muy poco-
porque, sencillamente,
no le importan a nadie.

Digamos que a los medios
de comunicación
solo les interesan
las noticias que venden.
Las que no venden no les sirven
ni para tacos de escopeta.

Por su parte, la gente
que consume la información
solo quiere carnaza.
Porque eso es lo que imponen,
desde sus tronos avizores
y numerosos,
los propietarios del dinero,
los gobiernos, los grupos de poder.

De tal forma nos han acostumbrado
que nos han convertido en lo que somos:
consumidores
trágicamente dependientes.

Como es obvio, la información
es una droga. Y una droga dura.

Por esta causa existe
la percepción indiscutible
y generalizada
de que el mundo va mal.

Por la opinión creada.

¿Pero es verdad
que el mundo va tan mal
como nos cuentan los voceros
y sus infatigables alguaciles?

Al contrario:
el mundo va mejor que nunca.
Se han reducido las miserias.
Se han atajado las enfermedades.
Han mermado las guerras,
el analfabetismo, las hambrunas.
Se ha universalizado
la educación, la luz, el agua…
Estamos muy a punto
de erradicar el hambre.
Se ha incrementado espectacularmente
la esperanza de vida.
Tan solo hay que mirar las estadísticas,
ya que son elocuentes
y clarificadoras.

Pero eso no lo dicen
los pregoneros.
Porque a ellos les preocupa solamente
amplificar el eco
de las catástrofes de cada día,
ya de por sí nefastas.
Y lo hacen, muy astutamente,
sin entrar en comparaciones
con el pasado,
que pudieran mermar en buena parte
el fogonazo general
de los sucesos.
Es decir, el impacto.

Lo que quieren es morbo
a discreción,
desgracia sin edulcorantes,
estruendo y sensacionalismo,
propaganda sin límites…

Y todo ello lo quieren
para poder vender.

Ejemplo.
Vende mucho decir
que la Tercera Guerra
Mundial está a tiro de piedra.
Y que, a su lado,
Hiroshima y Nagasaki
serán consideradas
no ya como las mónadas de Leibniz,
sino como partículas
infinitesimales
tan solo detectables por el CERN.

La guerra nuclear
sería un holocausto
de magnitud universal,
tal vez el exterminio
desventurado
de los humanos en la tierra.

¿Cómo no va a vender
la noticia morbosa de una carne
tan dramáticamente cocinada?
Informaos, amigos,
porque vais a morir sin remisión
cuando el botón atómico se active.

Naturalmente, sonarán
por un tiempo las alarmas
y el miedo correrá
por las caceras de la sangre.
Pero lo cierto es que, al final,
saldrá otra vez la luz.
El mundo habrá ganado
de nuevo la partida
y seguirá mostrando sus victorias
sobre los cuerpos derrotados
del batallón apocalíptico
y el pesimismo,
cerval e impenitente,
de las malas noticias.

La cuales volverán
-como obedientes golondrinas-
a las oscuras claridades
del sensacionalismo
rampante y prefijado.

Mariano Estrada www.mestrada.net Paisajes Literarios

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